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JOSE MARTI.

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viernes, 30 de diciembre de 2011

ARTICULO PARA RECORDAR.

Este artículo lo escribí hace un tiempo, pero siempre que llega el fin de año tengo que recordarlo. No ya por mí que estoy libre, sino por todas las mujeres que han tenido que seguir pasando por esto cuando yo terminé. Ahora mismo Ivonne Malleza e Isabel están en la Prisión de Mujeres de Occidente, la tristemente célebre "Manto Negro". Ivonne está, quizás, en esa misma celda que yo describo, una celda especial de castigo al final de la cárcel, allí, donde lo único que conoces es la oscuridad, los insectos, las ratas y la cercanía de la muerte. Pero como siempre, tengo fe que ella también soportará el castigo. Valor le sobra para eso. Y Dios tiene que ayudarla, porque Dios nunca nos pone donde no podemos soportar, y ella saldrá con su frente en alto y su libertad interna, esa que no tienen ni los guardias que cuidan la prisión.
Por: Iliana Curra

Quizás las huellas que deja una prisión son imperecederas. De ella sales, pero siempre estás dentro. En los recuerdos. Nunca puedes olvidar, aunque te lo propongas. Sobre todo, cuando tanta gente sigue sufriendo en las mismas condiciones de siempre. Cuando no acaba el castigo para los que han quedado atrás. Para los que han ingresado después de tu salida.

Los días son difíciles en una celda de castigo. Los minutos se convierten en días cuando pasan con la lentitud del tiempo estancado, ese que no avanza aunque lo empujes con tu imaginación. Aunque te transportes lejos para verlo deslizarse a prisa.

Días y días que transcurren con la sádica demora de un espacio que llenas con simples repasos de lo que fue y lo que pudo ser. Situaciones que ya no cambiarán porque no puedes, y porque tampoco quieres. La vida te enseña que cuando haces algo, si estás conciente de ello, está bien hecho. No hay espacio para el arrepentimiento porque hiciste lo correcto, o lo que creías correcto.

Una celda oscura donde ni las manos te ves. El frío del cemento donde único puedes sentarte te recuerda la humedad que cala tus huesos para siempre. El ruido de insectos por doquier te hace pensar que estás en medio de una selva, pero de una selva tenebrosa y solitaria donde pudiera aparecer en algún momento una rata que merodea buscando qué comer. Ella también tiene hambre.

Es 31 de diciembre de 1994. Un año que termina de una manera espantosa y piensas que mañana será, quizás, un año diferente. Donde todo pudiera cambiar para bien, o para mal…

La guardia trae una bandeja que apenas puedes ver. Como alimento contiene algo de arroz y un hueso largo que tiene –si acaso- unos milímetros de una carne de ave. Dicen que es de oca, y que es una comida especial para las presas en este último día del año. El olor es insoportable e, irremediablemente, saco la bandeja por debajo de la reja. No puedo ni probarla. Mi estómago me pide a gritos, aunque sea, ese salcocho mal cocinado para sostenerse. Pero no puedo comer.

Entiendo que estoy muy débil y que debería esforzarme para sobrevivir. El frío es intenso. Mis manos congeladas se esconden en los bolsillos de un abrigo hecho de tela sin guata, confeccionado expresamente para las reclusas. Mis uñas no dejan de estar moradas todo el tiempo y me invade una soledad que nunca antes había sentido.

Pienso en mi familia. En mis visita suspendidas para aumentar el castigo. Pienso en los otros prisioneros políticos, que como yo, también están padeciendo lo mismo, y quizás hasta peor. Pienso en Cuba y en los millones de personas que esperan que el próximo año venga mejor. Que se acabe esa dictadura que los oprime. Pero yo estoy libre. No importa que esté en una celda húmeda, oscura y solitaria. Soy libre y eso nadie lo puede cambiar.

A lo lejos, escucho las voces de dos muchachas recluidas en ese destacamento. Un destacamento construido a lo lejos del penal, adonde nadie llega, para encerrar a presas infectadas con el virus del SIDA. Ellas también están solas, lejos de su familia y sin esperanzas de salir vivas de la cárcel. Siento sus risas y una alegría momentánea por algo que no comprendo. Me alegro por ellas, al menos ahora se sienten lejos de esa muerte que siempre las acecha.

Mis oídos, adaptados al menor de los ruidos, sienten pasos a lo lejos. Se acerca alguien, pero no son las botas de la guardia las que vienen hacia mi celda. Son pasos pequeños y suaves que se deslizan corriendo. Una risa traviesa llega a los barrotes de mi celda como el canto de un pájaro. Dos caras risueñas y llenas de emoción se paran a unos pocos metros, y cuando se sintieron seguras al verme en la sombra, sus manos traspasaron las rejas frías de una noche invernal para, con sus puños cerrados, entregarme unos pequeños pedacitos de chicharrones de puerco que les habían llevado para comer.

Es algo que jamás podré olvidar. No fue la comida que me llevaron. Fue la acción que tuvieron acordándose de mí cuando me encontraba en los momentos más difíciles que he vivido. Cuando la noche era más fría y la nostalgia te invade hasta la saciedad. Cuando te sientes más sola que nunca. Cuando casi dejas de creer en la humanidad de un mundo indiferente sumido en su propio egoísmo.

No puedo evitar recordar aquello. En mi mente están vívidas esas imágenes de dos muchachas que ya deben haber muerto hace tiempo. Que sufrieron más que yo el rigor de una prisión porque estaban enfermas. Que supieron compartir con alegría sus alimentos porque sabían que yo apenas probaba el salchocho que me entregaban.

Ellas hicieron algo que estaba prohibido, pero se arriesgaron al castigo para hacerme feliz, al menos, con algo que yo comería. Y así, corriendo, con la misma travesura con que llegaron, volvieron a sus galeras felices de haber compartido conmigo lo poco que tenían para ellas. Me dieron una tremenda lección de que la humanidad aún existía.

Y en ese momento, como Ana Frank escribiera en su Diario, creí en la bondad innata del hombre.

lunes, 26 de diciembre de 2011

A LA CARCEL POR EXPRESARSE LIBREMENTE...EN UNA DICTADURA MILITAR.

Aquí están los famosos "cambios" de Raúl Castro. Se trata de más de lo mismo. Van a parar a la cárcel aquellos que usan su derecho a opinar, a protestar contra una dictadura. Esto es lo que le sigue esperando a una Cuba sometida por la barbarie castrista que cumple 53 años en el poder pisoteando a su pueblo. Qué dicen ahora los cambia-casacas, los llamados "disidentes reformistas", los chivatos defensores de aquella basura de tiranía, los ingenuos?

Tres personas inocentes ahora se encuentran en prisiones inmundas donde, no solo el castigo es estar encerrado, es convivir con delincuentes comunes de altísima peligrosidad, sometidos al peligro permanente de ser golpeados, tanto por guardias como por reclusos o reclusas (en el caso de las mujeres). La tristemente célebre "Manto Negro" tiene una larga historia sobre estos castigos contra presas políticas. Y el mundo? Como siempre, indiferente.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

REPRIMEN EN CAMAGUEY PROTESTA QUE PIDE LIBERTAD DE OPOSITORES.

Arrestan a opositores en Camagüey
Por Félix Reyes

Tomado de Cubanet. – Cinco opositores pacíficos fueron arrestados en Camagüey el pasado 19 de diciembre, por organizar una protesta para exigir la liberación de Ivonne Malleza, Ignacio Martínez e Isabel Haydee, arrestados en La Habana el 30 de noviembre, luego de escenificar un protesta pacífica contra el régimen en el Parque de la Fraternidad de la capital.

Miembros de Seguridad del Estado y policías detuvieron a los activistas al salir de la vivienda del disidente Santos Manuel Fernández, situada en calle Línea, entre A y Final, cuando se dirigían al Parque Finlay en la capital provincial.

Uris Núñez, Daniel Millé, Jorge Luis Suárez, Noslán Basulto y Santos Manuel Fernández, miembros del Frente Nacional de Resistencia Cívica y Desobediencia Civil ¨Orlando Zapata Tamayo”, fueron conducidos a la sede de la policía política, donde se encontraban detenidos al cierre de esta información.