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"ARTE SOY ENTRE LAS ARTES. Y EN LOS MONTES, MONTE SOY"
JOSE MARTI.

martes, 28 de septiembre de 2010

POSTEANDO LA DENUNCIA ANTERIOR, REGRESÉ EN EL TIEMPO A ESTE CASO QUE DENUNCIÉ EN EL 2003, MI PRIMER ARTÍCULO EN INTERNET, GRACIAS A LA NUEVA CUBA.

UNA HISTORIA REAL.

Tomado de La Nueva Cuba, octubre 18, 2003.

Este 23 de octubre de 2003 cumple apenas 33 años de edad, Julio César Morales González. También por esos días cumple 10 años de encarcelamiento injusto, torturas físicas y mentales. Su máximo delito: disentir de un sistema que quiso crear al "hombre nuevo", un experimento tan fracasado como sus métodos.

Julito, como lo llaman todos sus hermanos en prisión, ha recibido golpizas brutales, aislamientos absolutos en celdas de castigo, tratamiento con sustancias psicotrópicas. Le han negado tomar el sol por años, suspensiones de visitas familiares. Le han negado un tratamiento adecuado para sus enfermedades. Ha realizado innumerables huelgas de hambre, y lo han llevado a padecer por siempre de un desequilibrio mental como resultado de todas esas torturas. Pero no todo termina ahí. A Julito lo amenazaron con dañarlo de forma bestial. También las amenazas llegaron hasta la casa de su mamá pero las autoridades carcelarias hicieron caso omiso de las mismas. Cartas anónimas así se lo hacían saber. También llevaba 6 meses sin recibir medicamento alguno para sus problemas nerviosos con el fin de desestabilizarlo totalmente, pero las denuncias de su madre caían en un saco roto en la Dirección Nacional de Cárceles y Prisiones. Las órdenes ya estaban dadas, el plan inescrupulosamente detallado. Aprovechándose de su deteriorado estado mental, recibía sustancias nocivas en su celda para calmar su desequilibrio nervioso. Todo se fue preparando con una crueldad sin límites, hasta que en diciembre del año 2002 fue violado sexualmente por esos delincuentes que se venden por una visita extra o un pabellón conyugal. Su madre lo visitó el día 6 de enero y fue cuando se enteró de todo. Su hijo fue violado y dejado tirado en el camastro de la celda por tres días, sin recibir atención médica, sin dejarlo ver, incluso, ella no fue avisada de lo sucedido.

"Yo hice una denuncia pública en noviembre del pasado año 2002, de que reclusos comunes habían amenazado de muerte a mi hijo, así como también a mí. En las cartas decían que le ajustarían cuentas en la cárcel, y que en la calle tomarían represalias conmigo", declaró su madre. Su denuncia nunca fue escuchada por las mismas autoridades que promovían esta crueldad.
El dolor de una madre no se compara con nada al enterarse de algo tan espantoso: "Regresé a la casa como loca", dijo en una denuncia radial en Miami. Sus quejas a la Dirección Nacional de Cárceles y Prisiones en La Habana nunca tuvieron respuesta. Los guardias del penal dicen que supieron de la violación, pero que no podían castigar a nadie porque no sabían quiénes eran los autores. Después de varios días en la enfermería de la prisión, lo trasladaron a otra cárcel, pero luego lo regresaron al mismo lugar y lo encerraron en una celda de castigo en muy malas condiciones de salud. La misión ya había sido cumplida. La Seguridad del Estado demostraba una vez más su sádico e irracional tratamiento a los prisioneros políticos.

"Mi hijo no es una persona que pierde la mente, pero manifiesta sus problemas nerviosos en sus ojos y en sus manos, que le tiemblan mucho", explica la madre. Los ojos de Julito son azules y profundos, desorbitados de tanto horror que ha tenido que padecer en su encierro.

Lo conocí en 1995, coincidimos en un traslado a un hospital de Camagüey. Un carro jaula de la prisión de máximo rigor de Kilo-8 traía consigo a varios presos. En la parte de afuera de la jaula nos montaron, éramos tres mujeres prisioneras. Varios guardias de ambos sexos custodiaban el carro. Pegado a la reja metálica casi cerrada se encontraba un muchacho muy joven, desnutrido. Su piel era extremadamente blanca, una piel que llevaba mucho tiempo sin coger sol, sus ojos azules muy claros y profundos: era Julito. Preguntó por mi nombre y nos identificamos. Nuestro saludo consistió en tocarnos casi la yema de los dedos entre la reja, apenas un roce para identificarnos como hermanos de lucha y de encierro. Sus palabras contra el tirano no se hicieron esperar, y me di cuenta que estaba alterado, o mejor dicho: lo tenían alterado. Luego le escribí una "picúa" (una carta clandestina) a Jorge Luis García Pérez (Antúnez) le conté lo sucedido y me respondió explicándome en las condiciones que tenían a Julito, y cuánto le había afectado todo eso. Nunca he podido olvidar sus ojos en aquel encuentro, mucho menos desde que supe todo lo que le habían hecho.

Mi propósito de denunciar lo que sucede en Cuba, en particular con los presos políticos, tomó mayor fuerza. He visto y escuchado los horrores del presidio político, pero nunca algo tan espantoso, incluso, es algo más allá de la propia muerte. Es una muerte en vida, un trauma eterno, una herida difícil de cerrar. Es una vida joven condenada al dolor de sus torturas. No tienen perdón aquellos que cometen tales salvajadas, mucho menos los que la orientan.

"Otra cosa que quiero dejar claro en esta denuncia, es que mi hijo nunca se quitaría la vida, porque hace tiempo están tratando de hacer ver que quiere suicidarse, y no es verdad", dijo su madre desde Holguín. Es lo último que pudieran hacerle, ya no quedaría otra cosa. Lo único que espero es que la opinión pública, la prensa y el mundo civilizado conozca que en Cuba se tortura, y que se ha torturado desde que en 1959 tomaron el poder los comunistas. Julio César Morales es una muestra de ello, pero nunca lo han podido doblegar, aún sigue siendo digno ejemplo de una juventud que no acepta tiranías, ni componendas, ni arreglos con el mismo régimen oprobioso que los reprime.

"Yo no pido que lo liberen, yo exijo que le den su libertad…ya lleva demasiado tiempo en prisión", dijo su madre desesperada desde Cuba, y es lo que todos debemos pedir: la libertad de Julio César Morales González y la de todos los prisioneros políticos.

Esta no es una historia ficticia, es tan real y triste como la ha vivido este joven nacido dentro de esa llamada revolución, ha vivido para contarla, y espero que continúe vivo para que en un futuro no lejano pueda recibir un tratamiento adecuado para sus nervios y aliviar sus males, Dios permita que sea pronto y en libertad.

*Iliana Curra Lussón es Exprisionera política cubana.
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

ANIMALES QUE NACIERON PARA ABUSAR Y ALIMENTARSE DEL SUFRIMIENTO DE LOS DEMAS YA LE LLEGARA SU HORA
DIOS TIENE BASTANTE TIEMPO.

Politicamente Incorrecto dijo...

-Lamentable, pero siempre después de un gran sufrimiento el sol brilla para todos.

Iliana Curra dijo...

Es cierto, pero muy triste, las secuelas y el dolor es por siempre, a menos que tengan una terapia bien fuerte. Lo que quería dejar claro que no era el primer caso. También pudieran haber otros que por temor o vergüenza no lo han denunciado.