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"ARTE SOY ENTRE LAS ARTES. Y EN LOS MONTES, MONTE SOY"
JOSE MARTI.
jueves, 24 de julio de 2014
miércoles, 15 de mayo de 2013
NATALICIO DE ORLANDO ZAPATA TAMAYO
martes, 27 de noviembre de 2012
jueves, 9 de agosto de 2012
UN DIALOGO
EN TIEMPOS DE COLERA
sábado, 17 de marzo de 2012
EN BOCA CERRADA... POR: ILIANA CURRA

EN BOCA CERRADA…
La acción llevada a cabo de manera pacífica por 13 opositores en la iglesia de la Caridad en La Habana, ha sacado a relucir facetas desconocidas de algunos de los opositores y/o disidentes que no pudieron contenerse para emitir una crítica dura a los que tuvieron la inteligencia y el valor de hacer algo que realmente llamara la atención sobre la situación cubana.
La falta de solidaridad ha sido tal, que no puedo negar mi enorme frustración por aquellos que siempre se les ha dado la mano y se les ha apoyado totalmente. Y con mucho pesar tengo que decirlo.
Expresar que “respetas, pero no apoyas” a alguien que ha entrado a una iglesia para usarla como mediadora en demandas que son para todos, ya es una manera de juzgarlos, como fue el caso de Berta Soler, portavoz de las Damas de Blanco.
Tampoco es una “irresponsabilidad”, ni “servir en bandeja de plata” al desgobierno, ni a la alta jerarquía de la iglesia cubana, como dijera Antúnez, quien fue mucho más lejos diciendo que esto “pudiera ser una maniobra de la Seguridad del Estado” porque “no los conocía”.
José Daniel Ferrer dijo desde Santiago de Cuba “no estamos de acuerdo conque se tomen instituciones religiosas”, como si le hubieran pedido permiso para hacerlo. De la misma forma que Martha Beatriz Roque dice al canal 41 que tampoco está de acuerdo conque se tome a una iglesia, como si lo hubieran hecho con una bazooka y AK-47, a la vez que dice estar en “una recepción”, mientras que los 13 se estaban muriendo de hambre porque el párroco en su tremenda cobardía les negaba alimentos.
Y no podía faltar Yoani Sánchez, quien no aceptaba que entraran al templo de Dios para pedir lo mismo que ella a veces pide, aunque le agregue siempre su solicitud de salir a buscar sus premios, actitud prioritaria por encima de cualquier demanda para todos.
Por supuesto que un disidente socialista como Cuesta Morúa tuviera que decir que: “no fue acertada por parte de esos compatriotas de ocupar una iglesia”, es algo que no me extraña. Oswaldo Payá se pronunciaba diciendo que: “no es prudente que en sus templos, en sus cultos, en sus publicaciones y en sus estructuras pastorales o de otro tipo, se busquen espacios para demandas políticas aunque estas sean legítimas”. El hombre de la iglesia hasta el otro día…
Y claro, cuando los sacaron “pacíficamente” a patadas y golpes, los mismos críticos acusaron a la iglesia y al régimen por usar la fuerza bruta, cuando en sus arremetidas y faltas de reconocimiento, crearon el ambiente propicio y necesario para que hicieran con ellos lo que querían.
Yo apoyo a estos trece cubanos que tuvieron el valor de hacer algo de manera pacífica, pues ni secuestraron a nadie, ni tomaron por el cuello al párroco, ni siquiera interrumpieron la actividad normal de la iglesia, la misma que luego se quejaba lastimosamente porque ellos se mantenían firmes en el lugar. Hasta el mismísimo Cardenal sirvió –como siempre lo hace- como intermediario entre las rejas y el régimen, pero esta vez al revés. En vez de sacarlos de la isla, los entregó a la policía política.
No deja de llamarme la atención alguien que desde aquí también se ha prestado para el profundísimo análisis de decir que no están de acuerdo porque la “iglesia es sagrada”, nombre que le da a un corto artículo, Adolfo Fernández Saínz, un expreso de los 75, desaprobándolo categóricamente: “A mí me parece un gran error “tomar” una iglesia por asalto como si fuera un puesto militar”, como si efectivamente la hubieran tomado por las armas.
Creo que la acción de entrar a las iglesias –porque fueron varias- y mantenerse en una hasta las últimas consecuencias, requiere del valor y la firmeza de quienes lo hicieron convencidos de sus demandas. Adelantarse a la Seguridad del Estado, que fue prácticamente lo que han hecho algunos, es de por sí un acto condenable, más allá de expresar un criterio, emitieron una condena de su parte, avalando la represión que luego llegara con toda su fuerza.
Es una pena que estas cosas sucedan, cuando un régimen oprobioso y criminal está contra la pared. Cuando la llegada del Sumo Pontífice está por llegar y esta acción, válida y valerosa, escribe la historia de la mejor manera. La represión que les espera a estos 13 cubanos y a los otros que en diferentes provincias entraron a las iglesias exigiendo demandas a la dictadura, apenas empieza. Aquellos que se adelantaron al régimen, aún siendo parte del lado contrario, siempre tendrán que recordar ese famoso refrán que les viene como anillo al dedo: “En boca cerradas –señores-… no entran moscas”,
jueves, 8 de marzo de 2012
ENTREVISTA PARA RADIO MIAMI INTERNACIONAL.
sábado, 28 de enero de 2012
sábado, 21 de enero de 2012
QUE EL SANTO PADRE CANCELE SU VIAJE A CUBA.

QUE EL SANTO PADRE CANCELE SU VIAJE A
Ya sé que me dirán que es imposible. Pero no creo en los imposibles. Creo en la dignidad humana y en aquellos que asumen su posición en la vida… y en la historia.
El Santo Padre ha decidido viajar a
Qué esperan
Me gustaría que el Vaticano reconsiderara su viaje a una
Que caminará entre militares y agentes de la Seguridad del Estado que sostienen un sistema sediendo de sangre donde se tortura, se encarcela, se golpea a mujeres indefensas y hasta los niños reciben su dosis de represión para ejercer presiones a sus padres opositores que quieren un mundo mejor para todos.
Quizás haya que enseñar un poco de historia al intermediario entre Dios y la tierra para que conozca que visitará a la antesala del Infierno. Parece mentira que ser sabio en ocasiones solo te sirve para cometer una infracción moral de graves consecuencias. Eso es connatural en los hombres, y el Sumo Pontífice no es una excepción a pesar de su lugar en el mundo.
Ir a
Sabrá esto el Santo Padre o habrá que explicarle, una vez más, que visitar una dictadura militar y atea que promulga el odio como factor de lucha y la muerte como manera de deshacerse de quienes disiente, es inmoral. Es tan difícil que el Sumo Pontífice lo entienda?
Yo sé que es difícil a estas alturas que el Vaticano cancele su viaje al Infierno. Ya marcha sobre ruedas todo el proceso para el evento que se avecina. Solo queda que lean los miles de correos electrónicos y faxes envíados a las sedes católicas de Roma y
Espero con toda la fe
viernes, 30 de diciembre de 2011
ARTICULO PARA RECORDAR.

Quizás las huellas que deja una prisión son imperecederas. De ella sales, pero siempre estás dentro. En los recuerdos. Nunca puedes olvidar, aunque te lo propongas. Sobre todo, cuando tanta gente sigue sufriendo en las mismas condiciones de siempre. Cuando no acaba el castigo para los que han quedado atrás. Para los que han ingresado después de tu salida.
Los días son difíciles en una celda de castigo. Los minutos se convierten en días cuando pasan con la lentitud del tiempo estancado, ese que no avanza aunque lo empujes con tu imaginación. Aunque te transportes lejos para verlo deslizarse a prisa.
Días y días que transcurren con la sádica demora de un espacio que llenas con simples repasos de lo que fue y lo que pudo ser. Situaciones que ya no cambiarán porque no puedes, y porque tampoco quieres. La vida te enseña que cuando haces algo, si estás conciente de ello, está bien hecho. No hay espacio para el arrepentimiento porque hiciste lo correcto, o lo que creías correcto.
Una celda oscura donde ni las manos te ves. El frío del cemento donde único puedes sentarte te recuerda la humedad que cala tus huesos para siempre. El ruido de insectos por doquier te hace pensar que estás en medio de una selva, pero de una selva tenebrosa y solitaria donde pudiera aparecer en algún momento una rata que merodea buscando qué comer. Ella también tiene hambre.
Es 31 de diciembre de 1994. Un año que termina de una manera espantosa y piensas que mañana será, quizás, un año diferente. Donde todo pudiera cambiar para bien, o para mal…
La guardia trae una bandeja que apenas puedes ver. Como alimento contiene algo de arroz y un hueso largo que tiene –si acaso- unos milímetros de una carne de ave. Dicen que es de oca, y que es una comida especial para las presas en este último día del año. El olor es insoportable e, irremediablemente, saco la bandeja por debajo de la reja. No puedo ni probarla. Mi estómago me pide a gritos, aunque sea, ese salcocho mal cocinado para sostenerse. Pero no puedo comer.
Entiendo que estoy muy débil y que debería esforzarme para sobrevivir. El frío es intenso. Mis manos congeladas se esconden en los bolsillos de un abrigo hecho de tela sin guata, confeccionado expresamente para las reclusas. Mis uñas no dejan de estar moradas todo el tiempo y me invade una soledad que nunca antes había sentido.
Pienso en mi familia. En mis visita suspendidas para aumentar el castigo. Pienso en los otros prisioneros políticos, que como yo, también están padeciendo lo mismo, y quizás hasta peor. Pienso en Cuba y en los millones de personas que esperan que el próximo año venga mejor. Que se acabe esa dictadura que los oprime. Pero yo estoy libre. No importa que esté en una celda húmeda, oscura y solitaria. Soy libre y eso nadie lo puede cambiar.
A lo lejos, escucho las voces de dos muchachas recluidas en ese destacamento. Un destacamento construido a lo lejos del penal, adonde nadie llega, para encerrar a presas infectadas con el virus del SIDA. Ellas también están solas, lejos de su familia y sin esperanzas de salir vivas de la cárcel. Siento sus risas y una alegría momentánea por algo que no comprendo. Me alegro por ellas, al menos ahora se sienten lejos de esa muerte que siempre las acecha.
Mis oídos, adaptados al menor de los ruidos, sienten pasos a lo lejos. Se acerca alguien, pero no son las botas de la guardia las que vienen hacia mi celda. Son pasos pequeños y suaves que se deslizan corriendo. Una risa traviesa llega a los barrotes de mi celda como el canto de un pájaro. Dos caras risueñas y llenas de emoción se paran a unos pocos metros, y cuando se sintieron seguras al verme en la sombra, sus manos traspasaron las rejas frías de una noche invernal para, con sus puños cerrados, entregarme unos pequeños pedacitos de chicharrones de puerco que les habían llevado para comer.
Es algo que jamás podré olvidar. No fue la comida que me llevaron. Fue la acción que tuvieron acordándose de mí cuando me encontraba en los momentos más difíciles que he vivido. Cuando la noche era más fría y la nostalgia te invade hasta la saciedad. Cuando te sientes más sola que nunca. Cuando casi dejas de creer en la humanidad de un mundo indiferente sumido en su propio egoísmo.
No puedo evitar recordar aquello. En mi mente están vívidas esas imágenes de dos muchachas que ya deben haber muerto hace tiempo. Que sufrieron más que yo el rigor de una prisión porque estaban enfermas. Que supieron compartir con alegría sus alimentos porque sabían que yo apenas probaba el salchocho que me entregaban.
Ellas hicieron algo que estaba prohibido, pero se arriesgaron al castigo para hacerme feliz, al menos, con algo que yo comería. Y así, corriendo, con la misma travesura con que llegaron, volvieron a sus galeras felices de haber compartido conmigo lo poco que tenían para ellas. Me dieron una tremenda lección de que la humanidad aún existía.
Y en ese momento, como Ana Frank escribiera en su Diario, creí en la bondad innata del hombre.
martes, 6 de diciembre de 2011
RECORDANDO ESCRITOS: MI HABANA IMPURA.

MI HABANA IMPURA
Quisiera idealizarla en mi mente como muchos otros, pero no puedo. La recuerdo siempre sucia. Sus calles, apenas barridas con escobillones maltrechos, mantenían el polvo de días. Más bien, de años.
La Habana radiante y alumbrada de otros tiempos, ya nunca más lo fue. Ni siquiera la recuerdo. Me tocó nacer cuando sus luces se apagaban aceleradamente. Empezaba el desbarajuste de un sistema que todo lo destruye. ¡Hasta los sueños!
Caminar por sus calles, a veces largas, estrechas y malolientes, no era necesariamente mi orgullo nacional. Sus olores desprendidos de viejos latones de basura eran parte de una vida ya cotidiana a fuerza de una suciedad permanente. Edificios desgastados que morían a diario porque nunca recibieron, ni siquiera, unos brochazos de cal para mantenerlos arreglados y limpios. Ellos no entraban en los planes quinquenales de los procedimientos comunistas de una revolución que todavía hace gritar a sus seguidores: “Venceremos”.
Y es que, indudablemente, jamás han vencido. Perdieron desde el mismo momento en que decidieron imponerse por la violencia y mantenerse por la represión. Y La Habana, esa bella ciudad perdida en el tiempo y en la oscuridad de sus apagones planificados, perdió el brillo natural para convertirse en algo más que una sombra.
Vertederos de basuras por cualquier esquina eran parte de la decoración revolucionaria. Carteles con lemas y consignas adornaban cada lugar como para perfeccionar el ornato público de una ciudad donde su gente, agitada e inquieta por buscar el pan diario de cada día, apenas se preocupaba por la fetidez permanente.
Mi Habana, surrealista y sugestiva. Deslucida y ensombrecida, ya no era la Habana que otros vivieron. Son ellos quienes la idealizan y la perpetúan intacta, cual reliquia de un pasado que jamás volverá. Mi Habana no es más que un espectro aparecido en los sueños de quienes aún la quieren tal y como la dejaron. Los que creen que, al regresar, la encontraran incólume y erguida como si el tiempo se hubiera detenido por casi cinco décadas.
Ella estará, sí, tratando de levantarse de sus propias ruinas provocada por una cosa que llamaron revolución nacionalista, pero que no fue más que una autocracia empañada de matices rusos, checos y alemanes llamados democráticos. Envejecida por el sufrimiento y la desesperanza acecha el futuro con desconfianza y temor. No quisiera, tampoco pudiera, comenzar desde el principio, cuando fue secuestrada por barbudos montados en tanques de guerra y crucifijos en sus pechos seguidos de enardecidos pobladores embriagados de un triunfalismo fatal. Una sucesión de esa etapa sería su ineludible muerte. No lo soportaría.
Así está mi Habana. Impura y desesperada. Casi implorando que cambie todo para evitar su expiración. Como si cada minuto que pasa fuera una molécula de oxígeno que derrocha. Agoniza. Se extingue en la penumbra de sus interrupciones eléctricas por desgastes perennes de un sistema que no funciona. Nunca ha funcionado. Su gente, antes alegre y bulliciosa, hoy vive en incertidumbre propia de los que carecen de la ilusión necesaria. Una gran mayoría, arrastrados por el alcoholismo y los desenfrenos típicos de los que viven sin mañana, apenas pueden con sus angustias. Otros se lanzan a las profundas aguas de un mar que no se compadece y se los lleva para siempre. Otros, quizás más convencidos de su responsabilidad, padecen indebidos encierros sufriendo el atropello perenne de su dignidad. Otra parte resiste los embates de la represión en sus calles, donde el terror se impone porque es parte de la cuota no racionada de un régimen que todo lo controla.
Pero ahí sigue mi Habana, tambaleante y destartalada. Enmohecida y triste, como esperando algún día ver la luz más allá de esas sombras que ahora la envuelven. Quizás sabe, que a pesar de todo, habrá un amanecer. Será en ese entonces que ya no existirán más discursos de verde olivo, ni histéricas arengas incitando al linchamiento de quienes se oponen al terrorismo de estado. Ni protección gubernamental al ultraje. Ni sangre derramada en los paredones de fusilamiento.
Será justamente en ese momento que se enaltezca, sus vicios desagüen al mar y surja nuevamente La Habana. Sin piratas, ni corsarios, ni barbudos rebeldes. Sin fiscales ávidos de sangre, ni intervencionistas despiadados y fríos. Sin internacionalismo proletario, ni tropas injerencistas. Sin jineteras, ni extranjeros depravados, sin niños mendigos, ni pioneros comunistas. Sin refugiados políticos, sin exilio. Sin muertes en otras tierras. Esa será mi Habana. La que idealizo más allá de las liviandades actuales. Más allá de todo lo sucio que pueda haber. Más allá de la salida sin regreso.
jueves, 25 de agosto de 2011
ZOE VALDÉS COMENTA SOBRE EL DEBATE EN "A MANO LIMPIA". GRACIAS, ZOÉ.

Algunas observaciones a Enrique Patterson: ¿Por qué no puede haber emoción en la discusión? La emoción es inherente a las reacciones de cualquier ser humano. Emocional ha sido Hugo Cancio y emocional ha sido Pablo Milanés al decidir hacer ese concierto sabiendo que favorece nada más que al bolsillo de ellos, y sobre todo, al castrismo. Emoción hubo en las víctimas del Holocausto, y la hay todavía, como hay emoción en cada una de las víctimas del comunismo. ¿Cuál es el pecado de la emoción?
Por otra parte, del mismo modo que los victimarios dejan de serlo en cuanto deciden exiliarse (por cierto en ese mismo programa se han invitado ex terroristas castristas, y no precisamente para tratarlos como tales, sino como a víctimas, luego que les pisaron el callo), también, llevando el tema al terreno artístico, los artistas cubanos exiliados verdaderamente anticastristas dejan de serlo para los canales de televisión en Miami, así como para los promotores de talento; al parecer lo que interesa promover de un tiempo a esta parte es a los que siguen siendo soportes del castrismo. De ese plan, que es una pena que no se toque en el programa de Oscar Haza, y en otros programas, de ese plan del castrismo de enviar emisarios políticos a través del arte a Miami, es de lo que se debería discutir.
Yo estoy de acuerdo en que no se debe agredir verbalmente a nadie, y mucho menos de manera racista, pero también espero que a Patterson no les esté ocurriendo lo de tantos negros norteamericanos, que primero son negros y después americanos. Lo que no es el caso de los negros cubanos, los cubanos siempre han sido cubanos antes de ser cualquier raza en particular. Celia Cruz era cubana, y solamente cubana, y la lista es innumerable, donde lo primero era lo cubao y luego venía el resto. Por una razón muy sencilla, porque “el ser humano lo primero que tiene es su dignidad personal”.
Estoy de acuerdo con Iliana Curra en que ha habido difamaciones en contra del exilio, y uno de los que ha difamado, no sólo con palabras, sino en sus canciones, es el mismo Pablo Milanés, por ejemplo con su canción: Yo me quedo.
Por otra parte, cuando un pro castrista deja de serlo, y hace declaraciones en contra del régimen, y sus informaciones sirven para combatir al régimen, pues entonces, aunque nos moleste, deben ser tratados como bienvenidos, casos hay hasta para hacer dulce; pero en el caso de Pablo Milanés, no ha hecho declaraciones en contra del régimen, ni se ha puesto del lado de las víctimas, y en esencia no ha pedido perdón por su apoyo a fondo al castrismo. No estará en Miami como uno de nosotros, estará en Miami representando al castrismo, invitado para representar su idea más o menos pro castristas.
Estoy de acuerdo con Patterson de que el castrismo es una mentalidad, es más, el castrismo es un producto de la mentalidad del cubano, como mismo el hitlerismo hizo a Hitler, y el stalinismo hizo a Stalin, porque estamos ante un sentimiento totalitario, como bien decía Guillermo Cabrera Infante. Y uno puede luchar contra una idea, pero resulta más difícil hacerlo contra un sentimiento. Pero hay una territorialidad, localizada en la isla de Cuba, en donde nació y se enquistó el castrismo; y que ahora focaliza a otros terrenos, y el principal es Miami, y todo Estados Unidos.
Que Pablo Milanés vaya a cantar a Miami no es el problema más grave, el problema más arduo es el suyo propio, el que él tiene con él mismo, y que al ser un artista, lo proyecta sotre los demás obligando a que se implique con sus puntos de vista, y eso él lo sabe, aunque lo peor es que todavía, sabiendo lo que está haciendo, lo que irá a representar, no tiene la valentía de unirse al exilio, de unirse a Biscet, de unirse a Antúnez, y de reconocer que el comunismo ha fracaso, que el socialismo es un fracaso absoluto (lo que se acaba de ver en España, y lo que se está viendo en Estados Unidos), pero claro, es tarde para que cambie de forma de pensar, aunque como he dicho siempre, no es de los peores. Pero si yo fuera Pablo Milanés sólo me presentaría en Miami si llegando al aeropuerto declarara ante la prensa que los Castro son unos criminales y que el sistema castrista es el peor del mundo, después de haber pedido perdón, por supuesto, a las víctimas.
Zoé Valdés.
miércoles, 24 de agosto de 2011
viernes, 19 de agosto de 2011
LOS DERECHOS DE UN SOLO LADO.

Por: Iliana Curra
El Congresista federal por la Florida, David Rivera, ha propuesto un proyecto de ley que ha revuelto a los cubanos en Miami. Debates en la radio, la televisión, la prensa escrita, las redes sociales, los blogs, y todo lo que existe en la democracia, han sido parte de esta vorágine interminable de un tema que apasiona a todos. Y entre pasión y pasión, lo que más escucho es hablar de derechos.
Dicen los que viajan a la isla de manera constante, o los que no lo hacen nunca, pero quieren que otros lo hagan, que “tienen el derecho de viajar”. Otros dicen que “David Rivera no tiene el derecho de negarle ver a su familia”. Algunos hablan del “derecho que le asiste ir a Cuba cuando quieran y a lo que quieran. En fin, y entre derechos y derechos, todos se exigen nada más que aquí.
Y que nadie venga con la historia de que cuando entran a Cuba exigen derecho alguno. Los conozco aquí vociferando que cuando van a la isla son unas monjitas: hablan bajito, entregan todo lo que le quitan en el aeropuerto de Cuba, si los llama un oficial de la inteligencia castrista, tiemblan de miedo y bajan la cabeza, si les advierten que “deben portarse bien”, dicen que solo van a ver a su familia. Les dicen a sus amigos y familiares que no los comprometan hablando de política y que solo van a pasear y comer carne de puerco asada, que es lo más barato allá.
Esos mismos que tanto exigen aquí son los que, cuando van de viaje a Cuba, no te llevan ni un pomo de aspirina a un opositor no reconocido, así que mucho menos a un Antúnez, una Dama de Blanco, un prisionero político.
Tampoco hablan de los derechos de los 75 mil cubanos que están en una lista negra y no pueden viajar a la isla. Por ese derecho no chillan, mucho menos comentarlo allá en Cuba.
Son incapaces de hacer por alguien que tiene a un familiar preso político, para no comprometerse. ¡Mucho cuidado! Eso haría que los montaran en un avión y los pusieran de vuelta en Miami o de donde quiera que hayan salido.
¿Y qué me dicen de los que devuelven directamente del aeropuerto? Sus familiares se quedan afuera con las ganas de verlos, pero ellos, tranquilitos y sin protestar se vuelven a montar en su avioncito de regreso sin derecho a decir nada.
¡Ahhh, es que la democracia vale mucho. Aquí nos llaman trogloditas, carnívoros, intransigentes, come-niños-crudos y, a la par de los partidarios del régimen de La Habana, se ponen en fila para criticarnos porque son “sus derechos”.
No son capaces de tocar a la dictadura ni con el pétalo de una rosa. Allí no protestan, no alzan sus voces, no ayudan a un opositor, mucho menos a un preso. En fin, no hacen “olas” para que nadie los culpe de crear problemas en un país donde levantar la voz, es de por sí una condena al seguro.
¿Y sus derechos, qué? Quedan de un solo lado. Aquí son los exigentes de sus derechos y hasta de sus izquierdos…
Si esos mismos derechos que tanto exigen aquí y que, a la larga los hace hasta cómplices del régimen que los hizo salir corriendo, los usaran en Cuba, las cosas serían distintas. Eso sí que sería llevar la democracia hacia el otro lado del estrecho de la Florida. Pero se la guardan en un bolsillo o la dejan en una gaveta de su closet para cuando regresen.
Los derechos de un solo lado, el de acá. En Cuba ni chistan, pero van a la pachanga, en su gran mayoría, pero sin reclamar el mínimo de sus derechos, mucho menos el de sus familiares. Todo lo contrario, se los quitan para que no los comprometan. ¡Vaya con los derechos…de un solo lado!