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"ARTE SOY ENTRE LAS ARTES. Y EN LOS MONTES, MONTE SOY"
JOSE MARTI.

martes, 27 de octubre de 2009

LA GRAN DIFERENCIA - (ARTÍCULO)



Por: Iliana Curra

Siempre me han llamado la atención los cubanos exiliados que hablan con nostalgia de la Cuba que vivieron, y que tuvieron que abandonar a la llegada del régimen despótico que aún continúa en el poder. Quizás al principio yo no entendía la forma idealizada de una Cuba diferente a la que yo viví. La gran diferencia ha sido que, para ellos, es una isla encantada. Para mí, no fue más que un infierno.

Para los habaneros, la capital era el ensueño dorado. Para mí, las ruinas de Pompeya sumergidas en la peor de las miserias. Lo que eran bellas casas coloniales, hoy apenas se sostienen con puntales de pinotea carcomidos de comején. Las antiguas tiendas que enorgullecían La Habana, hoy son decadentes espacios llenos de mugre donde las ratas se pasean como si fueran parte de lo que pudieran vender. Edificios destruidos por el tiempo que nunca se pintaron, hoy son parte del cementerio pueblerino de una nación que ha envejecido a la par de los siglos.

La Habana ya no es La Habana. Lo que queda de ella es una máscara, quizás, maquillada por alguna parte, la parte donde visitan turistas en un impresionante apartheid tropical que a nadie le importa. Una parte colonial que solo aprecias con la mirada –y a veces- de lejos. Un billete color verde del imperio predomina en una sociedad llamada revolucionaria que prohíbe derechos a los nativos.

Dicen que caminar por las calles habaneras era todo un placer. Ahora casi corres en tus quehaceres diarios para sobrevivir. Y si caminas, es porque no te queda otro remedio. La belleza espiritual de una ciudad que se levantaba a la altura del cielo se perdió en la caída estrepitosa de la nada. Lo que queda para el pueblo son favelas pintadas –si acaso- con cal coloreada con Mercuro Cromo o Azul de Metileno. Edificios derrumbados que terminaron en parques improvisados porque nunca más construyeron viviendas. Apuntalamientos en lugares donde continúan viviendo personas que no tienen otra opción que morir en un derrumbe de una noche cualquiera. Que rezan para que no llueva aunque haya sequía. Porque prefieren vivir –o sobrevivir- en cuartos independientes de solares, que tener que parar en casas familiares a donde ya no caben ni los que viven allí.

El Ten Cents de Galiano, el de Monte, las tiendas Ultra o cualquier otrora flamante comercio son apenas unas muecas. Envejecieron a la par de los años sin recibir tratamientos de retoque. Dejaron de ser modernas en una ciudad que fuera naciente y triunfante antes del cataclismo castrista. El Paseo de Prado, con sus leones sucios que ya no rugen, todavía se mantiene a pesar de los pesares. Hoteles para extranjeros y viviendas en aplazadas destrucciones se juntan en una pintoresca ciudad donde más que la decadencia material, está la espiritual. Una Cuba donde el patrimonio nacional se ha tomado como cadalso para ejecutar impunemente, y hoy se muestra con orgullo al foráneo que la visita. Esa es la gran diferencia. Es la Cuba que tuve que vivir.

Admiro a los cubanos que la vivieron en su época naciente. Antes de ser cambiada –nunca he entendido cómo- por una etapa pavorosa. Los que aún la sueñan como era, desean verla sin darse cuenta que el tiempo no se detuvo. Pero peor que el tiempo, no se detuvo la devastación. Más de cuatro décadas perdidas sin entender cómo fue posible. Pasiones exaltadas que condujeron a lo peor. Pero ahí está La Habana, está Cuba entera. Esperando su renovación material y espiritual. Y en la espera de un enorme salto a las alturas, yo sigo admirando a quienes aguardan la llegada para encontrarse con un pasado inexistente. Solo en sus mentes y en sus corazones está su terruño. Yo no lo tuve. No creo haberlo tenido jamás, porque cuando nací, ya había empezado el desastre.

Esa es la gran diferencia. Yo no viví en Cuba. Quizás viví en una alucinación enfermiza de una fantasía nefasta. Por eso no me identifico cuando hablan de esa Cuba fascinante. La mía, la que yo viví, no tiene nada que ver con ella. Y es bien triste reconocerlo. Me hubiera gustado haber conocido a Cuba. No tener que haberla abandonado. No vivir fuera de ella porque a un grupo de perversos se les ocurriera tomarla como rehén.

Tampoco me gusta destrozar la ilusión de quienes la sueñan aún como estaba. Es que me encanta oírlos hablar de esa Cuba que no existe, porque yo también hubiera querido tenerla. Pero la realidad es una. Mi pragmatismo no me permite idealizar lo que no es posible. Hoy Cuba ya no lo es, pero lo será. Cuando la perversidad castrista se acabe y se comience de nuevo. Cuando el sol brille con intensidad para un pueblo que vive en la oscuridad total y en una vertiginosa desesperanza. Cuando el cubano de la isla no sea segregado por no haberla abandonado. Cuando al exiliado no se le rechace por haberse ido. Cuando haber nacido en la libertad de otro país no sea un tropiezo, entonces Cuba será realmente lo que siempre fue. En ese momento quizás comprenda mejor a aquellos que sueñan con la Cuba que dejaron. Yo soñaré -entonces- con la Cuba que conoceré.

jueves, 22 de octubre de 2009

EN CUBA, EL COMUNISMO NO DA NI PARA LIMPIARSE... (NO DEJEN DE LEERLO)

Miguel Cancio Álvarez
Vegadense, economista y sociólogo, profesor de Sociología, en la Universidad de Santiago de Compostela

En Cuba, el comunismo no da ni para limpiarse..
22-10-09

En la Cuba comunista, en la Sociedad Nueva del Hombre Nuevo, que ha impuesto en la realidad cubana de forma violenta el llamado Comunismo Científico, la inmensa mayoría de los cubanos, que han visto completamente aplastada su libertad y los derechos humanos (la isla cubana es una de las mayores cárceles del mundo y el 98% del turismo acude a la misma por razones sexuales e incluso con menores), tienen problemas graves para acceder a productos, medicamentos y servicios de primera necesidad.Dentro del brutal racionamiento que se vive en Cuba desde que los comunistas cubanos en 1959 tomaron el poder por las armas con el apoyo de los Estados Unidos y destruyeron, arruinaron la agricultura, ganadería, industria, los servicios, es decir, la economía cubana, La Cuba comunista ha tenido que racionar hasta el papel higiénico y la corrupción, la degradación material y moral impuesta por la Robolución de los Sociolistos lo invade todo.Conviene recordar que Cuba, antes de la llegada de los comunistas al poder, era el país del mundo que, junto a Estados Unidos y Argentina, atraía mas emigrantes. Con los comunistas, han huido, abandonado el Paraíso Comunista Cubano (PCC) del orden de dos millones de una población de 11 millones de cubanos.Cuba, antes de 1959 en que llegaron los comunistas, superaba ampliamente a España en nivel de vida y competía en diferentes sectores, infraestructuras y servicios con los países mas desarrollados del mundo.Los comunistas cubanos han situado a Cuba a la cola de América latina hasta el punto que en renta per capita solo supera a Haití, uno de los países mas pobres y corruptos del mundo. El salario mensual medio de los cubanos no supera los 40 dólares (20 euros), 4000 pesetas. El salario mínimo español en la actualidad (octubre 2009) es de 624 euros (104.000 pts.) al mes, 14 pagas al año.La Revolución Comunista marxista-leninista castrista-guevarista no da ni para limpiarse el culo por lo que los cubanos recurren, para dicho menester, al diario oficial de pensamiento, opinión, sindicato y partido único, es decir, al diario oficial del Partido Comunista Cubano, al Granma. Con lo cual, de esta manera, sirve para algo positivo y cumple una verdadera función social e higiénica que compensa la tóxica contaminación que genera desde su salida. Recordemos que la peor contaminación es la del alimento y medio espirituales, y que da lugar a las peores contaminaciones, manipulaciones, sujeciones, corrupciones, degradaciones, oportunismos, populismos, extremismos, fanatismos, fundamentalismos, violencias y terrorismos.Es absolutamente lamentable y condenable que siendo la Cuba comunista una de las mayores cárceles del mundo, donde se violan gravemente y todos los días los derechos humanos, democráticos y ciudadanos, el gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de Rodríguez Zapatero se haya convertido, junto al régimen neocomunista del golpista Chávez y sus aliados y socios, en uno de sus principales valedores en Europa y el mundo.Recordemos que la Cuba comunista ha firmado la Declaración Universal de Derechos Humanos, sin embargo, la viola todos los días y persigue, maltrata y encarcela a los cubanos que la difunden en la isla y tratan de aplicarla.

martes, 20 de octubre de 2009

LLAMADA DESDE RÉPLICA MAGAZINE

DESDE LA OFICINA DEL DIRECTOR DE "RÉPLICA", EL PRO-CASTRISTA EDGARDO MAX LESNICK, SIGUEN LLAMÁNDOME PARA OFENDER. EXACTAMENTE HOY, A LAS 10:06 AM LLAMARON DESDE EL NÚMERO DE FAX: 305-541-7410. PARA QUE VEAN CÓMO TRABAJAN ESTOS PERSONAJILLOS A FAVOR DE LA DICTADURA CASTRISTA.

Réplica Magazine
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lunes, 19 de octubre de 2009

20 DE OCTUBRE DE 2009 - CUBA RECLAMA:





LA POLÍTICA - ARTÍCULO


Por: Iliana Curra

Era una mujer joven. Su finura era tan exagerada que rayaba en la simulación. Como si fingiera de forma recurrente para sentirse mejor que los demás. Ostentaba grados de Primer Teniente y su cargo era una especie de comisaría política en la prisión de máximo rigor de Kilo-5 en Camagüey. No he podido memorizar su nombre.

A diferencia de las demás oficiales, sonreía bastante. Quizás porque estaba convencida de su perfecta y blanca dentadura que contrastaba con el color verde olivo de su traje militar. Casi siempre vestía de ropa de campaña con sus botas rusas que resonaban en los pasillos de la prisión. Tenía unas uñas largas y siempre pintadas que, al parecer, eran parte de su orgullo femenino.

Era justamente un día 13 de agosto, cuando cumplía años el Dictador de la isla, Fidel Castro. De por sí era, al menos para mí, un día desagradable. A esas alturas el vejete estaría babeando a los niños que escogían para celebrarle su cumpleaños y desearle muchos años más de vida, para desgracia del pueblo cubano.

Como rutinariamente sucedía, abrieron una por una las galeras para ir a almorzar. Al menos, era el nombre que le daban a lo que servían en las mugrientas bandejas de aluminio que fregaban con agua solamente. Formé fila en el destacamento número dos que me correspondía y nos encaminamos escaleras abajo hacia el área del comedor. Desde que empezamos a acercarnos al lugar mi buen olfato me anunciaba un olor extraño. De inmediato me dí cuenta que algo andaba mal.

Manteniendo la fila cada cual tomaba su bandeja sucia y grasienta del llamado boquete. Del otro lado reclusas que trabajaban en la cocina servían la pequeña ración que correspondía a cada cual. Las mesas, de cuatro sillas, estaban a todo lo largo del comedor, y siempre junto a mí habían tres reclusas que literalmente se fajaban para ocupar esos espacio en la mesa donde yo me sentaba. Eran las llamadas “boqueteras”, un argot presidiario que las reconocía como comilonas. Ellas sabían que yo, la mayoría de las veces, apenas probaba bocado alguno y luchaban entre sí para comerse mi asignación.

Desde que me acerqué al boquete me percaté de una vez y por todas que uno de los alimentos estaba putrefacto. No exagero. Estaban sirviendo seso de algún animal que no reconocí, pero el mal olor era penetrante, al menos para mi olfato agudo acostumbrado desde lejos a reconocer cualquier pestilencia.

No me llamó la atención que las presas se sentaran a comerse aquello, pero esta vez no permití que mi bandeja fuera tocada, a pesar de las protestas que tuve que soportar de las “boqueteras” que, hambrientas, exigían mi ración al verla intangible frente a mí.

Mi cara se fue endureciendo y las guardias sabían que luego vendría mi enérgica protesta porque no aceptaría algo así. Ya ni siquiera por mí misma que, aunque hubiera estado bueno, no lo comería. Sino por aquellas infelices presas que estaban comiendo algo descompuesto sin siquiera darse cuenta. El hambre es mala consejera.

Justamente cuando empiezo a protestarle a las guardias, llegó la Política del penal. Estaba de guardia operativa y llegó al comedor para observar el lugar. Como siempre, con su traje verde olivo y sus botas, parecía estar pasando revista a un batallón militar.

Se dirigió a mi mesa para preguntarme qué estaba pasando. Le dije en voz alta para que todas escucharan: “Teniente, éste seso está podrido”. Me respondió al estilo comunista que no reconoce la realidad: “No. Eso no está podrido. Está cocinado para que ustedes lo coman y no está podrido”. Le repliqué nuevamente: “Está putrefacto, que es lo mismo”. Su insistencia en negarme la verdad ya me estaba molestando, pero preferí tener paciencia. Ella intentaba que yo hablara más bajo para evitar el descontento de las demás, pero mi táctica de elevar la voz siempre me daba resultados para imponerme. Era mi defensa, más allá de querer provocar o no la protesta de las otras presas. Yo me valía sola para enfrentarme. Estaba acostumbrada.

La Política continuaba aferrada a negar una realidad tan palpable que pensé algo mejor. Entonces le dije: “Bien, si usted dice que está bueno, pruébelo. Mi cuchara está sin utilizar, úsela y dígame si no está putrefacto”. Al parecer, no tuvo alternativas después de defender tanto su posición y negar la verdad. Nerviosa, tomó la cuchara en sus manos y con la punta recogió un pedazo del seso apestoso. Con una demora casi teatral se lo llevó a la boca. La cerró lentamente y comenzó a masticar. Estoy convencida de que, en esos momentos, se estaría acordando de mi madre.

Luego de masticar el pedacito de seso putrefacto, se puso tiesa y me dijo: “Ves, está bueno”. Y salió disparada del comedor, cuando dobló por la puerta de entrada al pasillo de salida iba a tan alta velocidad como un auto de carreras. Yo sabía que su paladar había reconocido que el alimento estaba descompuesto, aunque sus palabras dijeran lo contrario.

No pasaron ni tres minutos cuando la jefa de pelotón nos mandó a parar y formar filas para volver a las galeras. Pidió a las reclusas que se estaban comiendo aquella cosa llamada alimento, que lo dejaran. Al poco rato esa misma oficial cargaba una cubeta con un poco de agua con color que llamaban refresco, y un pequeño pedazo de pan. Intentaban sustituir el corrompido almuerzo con algo parecido a una merienda.

Por la noche no se hicieron esperar las reacciones de las que llegaron a comerse el seso podrido. Los vómitos, y sobre todo las descomposiciones, abarcaron casi un 60% de la población penal. La enfermería no daba abasto y los medicamentos tampoco. En mi galera hacían colas para entrar al único baño con inodoro, pero tanta era la premura, que tenían que entrar al área de la ducha para evacuar allí, pues no podían esperar ni un segundo más.

Pero la que también salió mal parada de todo eso fue la Política. Me contaron unas presas que trabajaban en la cocina que, cuando salió disparada luego de haber probado aquello podrido, fue directo a vomitar. Dicen que se puso casi de color verde, y que era tanto el asco que sentía, que hacía arqueadas nada más de acordarse que había comido aquel seso hediondo que sirvieron un día en que el Dictador cumplía años.

Nada. Un día inolvidable para ella en todos los sentidos.

jueves, 15 de octubre de 2009

DEL HOMBRECITO DE CUBA NUESTRA: EL GUSANO ROJO.

MI RESPUESTA PARA ESTE GUSANO ROJO DE SUECIA: SIMPLEMENTE, UNA ESTRUENDOSA TROMPETILLA.
Copia parcial del artículo: "Valoración del concierto Paz sin Fronteras, La Habana 20 de septiembre de 2009", del gusano rojito rojito de Suecia, Carlos Manuel Estefanía. Señores, a quien le duele, le duele.

"Hay que reconocer que no todos los opositores asumieron esa actitud inteligente que ponía del lado de lo que fue una fiesta de alegría para el pueblo, hubo excepciones como el caso de Normando Hernández González, prisionero de conciencia, cuya nota del 12 de septiembre de 2009, “Concierto por la paz” cuestionando el concierto enarboló y reprodujo de intransigencia hasta la saciedad, sin poder con ello balancear el desequilibro en favor del concierto que se observa en la nota, publicada dos días antes por Leiva.
Normando Hernández
Se trata de posiciones que, con todo el respeto que merezca este prisionero, al contraponerse a lo que la gran masa de los capitalinos deseaban, pasarla bien en la plaza, solo sirven a los intereses, mas que de la intransigencia, del estado totalitario.
Un estado totalitario que encuentra su mejor aliado, lo mismo en una cárcel que en las calles de Miami, como ocurre con alguien que también estuvo preso de cuyo pasado previo a la cárcel poco o nada se conoce, esa come candela de la intransigencia que es Iliana Curra, convertida, con el apoyo de no sabemos quien y la medalla del presidio, en vocera del Consejo por La Libertad de Cuba.
Desde el sitio de la organización en Internet dicho personaje publica un artículo que denigra mas a la atora que a las personas que esta ataca: EL CONCIERTO DE JUANES Y LA MANIPULACIÓN DE OSCAR ESPINOSA CHEPE Y HÉCTOR PALACIOS.
Aquí los presos políticos a los son presentados como gente desinformada y manipulable. Curra se pone ella misma como ejemplo, del que no dudamos por cierto. Pero entonces habría que explicarse entonces de donde sacó sus criterios Normando Hernández González, para oponerse al concierto, ¿no sería acaso el manipulado o desinformado más que por la policía política o por su aliados dentro de la intransigencia?
En su ataque despiadado contra los que siguen trabajando dentro de Cuba contra un poder, que aún no transitado del todo del totalitarismo al autoritarismo Curra se empecina en vincular a Palacios con una tal Operación Arcoiris, detrás de la cual según ella estaría la Seguridad del Estado de Cuba.
Hector Palacios habla con Obama antes de regresar a Cuba
Pero esto no le basta a la señora, quien de manera se valdrá del espacio que le ofrece María Elvira para atacar, desde su seguro exilio a quienes con el coraje se mantienen dando la batalla en Cuba, acto que le valdrá la admiración de algún recalcitrante de la derecha y sin duda el aplauso de los oficiales que ya no saben como vérselas con la disidencia interna, los mismos que seguramente habrían cometido la “infidencia” de Arcoiris.

Y como era de esperar el éxito del concierto ha resultado un duro golpe para esta señora cuyos días como empleada de la Intransigencia parecen contados solo hay que ver la bilis que destila en su último pataleo CONCLUSIONES DE UN CONCIERTO DESAFINADO, donde califica de patético a Bosé, pasando por alto las palabras del artista Yotuel Romero de no parar para no dejarlos ganar a ellos, a los “Curras” del estado que intentaron boicotear el evento con transgresiones a lo pactado.

Después de leer esto lo mejor que puede hacer la activista seria antes de buscar empleo en alguna factoría de Hialeha, herida, como ha quedado tras el evento, la credibilidad del Consejo por La Libertad de Cuba ante la masa de los cubanos en la Florida.
Resulta interesante, pese a su simpleza, estudiar la retórica de la señora Curra, que imita, sin innovar en nada, pese a su tardía llegada al exilio, a la mas burda de los históricos de la intransigencia: en un acto, de insana envidia Curra, con una vulgaridad perdonable en la Plaza, pero no ante los oídos de las clases altas, se refiere a Olga Tañón como “La huevona”, basado en su frase “estoy aquí por mis huevos”,
juega con el dolor de los exiliados aludiendo a la paz de los sepulcros vuelve a arremeter contra los Chepes y los Palacios, se retuerce por haber escuchado a una Miriam Leyva desbordante de alegría declarar el concierto “había sido un éxito”, y termina dando muestra de su rudimentaria manera de pensar con algo que parece ser una ironía, pero que solo denota la miopía de los que o no saben o no quieren entender los cambios que se están dando en Cuba y de los cuales este concierto mas que cauda es un efecto:
“La próxima semana habrá elecciones y el exilio tiene las puertas abiertas para entrar cuando quiera. ¿Ciencia ficción? Es posible, la misma teoría de Juanes y comparsa.”

Resulta interesante, pese a su simpleza, estudiar la retórica de la señora Curra, contra el concierto
Por supuesto que no es así, lo que si es verdad es que estamos en presencia de la lucha entre un mundo viejo y un mundo nuevo, donde los demonios están a ambos lados del estrecho, son los que combaten la libertad y el bienestar del Cuba, cuando encierran a Gorki o a Pánfilo, o cuando pretenden que una parte de ese pueblo no acuda a la Plaza a escuchar el concierto, y forman parte de ese compacto ejército las Curras y los Saavedras que hacen lo imposible por no solo sea una parte, sino todo un pueblo el que desfrute de la música y aunque sea por un momento cante a la libertad y a la paz en el mismo sitio muy probablemente, estos los Curras y los Saavedras, antes de convertirse en oponentes, dieron loas a Fidel Castro, algún día confirmaremos si estamos o no en lo cierto.
Pero también existen ángeles, y no solo vestidos de blanco, como Juanes, Tuñon y Bosé, están esos mismos disidentes que desde las cárceles, donde con sus huesos redimen los males de pueblo cubano, apoyaron cinco horas de felicidad en forma de música para sus hermanos, como también fueron ángeles quines pasando por alto la injuria de ser llamados gusanos o peor aún agentes de la seguridad del Estado defendieron con coraje y aparente minoría a esos músicos hermanos, los ángeles vuelan incluso dentro del estado, dentro de los que enfrentando a los demonios lograron que estos cedieran en sus pretensiones de coartar las presencia de los cubanos que no tenían una un pulóver o camisa blanca para acudir a la Plaza, ángeles son también quienes inclinaron la balanza para que ese antiguo maquinista de nuestra marina, devenido en el disidente más conocido de Youtube, recibiera lo que primero que merecía, en vez de rejas, tratamiento contra el alcoholismo, y serán estos ángeles unidos, no los demonios los que traerán lo que tanto ancianos en la isla: JAMA Y LIBERTAD."
Continuará….

miércoles, 14 de octubre de 2009

EL SIDA EN LA PRISIÓN DE "MANTO NEGRO". (ARTÍCULO)




Por: Iliana Curra

Eran dos jóvenes de apenas 23 años. Ambas cumplían condena en una prisión que todos conocen como “Manto Negro”, aunque no sea su nombre auténtico. Pero ese calificativo le es tan fiel como la oscuridad interna que vives desde el mismo momento que penetras sus rejas. Un lugar donde entras y todo se ensombrece dentro de ti. Donde no se aprecia la vida, sino se regala.

Eran dos muchachas, casi niñas. A veces el dolor las llevaba a pedir por sus madres como si fueran pequeñas e indefensas. Justamente eso eran. Estaban presas. Más aún. Estaban condenadas a una muerte segura: estaban contaminadas con el virus del SIDA. Tampoco supe si salieron. La enfermedad era fulminante. Cada día el deterioro era visible. Lloraban. A veces reían. Tenían una edad que parecieran alcanzar el sol con sus manos. Un mundo por delante. Pero el sol dejó de brillar para ellas porque tenían SIDA. Condenadas a algo terrible que llaman la muerte.

En ocasiones reían como niñas traviesas. Hacían cuentos de su vida en la calle. No de su libertad. Nunca fueron libres. Nacieron en un régimen funesto. Tan funesto como sus propias vidas. Pero reían, cantaban canciones de su época. En momentos hablaban como si no estuvieran enfermas. A veces olvidaban su mal. Olvidaban su encierro. Echaban a un lado su muerte cercana. Casi niñas. Estaban alejadas del penal, en un destacamento apartado donde nadie pasaba. Al final de la prisión. Si llamaban al médico de guardia, había que esperar un tiempo para atender sus padecimientos. Dolores, malestares, fiebres continuas, afectaciones renales y cuanto problema trae esta fatal enfermedad. No había un tratamiento adecuado, pero estaban presas. Noches de quejas. Dolores en el hígado, el estómago, las piernas. En fin, la muerte siempre acechando, tenebrosa y oculta. Espantosa y trágica.

Estaban recluidas en un destacamento especial. Apenas seis u ocho galeras. Solo una estaba ocupada. Dos pequeñas camas. Dos prisioneras. Dos muertes inminentes. Dos víctimas de la desorientación y de una sociedad que se corrompe galopantemente. Una, “jinetera”-como le llaman a las prostitutas en Cuba-. Condenada a cuatro años por el presunto delito de “Peligrosidad Social”. Una condena por convicción que imponen los tribunales sin sonrojarse siquiera. La otra, condenada por “Propagación de Epidemia”. Tuvo relaciones con un joven –conociendo de su enfermedad- y no se lo dijo. La madre del muchacho la denunció. La condena fue de cuatro años. También estaban condenadas a no salir jamás. Me lo dijeron muchas veces. “Quizás de aquí vayamos para el cementerio”. Lloraban, lloraban inconsolablemente cuando se daban cuenta de su realidad triste y desoladora. “¡Ojalá encuentren un medicamento que nos cure!” “¡Queremos vivir!”. Yo también quería que vivieran. Es más, que nunca hubieran vivido esas vidas desprovistas de integridad para caer en manos del encierro y de la muerte segura. Vidas que quedarían inconclusas. Que no habían conocido el por qué se vive porque nunca vivieron. Vegetaron en un mundo escabroso sin llegar a ver la luz.

Un destacamento lejano. En lo último de “Manto Negro”. Donde nadie podía, ni debía llegar. Me contaban que en otros tiempos había más presas contaminadas. Que otras reclusas del penal se las arreglaban para burlar la vigilancia y visitar furtivamente a su pareja homosexual que allí se encontraba. Se hacían cortadas en sus manos para infectarse y estar en el mismo lugar. Algo tan espantoso como irreal. La irresponsabilidad no tiene límites. Guardias del Servicio Militar que cuidaban el penal también sostuvieron relaciones sexuales con ellas. Igualmente infectados y condenados abandonaban sus garitas de guardia para siempre. Sabe Dios dónde fueron a parar. Pero para todos el final era el mismo: la muerte. Allí se encontrarían para inculparse uno a los otros, quizás.

Raiza y Yoandra continuaban allí. A veces esperando su libertad que demoraba. O esperando la muerte que podría llegar primero. Solo Dios lo sabría. Alimentadas con la comida que cocinaban a la guarnición. Un poco mejor que el salcocho que hacían a las presas del penal. Nada especial. Un poco de leche aguada y mucho tedio. Una espera que siempre se hacía larga y penosa.

Nunca más supe de ellas. Una madrugada de intenso frío llegó un carro jaula de la prisión. Pasos fuertes de botas militares llegaron a mi celda de castigo ubicada al final del destacamento: “Recoge tus cosas, que te vas”, me dijeron. Era un traslado de provincia. No me iba. Me llevaban. Para salir tenía que pasar por las galeras de dos muchachas que nunca más vería. Estaban paradas detrás de las rejas. Barrotes gruesos y fríos que no impidieron la despedida. Estaban llorando. Esta vez no era por sus encierros. No era por sus muertes. Era por mi castigo que no terminaba. Por la incertidumbre del traslado. Tomé sus manos congeladas de frío y temor. “No se preocupen, todo estará bien”. Un intento de abrazo entre las rejas, unas palmadas en las mejillas y un adiós. El ladrido brotado de la garganta del oficial me ubicó en el tiempo. “¡Vamos, arriba!” Era el llamado psicólogo de la prisión. Vestido con ropa de campaña color verde olivo y con un odio incontenible en sus palabras.

Todo intento por saber sobre sus vidas fue en vano. Nunca llegó una carta. Quizás nunca salió a su destino. El control sobre la correspondencia era casi absoluto. Jamás supe el final. Jamás tuve noticias. Estaba al otro extremo de dos presas que esperaban la muerte. Estaba a más de 600 kilómetros de “Manto Negro”.

viernes, 9 de octubre de 2009

SE ESTRENA EL DOCUMENTAL: "MAMBISAS".



A todos los cubanos de Miami los espero mañana sábado 10 de Octubre a las 7 de la noche en el estreno del documental realizado por Luis Guardia, "MAMBISAS" que se exhibirá en el Teatro Roxy, ubicado en la 1645 SW17 Avenida.
Allí nos vemos. No falten.

jueves, 8 de octubre de 2009

CUANDO LA JUSTICIA LLEGA: 8 DE OCTUBRE DE 1967.


Aquí vemos la mejor foto de un asesino: muerto, pues la justicia a veces tarda, pero llega.


El "valiente" de todas las guerrillas ha sido capturado. Nada más verle la cara de derrotado que tiene, sabiendo que le esperaba la justicia de los hombres por todos sus crímenes. A su lado se encuentra el cubano Félix Ismael Rodríguez, quien estuvo dentro del grupo que capturaron a este asesino apodado Ché Guevara.

miércoles, 7 de octubre de 2009

LA CORDILLERA - II PARTE (ARTÍCULO)


Por: Iliana Curra

Apenas habiendo salido de La Habana, el capitán hizo parar a la rastra. Tenían sistemas de comunicación para llamarse unos a otros de cada patrullero. Salió diparado del carro y ordenó abrir la reja. Señaló directamente a un preso de la raza negra que estaba al centro del camión. El preso había mordido las esposas plásticas y las había partido. Tenía las manos libres y ninguno de los guardias lo había visto. Desde el patrullero de atrás el capitán lo captó. Tenía vista de águila. Todo el mundo se quedó estupefacto. Le puso unas esposas metálicas y volvió al patrullero. El material plástico de las esposas es duro como el metal, pero el reo utilizó sus dientes como cuchillo. Era realmente asombroso.

La rastra tenía bancos a lo largo. Dos a los extremos y uno al centro. Los presos íban sentados uno al lado del otro con sus pertenencias en unas bolsas llamadas jolongos. A medida que levantaba el día, todo estaba bien. Alrededor del mediodía llegamos a la prisión de extrema seguridad de Agüica. La rastra se ubicó a la entrada y bajaron algunos presos para esa cárcel. También recogieron a otros. El capitán protestaba constantemente por lo mal que trabajaban en la cárcel y la demora que había para todo. Para los presos trajeron unas bandejas mugrientas con una comida imposible de tragar. Mi bandeja fue a parar a la rastra y alguno de ellos almorzó mi ración. El capitán me permitió salir del carro y caminar para estirar los pies. Estuvimos como dos horas en Agüica y luego volvimos a salir. Había calor, un sol bastante fuerte. El viaje continuó. Esta vez fue largo y tedioso.

En cada pueblo que entrábamos la gente se paraba a mirar de forma curiosa y con lástima. Cuando estábamos en la carretera ningún carro se podía acercar al convoy. Si alguien se arriesgaba a pegarse a la rastra, los guardias le enseñaban las AK-M con sus bayonetas en las puntas y les gritaban que se alejaran. En un momento del camino el camión tuvo una rotura y los guardias se tiraron a la calle como si se tratara de un asalto. Paraban el tráfico y alrededor de la rastra no podía haber nadie. Todo un revuelo peliculero al estilo de Hollywood.

Cada vez que entrábamos a una provincia diferente, los patrulleros cambiaban y teníamos que movernos. Eran otros policías y otros tipos de carros. Los policías eran arrogantes y se molestaban por mi presencia en el carro. El capitán de Cárceles y Prisiones me preguntó por qué yo estaba presa. Le dije que yo había sido condenada por estar en contra del sistema, pero que no me sentía mal por ello. Todo lo contrario. No tuvo una respuesta represiva como esperaba que fuera. Me dijo simplemente que respetaba mi criterio, y ahí quedó todo. Pero, precisamente por ese criterio cumplía una condena de tres años de privación de libertad. Mi único crímen era pensar diferente, y eso bastaba.

Alrededor de las siete u ocho de la noche llegamos a Ciego de Avila. Miradas curiosas por todos lados sabían lo que eso significaba. Me imagino que estarían acostumbrados a lidiar con el panorama a cada rato. Entramos a la cárcel de Canaleta. Nuevamente repartieron bandejas mugrientas para los presos. Mi bandeja la entregué a la rastra y hasta una bronca se formó para cogerla. Dos presos se entraron a piñazos porque querían comerse mi ración. A la hora de comer les quitaban las esposas. Pedí permiso para ir al baño y el capitán ordenó me llevaran al centro donde recluyen a las mujeres. Se trata de una sección donde encierran a las mujeres como depósito hasta que son trasladadas a una prisión para ellas. Canaleta es una cárcel de máxima seguridad para hombres solamente. Entré al lugar donde habían unas pocas literas y algunas mujeres presas. Me enseñaron el baño y me hicieron algunas preguntas curiosas. Una presa común me dijo que pronto iría para la cárcel de mujeres de Camagüey y que se los dijera a las de allá cuando llegara. No recuerdo su nombre. Tenía un punto de tatuaje encima del labio superior que luego supe era propio de las homosexuales que hacen el papel de las mujeres. La presa era reincidente y estaba involucrada en robos o algo parecido.

Al salir del baño, me senté nuevamente en el patrullero. Estaba sola, sentada detrás y un policía abrió la puerta y me quiso sacar a la fuerza. Me negué y me aferré al asiento. Llamé al capitán y éste vino a ver qué pasaba. Le dije que el policía me quería sacar y le ordenó retirarse. Que yo me quedaba ahí sentada y que me dejara tranquila. El policía me miraba con tanto odio que me hubiera matado. Me sonreí con burla. Era mi única forma de vengarme de tanta represión injusta.

Salimos bien oscuros de Canaleta. Acercándonos a Camagüey había un frío terrible. Los pobres hombres que íban en la rastra se tapaban con lo que tenían en sus jolongos. Estaban congelados. Una intensa neblina hizo que los carros apenas se movieran. Iban lentos porque no se divisaba nada. Era de noche y la oscuridad era penetrante, fría y desoladora. El capitán había recibido unos plátanos de fruta maduros de parte de uno de los policías, del chofer, que en su actitud servil le entregó para congraciarse. Yo sentada al centro detrás no había comido nada en todo el día. Tampoco podía tragar, era demasiado el disgusto que tenía para probar bocado alguno, mucho menos eso que llamaban comida en las bandejas grasientas y sucias que nos entregaron. El capitán inmediatamente me entregó los platanitos. Me dijo: “Pepilla, no has comido nada. Toma, esto para ti. Si no quieres ahora, guárdalos y cómetelos después”. La cara del policía era de piedra, me imagino su rabia y su odio contenido. Yo no los probé, pero los tomé en agradecimiento de una actitud que no concordaba con los demás. Lo consideré un caballero, a pesar de nuestras ideologías tan diferentes y los caminos desiguales que llevábamos.

Ya bien tarde, aproximadamente a las 12 de la noche llegamos a Kilo-5. La cárcel de extremo rigor para mujeres en toda Cuba. Allí había una Primer Teniente llamada Ofelia que estaba de guardia operativa. Me estaban esperando desde hacía rato, pero el convoy se había demorado más de la cuenta. El capitán bajó mi jolongo, entregó mi expediente, que al abrirlo, la oficial dijo: “Una C.R., ya tu sabes”. C.R. significa “Contra Revolucionaria”. “Efectivamente” -les dije- “y me buscan una celda en solitaria ahora mismo. No quiero galeras”. Me dijeron que no, que iría a galera y que hablaríamos al día siguiente. El capitán me dio la mano y me dijo: “Pepilla, pórtate bien para que salgas pronto. Cuídate”. Salió con su paso apurado y empezó a dar órdenes para continuar. La “cordillera” se dirigía ahora a Kilo-7 y Kilo-8, cárceles construídas detrás de Kilo-5, porque Camagüey es una de las provincias que más prisiones tiene. Luego continuaría hasta Guantánamo.

La “cordillera” continuó su andar en el frío de una noche triste y dolorosa. Los hombres íban a parar a sus cárceles, y yo estaba en la mía, en la que sádicos oficiales de la Seguridad del Estado habían escogido para sacrificar a mi familia desde La Habana. Parada en la puerta de la reja principal no sabía qué me esperaba. Una incertidumbre hacía que mi corazón golpeara fuertemente y mis sentidos se agudizaran al máximo temiendo lo peor. Lo desconocido siempre causa temor, y de eso ni los más valientes están exentos. Yo no me consideraba como tal. Simplemente sabía que tenía que afrontar nuevas vicisitudes en un mundo incierto y confuso. En un mundo brutal y salvaje como es una cárcel de mujeres.

En ese mismo momento la “cordillera”, quizás, ya estaba entrando en Kilo-7, para luego continuar su camino impasible y solitario. Dejando a otros que, como yo, les esperaba el sufrimiento de verse alejados de su familia. Desterrados en nuestra propia tierra por órdenes crueles de quienes no respetan la condición humana. ¡Dios los perdone! Yo, jamás podré.

martes, 6 de octubre de 2009

LA CORDILLERA - I PARTE - (ARTÍCULO)

Por: Iliana Curra

No se trata de montañas enlazadas entre sí o prominencias parecidas en forma de lomo. Se trata de algo totalmente inhumano como lo es un traslado de prisioneros a diferentes cárceles en la isla.

Fue una madrugada intensamente fría cuando decidieron trasladarme desde “Manto Negro” en La Habana hacia otra provincia. Luego de despertarme con el ruido del carro-jaula en las afueras de la celda donde me tenían castigada, entró un oficial con cargo de psicólogo que se encontraba de guardia operativa. La orden inmediata de recoger mis cosas me hizo preguntar ingenuamente sí sucedía algo en mi casa. Lo primero que me vino a la mente es que hubiera sucedido algo con mi familia y me llevarían a verla. Una respuesta típica de un esbirro que no se hizo esperar: “Nadie se ha muerto. Recoge que te vas”. Mi preocupación fue en aumento. El día anterior había lavado unas medias de lana que cubrían mis piernas del penetrante frío, y aún estarían mojadas. Me las habían tendido en el “pollero” a donde me sacaban a coger sol para secarlas. Así que tuve que salir con unas medias que apenas cubrían mis pies, con una temperatura casi glacial.

El psicólogo, que servía a la vez de torturador, me llevó al carro-jaula con mi limitado avituallamiento. Todo lo que me habían supuestamente guardado, nunca lo recuperé. Era aproximadamente las cuatro de la madrugada o algo así. Estaba oscuro aún. Ya dentro del carro, me cerraron con candado y echaron a andar. No tenía idea a donde me llevaban. Pensé que pudiera ser trasladada a Matanzas. Después de un rato, el carro paró y abrieron el candado. Al bajar me esperaba un oficial con grados de Mayor. Era el operativo de guardia de la prisión. Pregunté adónde me encontraba y me dijo: “En el Combinado del Este”. Mi sorpresa fue grande. “¿Qué hago yo en una prisión para hombres?”, pregunté. La respuesta rápida y fría fue: “Ya sabrás. Tienes que esperar”. Me condujeron a un lugar que decían era la enfermería. Más bien era la parte de afuera adonde había unos asientos y allí me dejaron. Me senté, pensando en qué iba a pasar. ¿Por qué estaba sucediendo esto? Retrocedí en mi mente y recordé al esbirro de la Seguridad del Estado con grados de Mayor que se hacía nombrar Alexis. Un alcohólico y corrompido agente que fue a verme a una celda de castigo en que me habían encerrado estando en el Correccional ubicado al lado de la prisión. Era una continuidad de “Manto Negro” para condenas a trabajo forzado. Lo primero que me dijo fue que me iba a desaparecer de La Habana, que me iba a mandar tan lejos como pudiera. Que la gente como yo tenía que recibir un castigo severo. Pero con esto a quien más castigaban era a mi familia. Una manera de ensañarse porque el odio es demasiado fuerte para los que dicen respetar derechos humanos.

Alrededor de las 9 de la mañana me fueron a buscar. Un guardia me trasladó de nuevo a la entrada de la cárcel, al lado de una garita había un oficial con grados de capitán de la raza negra. Era ágil y nervioso. Tenía una tablilla en sus manos y hablaba con varios presos esposados que ya estaban entrando a una rastra larga cerrada con una cerca peerles. Los presos vestían de gris y habían muchos de la raza negra. Me senté en un banco para esperar me llamara, y al rato se me acercó. Me dijo: “Oye, ¿tú eres de Camagüey?” Lo que más recuerdo en ese momento fue un sentimiento de rabia, impotencia y preocupación. Era tan injusto y sádico enviarme tan lejos, que apenas balbuceé: “No, yo ni siquiera conozco Camagüey. Soy de La Habana”. El capitán, rápido como un tornado me dijo: “¡Te embarcaron, pepilla. Te embarcaron!”.

Me senté nuevamente en el banco y a mi mente me venía el sufrimiento de mi madre y de mi familia en general. Que cuando se enteraran sería muy duro para ellos. En los viajes hasta esa provincia tan lejana, con un sistema de transporte público precario. De la crueldad de un sistema que te encarcela injustamente y hace todo lo posible por destruirte. De la indefensión y la soledad que te calan el alma. Mis ojos se nublaron con ganas de llorar. Pero no podía hacerlo. No podía demostrarles mis sentimientos, ni mi preocupación por lo que estaba pasando. El mundo se hundía ante mí. Era desconcierto y coraje a la vez. Eran tantas cosas que me resultan ahora difíciles de explicar.

El Capitán en cuestión provenía de la Dirección Nacional de Cárceles y Prisiones. Tenía una ligereza impresionante y un carácter bastante agradable para la labor que realizaba. Contrastaba con la mayoría de los oficiales y guardias que había conocido hasta el momento. Luego de ubicar a todos los hombres en la rastra, fue hasta a mí y me dijo: “Mira, pepilla, a ti te corresponde ir también en esa rastra. Pero teniendo en cuenta que eres la única mujer y que lo que va a ahí no es nada fácil, te llevaré conmigo en el patrullero policial”. Dos carros de patrulla de la policía custodiaban la “cordillera”. Uno iría delante y otro al final. En el patrullero delantero iban cuatro policías y en el de atrás iban tres, incluyendo al chofer. En el asiento trasero iba un policía, el capitán, y yo en el centro. A los policías no le agradó la idea, pero el jefe del operativo era el capitán. Los policías tenían que hacer lo que él dijera.

Partimos alrededor de las 9:20 de la mañana. La rastra iba delante de nuestras miradas. Tenía unos asientos en alto donde iban apostados guardias con armas largas y cinturones llenos de balas en el pecho y la cintura. En sus piernas llevaban unos cuchillos grandes, y en la cintura también tenían una pistola en su cartuchera. Otros guardias iban parados y se turnaban la vigilancia. Era impresionante. Creía estar viviendo una película. Pero era una realidad triste y espantosa.

Un viaje incierto apenas comenzaba. Mi destino estaba a manos de las fuerzas represivas de un régimen que todo lo controla a base de castigo. Donde vivir dignamente tiene un alto precio porque, de lo contrario, tu identidad propia se sumerge en el fango y dejas de ser tu misma para convertirte en parte de un rebaño obediente y sumiso. Comenzaba la angustia, o más bien, continuaba. Ahora con la incertidumbre de lo que vendría.





lunes, 5 de octubre de 2009

MURIÓ MERCEDES SOSA

Ha muerto Mercedes Sosa, alguien que engrandeció a su pais natal, Argentina, pero para nosotros los cubanos, quienes hemos padecido una dictadura militar ocho veces más grande que la que hubo en un tiempo en ese país sureño, no entenderemos jamás como alguien con esa supuesta sensibilidad artistica pudo mezclarse con el comunismo internacional y sobre todo, visitar Cuba para aliarse incondicionalmente a los genízaros de ese régimen despótico.

Mercedes Sosa fue una buena artista, mas no una buena persona. Alguien que se llame digno y apoye de manera tan absurda un sistema que reprime a un pueblo por medio siglo, no puede ser buena persona. No puede tener sensibilidad plena para darse cuenta que otros muchos sufren también la represión, el odio y el desprecio de un gobierno totalitario, enajenado y chovinista.

Si es que puede descansar en paz, ahí les dejo mi opinión al respecto. No creo que la muerte enaltezca o haga mejor persona a alguien que en vida fue cruel, despreciativa y parte de un conjunto de represores que desean y provocan la muerte de otros muchos. Lo siento mucho, pero creo que por lo que haces en la vida, tienes que pagar en la muerte, y solo el camino del Infierno le espera a esta mujer que se abrazó a las causas perdidas del comunismo, específicamente del castrismo.

Solo pudiera decirle: adiós, Mercedes Sosa, espero que por ese Infierno te encuentres con alguien que defendías hasta el final: el Ché Guevara, un coterráneo tuyo que mató a muchos de los míos.

viernes, 2 de octubre de 2009

ACTUALIZANDO:

Realmente hace unos días no trabajo el blog, así que quiero actualizarlo hoy con algunos pequeños comentarios:
Primeramente que, viendo ya los efectos de la política de "cambio" de Barack Hussein Obama, nada me sorprende. Esto era esperado a partir del momento en que dio a conocerse como el Mahatma Gandhi de América, el que todo lo resuelve conversando, riendo y haciendo concesiones, había prometido en su programa de campaña que haría todo esto...y más también. Ya anduvo una semanita por Cuba la Sub secretaria de Estado para intentar el acercamiento con esa dictadura. Evidentemente los esbirros del régimen juegan un papel interesante para esta administración, ya que entre los artistas que fueron invitados a un cocktail en la Sección de Intereses está, nada más y nada menos que, Silvio Rodríguez, un testaferro al servicio de la dictadura, al cual todavía algunos ingenuos le aplauden su canción "Ojalá" en la plaza de la revolución, diciendo incluso, que esa canción estuvo unos 20 años prohibida. No sé si sacaron todo eso de una novela de ciencia ficción pero, en fin el coqueteo de Obama sigue, y ahora la libertad se logra con concierticos de artistas sin talento que cuando regresan, dan rienda suelta a sus emociones para con la dictadura y piden hasta el levantamiento del embargo. ¿Ese es todo el propósito? Sabe Dios.
Por otra parte, todavía estoy esperando porque Juanes acabe de tener un poquito de valor y y nos explique por qué lloró en los brazos de Miguel Bosé y por qué ambos decían que los humillaban, los vigilaban y los acusaban de cosas que no entendían, pues nosotros tampoco entendemos cómo pasó todo eso y ahora se ha quedado calladito y solo escribe en su página de internet para criticar, por ejemplo, que a la sin talento de Cucú Diamantes le hayan cancelado su actividad en la escuela de New Jersey, diciendo que en este país "supuestamente" hay libertad. Y fíjate si la hay, don Juanetes, que puedes escribir todas las mentiras que quieras, hablar todas las boberías que quieras, y nada te sucede. Incluyendo tu estúpida valoración de la famosa frase de Voltaire que, supuestamente te mandaron a la página y que tomaste como una amenaza. Evidentemente tu brutalidad no tiene límites.
También he visto y leído lo que Pepe Hernández ha dicho sobre Juanes y Jorge Mas Canosa que, como siempre digo, si Mas Canosa viviera, ahora se muriera de un infarto a ver en qué condiciones ha quedado la FNCA ante el exilio, y cómo sus hijos y cercanos aliados en su momento, han cambiado la vergüenza por intereses. ¡Qué horror!