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"ARTE SOY ENTRE LAS ARTES. Y EN LOS MONTES, MONTE SOY"
JOSE MARTI.

domingo, 19 de agosto de 2012


Intolerante, intransigente, radical, e “imperfecta”.

Tomado del blog de Zoé Valdés).
Al parecer, para algunos, soy una persona intolerante, intransigente, radical, y demás. Yo añado que soy “imperfecta”, en los dos sentidos. O sea, no soy perfecta. Además soy “imperfecta” en el sentido cubano de la palabra.
Yo no era así, fui llegando a este estado de gracia poco a poco. Estado de gracia que poco cae en gracia y que me ha costado no pocas experiencias personales, lecturas, y vivencias políticas en diversos lugares del planeta, todo para llegar a este nivel de “imperfección” e intolerancia que me achacan unos cuantos. Yo no aspiraba a ello. La política nunca me interesó en Cuba, más que para defender la justicia y la verdad, no para tomar el poder. Nunca fui militante de nada, me di de baja del CDR y de la FMC en cuanto pude y de manera directa, sin engaños ni titubeos, y sólo trabajé nueve años de mi vida, por contrata, para el régimen, siempre desde el ámbito cultural, y sin grandes cargos (otros tuvieron cargos más altos y nadie les echa en cara nada, al contrario, se les alaba por ello y hasta los convierten en escritores y en artistas sin serlo, y en héroes, sólo por haber estado lamiendo las botas de los Castro hasta el segundo antes de que yo escriba esta última palabra).
Yo no era así de niña, mucho menos de niña, me refiero a lo de imperfecta. Yo era una niña calmada, tranquila, un poco zorra, eso sí. Aprendí con otra niña a ser “imperfecta”. Tania era una niña negra, una mulata oscura bonita, la más alta del aula. Los comemierdas, blanquitos del aula, se cebaban contra ella. Le gritaban improperios racistas porque Tania no hablaba con nadie, y a cualquiera que se le acercaba lo miraba por encima del hombro. Su madre era una negra prieta, muy bonita también, de “facciones finas”, como se dice en Cuba, ¿quieren una expresión más racista que esa? Ella estudiaba música, cantaba de maravilla, y se puso a estudiar más tarde bailes españoles en la Artística Gallega, en esto último la metimos mi abuela y yo. Allí era la única negra.
Una tarde al salir de la escuela, me vino a buscar mi madre. Cuando me venía a buscar mi abuela, de pelo rojo y ojos azules (de origen irlandés) no había problemas, cuando me venía a buscar mi madre ya era harina de otro costal.
Mi madre era china, muy chinacubana, hija de una irlandesa con un chino. Entonces los zoquetes del aula empezaron a burlarse de nuevo y a gritarle a mi madre de todo delante de mí: “¡Tu madre es narra!”. “¡China e’Manila!”. Etc… Yo cogía unos embolles, por no decir empingues, entonces me descendía la paciencia china por esa vena gorda irlandesa de la pierna izquierda hacia los pies, los pies se me convertían en patas, y me brotaba toda la furia irlandesa por las pezuñas, y me fajaba a los piñazos con los varones, y la blusa gris del uniforme con la costura en el medio me la rajaban de arriba abajo, y yo arañaba como una gata de alcantarilla dublinense. Mi madre me sacaba por el moñingo, y yo dando patadas por todas partes, los ojos llenos de lágrimas.
Bien, aquel día Tania se metió en la bronca, y como a ella le temían más que a mí, y estaba más zangadonga que mangui, pues ganamos. Ese día nos hicimos amigas. Fue ella la que me dio mi primera clase de “imperfecta”. Me dijo: “Hay que ser educada y portarse bien, pero cuando veas venir a alguien con intenciones de fastidiarte, tú revírale los ojos, no le dirijas la palabra, y ya verás cómo te empiezan a respetar”. Así hice y empezaron a tomarme en cuenta. El dúo de Girls in black que hicimos fue todo un triunfo.
Con el tiempo se me fueron olvidando las enseñanzas de Tania, y volví a ser la misma estúpida generosa y dadora que siempre he sido, abriéndole las puertas de mi casa y entregándole mi amistad a cuanto aprovechado se apareciera. Entonces, después de unos cuantos golpetazos, me vino a la memoria todo, reaprendí y retomé las enseñanzas de mi amiga de infancia.
Frente al castrismo ha sido igual. Al principio creía que no había nada más parecido a un castrista que un anticastrista intransigente, hasta que me di cuenta que a esa conclusión no había llegado yo sola. Que esa conclusión me la habían inoculado aquellos que querían igualar y equilibrar la maldad de los verdugos con las demandas propias y merecidas de las víctimas; muy propio de los equilibristas desequilibrados, de los dialogueros intransigentes sólo beneficiadores del castrismo, pero sobre todo de aquellos que pretenden seguir viviendo y cobrando a costa del dolor del cubano.
De modo que sí, he ido aprendiendo y estoy totalmente convencida de que la única vía para enfrentar a una tiranía como la castrista es de manera firme y sin concesiones. O sea, siendo intransigente, radical, e imperfecta, lo que significa, intolerante. Curiosamente “intolerante” es como me ha llamado siempre la dictadura, dentro y fuera de Cuba. Intransigentes llamaron también a Guillermo Cabrera Infante y a Reinaldo Arenas, y mucho antes a José Martí y a Emilia Bernal; intolerantes y radicales a no pocos símbolos de la libertad, entre ellos, Jesucristo, Gandhi, Luther King, etc…
Soy consciente que enfrentarme a esa dictadura no significa que doblegue mi obra literaria a mi pensamiento político. No ha sido el caso, y los que me han leído lo saben. Pero mi posición política anticastrista, contrario a otros escritores latinoamericanos que han luchado de manera intransigente, intolerante, radical e imperfecta, en contra de otras dictaduras, se ha visto dañada, así como mi carrera literaria se ha visto afectada, por aquellos que todavía simpatizan con el régimen y que tienen en su poder editoriales, casas disqueras, y los medios masivos de comunicación. Y no sólo por ellos, además por aquellos a los que les conviene que el régimen continúe. ¿Y cómo? Apoyando el raulismo light, apoyando los cambios cosméticos, y dialogando o intentando dialogar con los asesinos y los depredadores. Muchos de esos que abogan por la tolerancia, el diálogo, y la comprensión, apenas conocen la historia de Cuba, se atreven hasta a declarar que en Cuba no hubo elecciones democráticas nunca, ni siquiera en la República, menospreciando la historia del pueblo cubano y a los cubanos. Ignorando la Constitución del 40, borrando de un plumazo el voto de los hombres y las mujeres cubanas, que fueron las primeras en los años 30 en votar, antes que muchos países del mundo. Tachando a propósito, porque saben que menospreciando y disminuyendo la historia de Cuba, no sólo ponen la historia de sus países en un más alto nivel, además desvalorizan nuestra historia. Y sobre todo seguirán cobrando por representar en el seno de esas organizaciones dialogueras un dolor estacionario e infinito del pueblo cubano, a favor del castrismo y de sus bolsillos. Un dolor cuya perennidad resulta muy conveniente para algunos. Porque si se acaba el castrismo se acaban ellos, se les acaba el cuento. Así de sencillo.
Así que esos que me llaman radical, intolerante, intransigente, desde América Latina, primero que dejen de cobrar viviendo del dolor del cubano, y luego se pongan en el camino de la lucha verdadera por la libertad de mi país, y no den lecciones desde su abismal ignorancia o desde su maledicencia que resulta ya muy costosa.
Me pregunto si esos latinoamericanos hubieran sido tan tolerantes que hubieran defendido la idea de entregarle un Premio Sajarov a un ex militar argentino si éste se hubiera puesto en una falsa huelga de hambre. Me pregunto si las Abuelas de la Plaza de Mayo lo hubieran permitido, por cierto, qué tolerantes son estas señoras que no han querido reconocer todavía a las Damas de Blanco, las que han tenido que soportar muchos más muertos que estas señoras de pañuelo a la cabeza. Contemos para que vean, contemos los asesinatos de los Castro en relación a los de Videla y a Pinochet juntos. Aunque siempre he dicho que las comparaciones son insoportables, a veces no queda más remedio que recordar y echar mano a ellas. En ese caso, soy tan intolerante y tan intransigente, tan radical y tan imperfecta como ellas y como todos los latinoamericanos que han condenado a sus dictaduras.
Sin embargo, quiero precisar que Cuba no es América Latina. Cuba es ella, una isla. No quieran meterla a la cañona en ningún continente. Cuba es esa perla, escachada, renegrida, moribunda, de la que todo el mundo se quiere apoderar; no precisamente para revivirla, abrillantarla, y devolverle todo su esplendor, sino para espachurrarla y chuparle lo último que le queda, todavía más.
Así que con esos cantos de sirena a otra parte, que nosotros hemos tenido una música mucho más hermosa y libertaria que esos canticos retardados del Sur. En cuanto a lo demás, una buena trompetilla, un buen revirón de ojos, y a cagarse en la noticia y a limpiarse con el telegrama.
Y si no, miren a los mineros sudafricanos… Si es que siempre, siempre, hay un ejemplo para que el pueblo de Cuba se levante y decida, pero siempre tendremos a estos retorcidos llenándose los bolsillos con el dolor del cubano para atravesarse en el intento e impedirlo.
Sí, intolerante, radical, intransigente, e “imperfecta” en contra de las dictaduras. Contra todas. Y al que no le guste, tiene doble trabajo, no gustarle y aguantarme. Pero yo no cobro como cobran ellos.
Zoé Valdés.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Curra y que pasó con la frase de Tagore?, un saludo:S.

Iliana Curra dijo...

La cambié por la de José Marti para ser "arte y monte". Es decir, estar a la altura de los que respetan y entienden, y cagarme en la de los hijos de puta que entran a comer mierda al blog. Fíjate que se jodieron con los comentarios en moderación.