ADIVINEN EL PERSONAJE...

Había una vez un señor, de los que ahora andan por Miami amenazando y acosando a mujeres, que cumplió prisión, junto a su padre, por un supuesto delito de conspiración contra el dictador Fidel Castro.

Según testigos, el señor tenía un compañero, al que le lavaba siempre los calzoncillos y atendía como un rey, que fueron separados por los guardias de la prisión porque no soportaban más aquella situación. Al compañero lo llevaron al edificio No. 5 de la Cárcel de Isla de Pinos, y a él lo dejaron en una celda de la Circular No. 2.

La tristeza lo abatió de tal manera, que sus gritos y llantos se escuchaban en todas las circulares de aquella prisión. Dicen que se subía por las rejas de su celda como una mona araña (tan fea como ella) gritando el nombre de su amor, al que habían separado tan abruptamente de su lado. Fue tanta la depresión que tuvo que tener tratamiento psiquiátrico por parte de médicos del Ministerio del Interior.

Realmente no había sido su única relación amorosa en la cárcel, pero al parecer, sí la más tormentosa.

Las filmaciones no se hicieron esperar por parte del castrismo, y el chantaje funcionó, como ha funcionado en muchos otros que ahora andan defendiendo la dictadura castrista, esa que un día los llevó a la prisión o les privó de sus más elementales derechos ciudadanos.

Ahora tienen programitas de radio pagados por sus negocios con Cuba, intentan denigrar la imagen de los presos políticos y los opositores en la isla, tratan de hacer ver a este exilio cubano como una monstruosidad y siguen viviendo en su industria pro-castrista, olvidando que un día fueron acérrimos enemigos de quienes ahora los utilizan bajo la permanente coacción de haber tenido una vida inmoral y cobarde, más allá del derecho a escoger su preferencia sexual.

Ahora son “machitos” guapos que provocan, amenazan y asedian a mujeres del exilio. No sé si será porque en su agobiante dolor por haberlo separado de su marido, comenzó a odiar a las mujeres, empezando, posiblemente, por su propia madre. Hoy, al igual que se oyeron sus gritos en la celda, se oyen las carcajadas de los agentes de la Seguridad del Estado cada vez que revisan sus filmaciones