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"ARTE SOY ENTRE LAS ARTES. Y EN LOS MONTES, MONTE SOY"
JOSE MARTI.

martes, 7 de septiembre de 2010


Tomado de el Diario Las Americas
Publicado el 09-07-2010

¡Salva a Cuba!

Por Rogelia Castellón

La vida es un milagro continuo. A veces, no nos enteramos, pero cuando nos detenemos frente al mar y contemplamos su inmensidad y toda la vida llevada por sus olas, cuando al caminar sobre la tierra sentimos el brotar de una semilla, cuando miramos a una flor y contemplamos su perfección entendemos el milagro de la vida y reconocemos a una mano superior capaz de hacer la vida y la muerte, lo bello y lo feo, lo puro y lo hermoso de vivir. ¡Todo y todos somos un milagro!

Los cubanos, seres privilegiados, vivimos haciendo historia, regalando sueños y adorando un gran milagro. La aparición de la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre, de pie sobre la tierra privilegiada de la región oriental es nuestro gran orgullo. Me gusta contar la historia, quizá no perfectamente dicha, pero sí, sí muy amada.

Esa noche las nubes corrían empujadas por la fuerza del aire imposible de detener, el cual implacablemente trataba de destruir todo lo opuesto a su ponderosa violencia. Las aguas crecían y avanzaban llevándose en su abrazo toda existencia de vida. El paisaje mantenía ese color de horror de las grandes tragedias y tres infelices hombres buscaban desesperadamente encontrar la seguridad de una orilla que les permitiera pisar tierra firme y buscar protección para sus vidas ya casi perdidas.

En algún momento, aquellos hombres alzaron sus ojos hacia el cielo implorando piedad al Creador, para soportar aquel dolor de hombres perdidos, sin capacidad para luchar contra una naturaleza enloquecida capaz de hacer volar sus cuerpos junto con las aguas del mar sobre el cual viajaban. Seguramente pedían valor para esperar la llegada al final de sus vidas y fe para recibir la muerte con la resignación de hombres creyentes.

Dios sintió el dolor y la soledad de los hombres a la deriva y a merced solamente de su bondad divina y regaló el milagro de calmar el aire, apaciguar las olas, dar seguridad a los tres hombres perdidos en el mar y rescatados de la muerte gracias a la presencia de aquella señora de tan grandioso milagro, entregado por la mano divina de nuestro Dios para enseñarnos a creer con la seguridad dada por la presencia de los hombres a los cuales era necesario salvar para hacerlos parte del milagro.

Yo puedo imaginarme como aquella fe repentina entró en el corazón de los hombres cuando vieron llegar la vida en la presencia de la Virgen de la Caridad, cuando su brillo alumbró las nubes y devolvió a las aguas la presencia de la vida borrando las sombras de la tormenta, cuando su sonrisa les brindó paz, alegría y esperanzas.

Y quizá después, los tres dormitaron aliviados por la seguridad dada por la presencia de la virgen, y por la paz recibida como parte del milagro. Cuando abrieron los ojos de nuevo, el día apareció ante ellos acompañado por el brillo de un sol nuevo y alegre dando vida a sus cuerpos y seguridad a sus manos para apretar los remos y llegar a la orilla buscada.

Más allá quedaba la prueba del milagro. La virgen sobre una tabla con su nombre flotaba sobre las aguas buscando el mismo camino por el cual los tres hombres entraron de nuevo a la vida.

“Soy la Virgen de la Caridad”

Y nos enseñó a creer en su presencia divina y a tener fe en los milagros porque ellos, los hombres perdidos en el mar lo habían presenciado.

Y se quedó con nosotros allá en el terruño querido, cuidando los pasos de aquellos hombres casi primitivos capaces de construir bajo su protección las bases de una isla hermosa, civilizada y creyente.

Los cubanos al recibir a la Santísima Virgen buscaron hasta encontrar el lugar en el cual ella se sintiera en su casa y allí construyeron su hogar.

Y desde entonces mirando hacia las montañas de una tierra privilegiada, la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre reina en el corazón de todos los cubanos y forma parte de la nación como una reina

La inquietud de los pueblos y de los hombres cuando se sienten superiores trajo a Cuba una noche triste igual a aquella en la cual los tres pescadores casi llegaron a la muerte. El horror llegó disfrazado de salvador para perder a todos los hombres, que quizá habían abandonado un poco la fe necesaria para mantener a los milagros. Y llegaron la muerte, el horror de vivir una vida sin paz, sin derechos y sin libertad, y destruyeron a una nación, formada por la fortaleza y la creencia de una tierra cristiana.

Y los cubanos recorrieron caminos de tierra, de agua y de aire buscando lo perdido. Buscando la paz y el amor de una isla a la cual les estaba prohibido el regreso y con la cual soñaban cada día. Solamente un milagro daría fuerza para resistir aquel dolor de ausencia vivido en el destierro.

Y apareció el milagro, cuando guiados por la fe y buscando la paz de nuestras creencias encontramos un lugar para albergar la imagen de nuestra amada Santísima Virgen de la Caridad. Así nació nuestra Ermita de la Caridad y allí llegó ella desde Cuba para ser parte del pueblo cubano en el exilio y allí vive esperando el día en el cual pueda suceder otra vez un gran milagro. El milagro del regreso a la tierra amada.

Estamos celebrando un aniversario más de la llegada de la Virgen de la Caridad. Frente al mar de esta tierra prestada recordamos su día y oramos por la salvación de nuestra Cuba. Yo sé, que ella cada mañana cuando el sol alumbra las aguas de la bahía, sueña con el milagro porque también es cubana, está desterrada y quiere regresar a su tierra que tanto la ama.

¡Virgen de la Caridad salva a Cuba!

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