Un hombre anciano de Toronto se convirtió en el primer canadiense convicto de crímenes sexuales contra menores de edad en Cuba, al declararse culpable el viernes de seis cargos, incluyendo las inusuales acusaciones de turismo sexual con menores de edad.
James McTurk admitió haber cometido ofensas contra niñas de incluso 3 años de edad, durante una breve comparecencia judicial.
La fiscalía está ahora considerando pedir una orden de delincuente peligroso contra el hombre, de 78 años, una medida que podría conllevar la toma de varias medidas en contra de McTurk, entre ellas mantenerlo detrás de las rejas por el resto de su vida.
Cuando el juez Charles Vaillancourt le preguntó si era culpable o inocente de los cargos — un cargo de hacer pornografía infantil, otra de importar pornografía infantil, tres de interferencia sexual y una de invitación a tocar con propósitos sexuales— McTurk respondió “culpable” en voz baja.
McTurk fue la primera persona acusada por la Policía de Toronto con el inusual cargo de turismo sexual con menores de edad.
Su caso fue objeto de una investigación del
Toronto Star que examinó la gran libertad que tienen los delincuentes sexuales para viajar al extranjero a cometer sus crímenes, a pesar de la enmienda en el Código Criminal del gobierno canadiense que permite el procesamiento de personas que viajan al extranjero con el objetivo de buscar sexo con menores de edad.
El viernes, el trabajador postal retirado se convirtió en apenas la sexta convicción conocida bajo esa ley, y el primero cuyas ofensas se cometieron en Cuba.
A pesar de dos convicciones anteriores por pornografía infantil —en 1995 y 1998— y de haber sido incluido en el registro de delincuentes sexuales, McTurk podía viajar libremente. El tribunal fue informado de que él hizo 31 viajes a la isla entre el 2009 y su arresto en julio del 2012.
La Policía de Toronto empezó a investigar a McTurk cuando él fue a una tienda a imprimir fotos de un viaje a Cuba, y lo que la empleada vio —imágenes de niñas pequeñas, semidesnudas, sin sonreír— la alarmó.
“A la empleada del laboratorio fotográfico le preocuparon estas fotos porque las niñas parecían asustadas”, dijo la fiscal Anna Stanford.
Se llamó a la policía, y detectives se presentaron con una orden de registro a la dirección de McTurk.
Agentes arrestaron a McTurk el 24 de julio del 2012, en el Aeropuerto Internacional Pearson de Toronto a su regreso de otro viaje a Cuba.
Gráfica evidencia de las imágenes y videos descubiertos en su apartamento de North York y en tarjetas digitales que McTurk llevaba consigo al ser arrestado fue presentada ante el tribunal. Stanford leyó con voz contenida detalladas descripciones de lo que encontraron los detectives.
Las mismas incluían imágenes en primer plano de partes de los cuerpos de niñas pequeñas, y de McTurk en situaciones sexuales con las mismas niñas. En un video, dijo Stanford, se ve a McTurk entrando su lengua a la fuerza en la boca de una niña de 3 años.
“El tira de ella hacia sí mientras ella parece resistirse, e inserta repetidas veces su lengua en la boca de la niña”, dijo, leyendo una declaración concertada de los hechos. “Entonces él da un caramelo a la niña y la deja ir”.
En una entrevista con detectives, McTurk dijo que él conocía a una de las abuelas de la niña, a quien había conocido hacía 20 años.
“Ella estaba en la playa y tenía hambre, así que él le dio de comer”, dijo Stanford. “El mantuvo contacto con ella y se quedaba con ella y su familia por lo general cuando visitaba a Cuba. El le daba un par de cientos de pesos —aproximadamente $240 — cada vez que la visitaba”
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1 comentario:
Es cierto que merece la pena de muerte. Pero esto debe hacerse de modo tal que no sea una muerte benigna.
Especificamente en este caso deberíamos retornar a los tiempos de la inquisición y practicar la ejecución en la hoguera o el empalamiento. Y no debemos dejar fuera a los encargados de esa niña de tres años, bien sean sus padres o sean tutores.
Hay cosas tan repugnantes que nos hacen salir, de lo mas hondo de nuestros sentimientos, ideas con los más ejemplarizantes castigos.
Un fuerte abrazo,
Simón José.
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