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"ARTE SOY ENTRE LAS ARTES. Y EN LOS MONTES, MONTE SOY"
JOSE MARTI.

jueves, 30 de julio de 2009

SE FUE UNA AMIGA.











Ayer murió en esta ciudad de Miami, Alicia Bencomo, conocida por su labor en favor de la libertad de Cuba, ya sea en trabajos periodísticos o en innumerables protestas a las que asistía sin cansarse. Una amiga que se nos va sin ver a Cuba libre, sin regresar a la patria que la vio nacer y de donde tuvo que irse cuando un grupo de delincuentes tomaron el poder por la fuerza y se enfrascaron en la tarea de acabar con esa bella isla. A quien vamos a extrañar siempre y, cuando Cuba sea realmente libre y nuestra bandera ondee sin cadenas, represión o muerte, ella estará en la enorme lista de muchos que se fueron, pero que a la vez se quedaron en el corazón de todos.





¡Descansa en paz, Alicia.

VELO DE CRISTAL


Por: Rogelia Castellón

La ciudad de Hialeah, bajo la dirección de su alcalde, Julio Robaina, mantiene un programa dedicado a dar un espacio a todos los que tienen enseñanzas para niños, jóvenes y adultos. Gracias a esta gestión podemos disfrutar de eventos capaces de llevarnos a la cultura y al arte. Por eso, asistimos allí a una sesión presentada por la Editorial Nueva Prensa Cubana, la cual nos llevó por los caminos de sueños, verdades, deseos por cumplir y sobre todo de cubanía. Asistíamos a la presentación del libro de poemas Velo de Cristal, escrito por el ex preso político Manuel Vázquez Portal.

Desde el principio escuchamos voces de maestros. El señor Carlos Hernández, Presidente del Consejo de la ciudad, nos habló del beneficio del programa y dio la bienvenida a los asistentes. Nancy Pérez Crespo con su palabra de recuerdos, nos llevó en un viaje atravesando el pasado, en los primeros pasos de la cultura del exilio, representada en años anteriores por la Editorial Sibi, su primer regalo a los que en aquella época tratábamos de mantener la idea de patria y libertad, para que el recuerdo de Cuba no muriera. Alvaro Alba, fue el portador de la presentación. Su capacidad intelectual y el conocimiento de la obra dieron una visión clara del contenido del libro. Julio Shilling, maestro de ceremonia, con sentido emocionado dio lectura a una carta del poeta Alfonso Quiñones, dirigida a Vázquez Portal, la cual llevó lágrimas a sus ojos. El Alcalde Julio Robaina, nos dio la bienvenida y tuvo palabras de acogida para la labor de ese día. El acto lo cerraron Rachel Simhon, con una exquisita traducción al inglés de los versos del autor y el poeta, que con su voz especial nos condujo por los caminos llenos de sueños de su vida. Me impresionó, la gran cantidad de hombres y mujeres cubanos, asistentes al acto. Llevaban un rastro de melancolía en la mirada, pero sus bocas sonrieron cuando los versos del poeta les tocaron el alma.

En los asistentes, en las palabras y en la emoción de todos quedó claro que nuestro exilio, tiene un objetivo principal, la liberación de Cuba. Vamos a recuperarla y a fabricarla de nuevo, vamos a llenarla de democracia, nacionalismo y de cubanía. Vamos a sudarla con el sudor de todos convertidos en obreros de la patria y vamos a bañarla con versos de poetas. En el proceso de espera, debemos hacer patria, crear espacios para las ideas y palabras para expresarlas. Para eso llegamos a esta tierra los cubanos, con pasos destinados a mantener el deseo y el impulso de regresar. Para impedir que el sueño llegara a ser realidad, los Castro respondieron a nuestras acciones con cárceles y paredones. La vida entre rejas ha ido dejando huellas, siempre amargas, pero el dolor se ha quedado en la esencia del verso de nuestros poetas prisioneros. Ellos lograron que la esperanza y el sueño no los abandonaran, porque tenían una misión. Por eso, Vázquez Portal, pudo sonreír cuando leía sus versos al exilio, en un día de emoción para todos. ¡El, cumplía su misión en ese día!

Cubanía, es nuestro primer nombre. Hay un sentido de permanencia en la palabra. Nuestros hombres y mujeres cubanas, llevan a la cárcel castrista y traen al exilio, un sueño eterno, marcado en la pupila con una palabra: libertad. Vázquez Portal, sufrió en la prisión largas noches y tristes amaneceres. No podía contar las estrellas, no podía abrazar a la mujer amada, ni al hijo extrañado, pero podía llevarlos al pensamiento en cada palabra y convertirlos en versos. Así, sus ojos creían dormir cada vez que terminaba un sueño.

La poesía de este poeta, aclara el espíritu y lo eleva para llegar como en un vuelo a la campiña cubana, allá, allá lejos en el lugar en el cual los ojos amaron por primera vez al terruño amado y nunca olvidado. Allá, allá en donde el hogar primero nos rodeó de amor con un cielo distinto, con una flor y un ave, portadores de la belleza de nuestra isla.

“Lomaciega
mi madre cantando
tonadas quejumbrosas sin guitarra-
mientras vencía
la mugre
de rústicas camisas.”

Lomaciega, es para este poeta “Pureza inmemorial de los sonidos”. “soy tu arroyo, soy tu abeja”. Todo es verso en los recuerdos del poeta. Todo suena alegre en aquel pedazo de tierra. Lomaciega, llegada, abrazo, partida, lágrima ya seca en el camino. Lomaciega es raíz, quedada bajo la tierra de la patria. Quizá por ella, este poeta puede ser triste, pero tiene también siempre una sonrisa atravesando sus versos, recorriendo sus sueños.

“Traigo un sinsonte muerto sobre el hombro,
quiero escribir
y lloro.”

Puedo ver en sus imágenes la tristeza, quizá esta vez sin lágrimas, pero con dolor de renuncia y de entrega. No escribe, porque su corazón a veces triste, no quiere, llora porque es la gran ofrenda del hombre ante el dolor de una muerte.

Velo de Cristal, encierra las vivencias del hombre que vive dentro del poeta. Sus recuerdos más queridos, la pureza de sentimientos en cada verso y la presencia del cubano criollo.

Yo, quisiera hacer versos, para poder escribir acerca de lo que su obra merece, pero
como el poeta amigo “quiero escribir y lloro.”

miércoles, 29 de julio de 2009

EL ARRESTO (ARTÍCULO)


Por: Iliana Curra

Todo sucedió en una tarde lluviosa. Apenas escampaba, volvía a arreciar el agua. Era como si augurara un futuro de llanto. Yo me encontraba en un agro mercado ubicado en las famosas esquinas de Calzada del Cerro y Palatino, en La Habana. Ayudaba a mi padre con sus quehaceres de la venta. De vez en vez, cuando mis obligaciones como opositora me lo permitían, iba a darle una mano. La tierra colorada de Güira de Melena estaba por todas partes en el lugar, incluyendo mi ropa, mis brazos y mis manos, pero al menos estábamos haciendo lo posible para sobrevivir, en un lugar, donde no es fácil llevar un plato de comida a la mesa.

Seguía lloviendo copiosamente. Aún así, la gente transitaba dentro de aquel mercado como hormiguitas buscando qué llevar en sus bolsas de nylon. El cubano que no cargue con una bolsita de nylon de la “shopping” no sabe lo que es ser cubano en la isla. Es más importante que llevar su identificación encima. De no llevarla, es como si andara sin brazos. En fin, es tener la posibilidad de cargar lo que consigas por cualquier lugar.

Se vendió todo el producto ese día. Las condiciones del tiempo, al parecer, ayudó a la venta. Aunque lloviendo de forma constante, la gente se lanzó a la calle a buscar lo que pudiera ser la comida del día. Al otro día, ya verían qué comer. En Cuba se vive así. A diario. A pedacito, como diría cualquier cubano acostumbrado a ironizar con una realidad tan triste como la que se vive en la isla.

Serían aproximadamente las seis de la tarde. Seguía lloviendo. Eran momentos difíciles, aunque nunca han dejado de serlo en un país, hasta donde respirar, es peligroso. Cada uno cogió su bicicleta china y comenzamos a abandonar el lugar. Apenas unos pasos del mostrador, sentí una voz que me llamaba por mi nombre. El tono y la intriga que utilizaron para hacerlo no me dejó dudas. Ya conocía de sobra la forma de actuar de los agentes represivos de un régimen que supo enseñarme la crueldad que tienen para los que se oponen a ellos. No hizo falta indagar quiénes eran. Dos hombres vestidos de civil avanzaban a mis espaldas tratando de enseñarme un carnet que los acreditaba como esbirros.

Apenas sin virarme levanté una mano y les dije: “Ni se molesten, sé quiénes son”. A mi padre, que iba apenas un metro y medio delante de mí, le dije: “Viejo, espérate que aquí hay unos amigos que me están esperando”. Mi padre no entendió toda la ironía que puse en la frase “amigos”, y se viró para darles la mano. Le bajé el brazo y le dije: “Son amigos de la Seguridad del Estado que me vienen a arrestar”. Su cara fue de sorpresa total. ¿Pero, por qué? Los esbirros trataron de ser amables en un lugar donde aún quedaban personas dando vueltas por el mercado. “Solamente queremos llevarla para una entrevista”, dijeron sonrientes y cínicos. Le dije a mi padre: “No te preocupes, viejo, esta entrevista será por varios años, tu sabes que son unos mentirosos”.

Los puse en una posición tan incómoda que no sabían cómo irse. Mi padre cogió mi bicicleta, le di un beso de despedida y le dije: “No le digas nada a mami por el momento. Espera a ver qué sucede con esto”. Siempre la esperanza de volver se mantiene dentro de uno. Pensé que podía ser un arresto como otros tantos que me habían hecho. Pensé en un mugriento calabozo de una unidad policial o, quizás, nuevamente Villa Marista en condiciones totalmente tapiada. Pero esta vez no fue así. Ahora me esperaba la cárcel.

Los agentes salieron del agromercado por la Calzada de Palatino hacia la del Cerro. Atravesaron una calle y me condujeron a un lugar que desconocía. Según supe, era una oficina del Departamento Técnico de Investigaciones (DTI). Me sentaron en una butaca y me dijeron que debía esperar que agentes de la Seguridad del Estado del municipio 10 de Octubre (donde yo pertenecía), me vinieran a recoger. Allí estuve apenas una hora y media. Llegaron otros dos esbirros en una moto con “sidecar” e inmediatamente me trasladaron, en condición de detenida, a la Décima Unidad de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), ubicada en las cercanías de la Calzada de 10 de Octubre, en la Víbora.

Al llegar a la unidad policial me bajaron a los calabozos (que ya conocía, por cierto), y me encerraron en uno donde se encontraba una muchacha de la raza negra muy joven. Ella me contaba que había cumplido condena en la prisión de Manto Negro en condición de menor y que posiblemente volvería a la cárcel en esos días. Yo escogí la litera frente a ella (eran solamente dos literas) y me senté en la parte de arriba. De ahí se escuchaba algo el ruido de la calle. Los calabozos están como en un sótano y la única ventana, por así llamarla, es un cuadrado con unas rendijas que no te permite ver hacia fuera, pero entra algún oxígeno, ruido y todo el polvo que pueda recogerse de la calle, ya que está a la altura de la misma. Se hizo de noche. Me llevaron una bandeja que no le cabía más costras de churre con algo que parecía una sopa sin nada y algo de arroz. Les dije a los policías del calabozo que yo no tenía intenciones de comer y que estaría en huelga de hambre hasta que me sacaran de allí. Le di una patada a la bandeja y la saqué por debajo de la puerta.

Una vez más sentía el peso del encierro. El castigo ya no es con una misma, es con la familia también. Suponía a mis padres en esos momentos averiguando por mí. Y así mismo era. Estaban tratando de saber a dónde me tenían. Los peloteaban de un lado al otro, porque eso se llama: castigar también a los que te quieren, a la familia, a todos.

Pasé la noche pensando qué iba a pasar. Sin poderme bañar, ni siquiera lavarme los brazos llenos de tierra colorada, me acosté encima de una litera que tenía por colchón un tablón de cartón, de esos que sueltan pedacitos de astillas. Apenas podía acomodarme, era como dormir en el suelo. Mis huesos no encontraban la forma de adaptarse, teniendo en cuenta mis pocas libras de peso. Escuchaba voces desde afuera. Eran policías que se sentaban a conversar en la entrada de la unidad policial. La noche se hizo tan larga como pudo. Y al fin llegó la mañana.

Trajeron algo que llamaban desayuno. Tampoco lo probé. Mi suciedad ya me molestaba bastante y estaba bien incómoda. A media mañana abrieron la reja y me sacaron del calabozo. Un policía me trasladó a una oficina adonde estaba un hombre de mediana estatura. Su pelo, corto y erizado me recordó a un personaje siniestro que hacía poco tiempo me había amenazado violentamente. Sus ojos echaban fuego de tanto odio. Vestía de civil, como la vez anterior.

“Te lo advertí, vas a llorar lágrimas de sangre”, me dijo con el orgullo propio de un Coronel de la Seguridad del Estado. “Te voy a destruir”. Su odio era tan grande que despertó el mío también. Nos enfrentamos fuertemente de palabras. Me decía, y yo le respondía con la misma violencia. Me dejé arrastrar por un resentimiento que todavía no puedo evitar. Dicen que odiar no es bueno. Me lo imagino. Eso debe ser cuando se odia sin razón.

El Coronel, del cual jamás pude saber su nombre, me deseó lo peor. Que me pudriría en la cárcel. Que haría todo lo posible por destruirme. Creo que los dos empezamos a gritar a la vez. Nadie se entendía. Apenas escuché a un oficial, también de la Seguridad del Estado, que le decía: “Coronel, júzguela por desacato”. A mi ya no me importaba ni el desacato, ni nada. Le dije que algún día tendrían que sentarse en el banquillo de los acusados. Cuando Cuba fuera libre, cuando ya ellos no fueran los esbirros del régimen. “Alguien pagará por todo lo que están haciendo con nosotros”, les dije.

Ambos nos decíamos cosas y nadie se entendía. Trataba de amedrentarme, pero era peor. Me dijo que donde tenía que ser guapa era en “Manto Negro”, la nefasta Prisión de Mujeres de Occidente. Y hacia allí era donde iba.

Me sacaron de allí para llevarme al Tribunal Provincial de Ciudad de La Habana. En la Sala de la Seguridad del Estado recogerían un documento que permitía mi entrada en la cárcel. Una legalidad aparente en un sistema donde la ley la impone un dictador. El Coronel dijo que en las condiciones en que me encontraba no podía ir directo al tribunal, que debería pasar a bañarme y cambiarme de ropa. Como si para ir a una prisión hicieran falta tantas delicadezas.

Me llevaron a casa de mi padre. Una moto con “sidecar” fue nuevamente el transporte utilizado. Dos jóvenes oficiales con nombres inventados eran mis nuevos custodios. Uno decía llamarse Sosa, y era el que se dedicaba a hostigar a los opositores de Santos Suárez, donde yo vivía. El Coronel en cuestión era el jefe de la Seguridad del Estado del municipio 10 de Octubre.

Me llevaron al Cerro. Mi padre estaba trabajando. Mi madre andaba buscándome por toda la Habana. No le habían informado dónde me encontraba. Me bañé y cambié de ropa, ya que en ocasiones me quedaba en su casa y tenía siempre alguna ropa limpia en la casa. Al terminar, ya cuando casi nos íbamos, le dije a mi cuñada que les informara a mis padres que me llevaban a la cárcel de “Manto Negro”.

Apenas unos pasos hacia la puerta, entró mi madre. Cuando vio a los esbirros dentro de la sala empezó a gritarles lo que eran. Se pusieron tan nerviosos que le decían: “No se preocupe, ya nos vamos. Ya nos vamos”. ¡Son tan cobardes!

Los vecinos empezaron a asomarse a ver qué sucedía. Mi mamá les gritaba que eran unos asesinos y unos sicarios. Les decía tantas cosas que ellos no sabían qué hacer. Cualquiera puede comprender lo que se siente al ver irse a una hija a la prisión injustamente. La cuadra casi se llenó de curiosos, y eso es algo que les preocupa mucho a los agentes de la “Gestapo” cubana. Perturbados y apurados salieron casi corriendo por el pasillo hasta la calle y se montaron en la moto para irse con precipitación del lugar.

Apenas miré hacia atrás. El cuadro que dejaba era demasiado duro. Me iba preocupada por la salud de mi madre. En las condiciones en que estaba podía subirle la presión o cualquier otra situación aún peor. La moto llegó al Tribunal Provincial. Los dos agentes se bajaron y me dijeron que esperara allí. No sé si fue intencional para que yo tratara de evadirme. Me quedé sola, sentada en el “sidecar” de la moto, pensando qué podía hacer. No voy a negar que pensara en escapar, salir corriendo, pero, ¿para dónde? ¿Dónde podía ir que no me capturaran en poco tiempo? En una isla como es Cuba, ¿cómo saldría de allí?

El día estaba nublado. Cuando llegaron los agentes, arrancaron la moto y partieron hacia la Carretera del Guatao, lugar donde se encontraba la Prisión de Mujeres de Occidente. Nadie le llama así, el sobrenombre puesto por las presas del lugar cuando lo inauguraron es el más idóneo: “Manto Negro”, es como si te cubrieras de sombras oscuras que no te permiten ver más allá de tu propio espacio. Es como vivir en las tinieblas de un mundo peligroso y brutal sin saber cómo defenderte. Es como entrar al infierno, cerrar la puerta y botar la llave.

Comenzó a llover. Llovía fuerte y yo me tapé con el nylon que tapaba el “sidecar”. Los oficiales de la Seguridad del Estado se empaparon. Chorreaban agua y sus pistolas eran visibles al mojarse sus camisas. Realmente no sentí pena por ellos. Dos hombres que hacían uso de su fuerza represiva llevaban a una mujer indefensa a un lugar espantoso, simplemente, por expresarse. No podía sentir pena porque se mojaran.

Llegamos a la cárcel y nos bajamos en un lugar que le llaman el Oficial de Guardia. Allí controlan las entradas y salidas de todas las presas. Me dejaron sentada en un lobby, pero al poco rato regresaron para decirme que debíamos volver al Tribunal Provincial. ¡No lo podía creer! Son inútiles hasta para reprimir.

De nuevo, el mismo camino hacia atrás. Llegamos al tribunal y recogieron otro papel, para volver de nuevo a la cárcel. Ya estaba cansada y molesta. Ellos también. Me dijo el que se hacía llamar Sosa: “Ni en la cárcel te quieren”. Le respondí: “Será porque saben que es injusto lo que están haciendo”.

Ya a la vuelta sí me entraron a la cárcel. Un guardia me recogió y me llevaron a un lugar conocido como Guardarropía. Eran unas celdas pequeñas en una zona donde dejaban a las presas que entraban nuevas, una especie de depósito. Me introdujeron en una y al rato me llevaron una bandeja mugrienta con algo que llamaban comida. Allí estuve apenas una o dos horas.

Una guardia vestida de ropa de campaña verde olivo me fue a buscar. Mi condena era tres años de Correccional con Internamiento. Una condena a trabajo forzado en una especie de campamento ubicado al lado del penal. Hacia allí me llevaron. Apenas podía creer que estaba entrando a una prisión de mujeres. Comenzaba a poner los pies en la tierra, porque hasta el momento estaba viviendo como en una especie de nube, algo que no me permitía entender qué estaba pasando. Me imagino que eso te protege emocionalmente para evitar lo peor.

Empecé a darme cuenta que la realidad era cruel. Comencé a sentir la incomunicación. Ahora empezaba a vivir algo que no cabía en mi mente, pero que era real. Mi vida cambiaba drásticamente y mi futuro era incierto. Mis largos recorridos en bicicleta por La Habana, mis denuncias al mundo de las violaciones a los derechos humanos, mi familia, mis hermanos de lucha, mi cama, mis libros, mis amigos, mi barrio y mis vecinos, quedaban atrás. Ahora me sumaba como una prisionera política más. La lucha empezaba en otro terreno.

EL OTRO CIRCO.




En Latinoamerica el circo es algo alucinante para sus gobernantes ansiosos de un show todos los días de su vida. Se sienten "celebrity" haciendo algo que los lleve a la prensa y a todos los medios de difusión. El gorila golpista de Venezuela, quien ha sustituído en eso al vejete insepulto de La Habana, es quien más puntos recoge en ese sentido. Ahora que le han encontrado a las narcoguerrillas de las FARC armas procedentes de Venezuela, el gorila se altera y, en su eterna verborrea imparable, congela las relaciones con Colombia. Típico de dictadores que pretenden confundir a los demás. ¿Pudiera alguien, por favor, tirarle aunque sea una escupida a la verruga de este animal, por Dios?



martes, 28 de julio de 2009

SIGUEN LAS PENDEJADAS DE HUSSEIN OBAMA.


La administración del presidente Barack Hussein Obama ha revocado visas a cuatro altos funcionarios hondureños del nuevo gobierno de Roberto Micheletti, y sigue estudiando la posibilidad de revocar otras. Obama no reconoce al nuevo gobierno de Honduras, pero sí a la dictadura militar de Cuba, donde se tortura, se encarcela, se patea, se mata de hambre a un pueblo y donde la libertad es una compleja palabra diversionista. También cabe en este comentario la negación de una visa de entrada para un cubano que cumplió tres condenas en la isla, habiendo penetrado allí para luchar con las armas contra ese oprobioso régimen totalitario. Tomás Ramos, luego de haber cumplido ahora 18 años de prisión, tendrá que continuar en Cuba a merced de un sistema que no tiene compasión con sus enemigos y sabemos que cualquier cosa pudiera pasarle.
Pero asi las cosas, Obama ha mandado a retirar el cartel electrónico que desde la Sección de Intereses de Estados Unidos en la Habana, informaba al pueblo cubano la verdad que se le niega por los medios de comunicación estatales. Ese llamado "gesto de buena voluntad" de Hussein Obama, no es más que una hipocresía de su parte, teniendo en cuenta que sus gestos a favor de la dictadura militar cubana son, simplemente, gestos aduladores que realmente dan asco.

lunes, 27 de julio de 2009

"UNA LÁGRIMA POR MI TIERRA..." - PRECIOSO ESCRITO DE MI AMIGA, MARIA ELENA MOREJÓN, DESDE ALEMANIA


La cotidianidad y el ritmo aplastante de la vida, que inevitablemente tengo que seguir para sobrevivir en estas tierras me deja poco y casi nada de tiempo para que mis sentimientos se den el lujo de aflorar y decirme a mi misma que también soy débil a veces, que me mata la impotencia de saber a mis amigos en Cuba insinuándo una mísera ayuda que debí dar sin que casi me la debieran recordar, que otros viven practicamente como animales cuando acá me quejo de que este año no podré hacer vacaciones en otro país porque he de pagarle a la dictadura el precio de ver a mi familia.
Sí, hoy decidí dedicarme unas horas a mí, a escuhar la música que me hizo vibrar de adolescente, a dejar mis pensamientos volar, derramar las lágrimas por mi tierra y mi gente. Lloré, lloré, lloré por mi gente. Lloré por los miles de adolescentes orientales que sé que usan chancletas hechas con cuerdas de plásticos para ir a recoger café, obligados por un sistema que usa a los niños como mano de obra esclava ante los ojos indolentes del mundo.
Lloré por los chiquitos de los barrios marginales que visita el Dr. Ferrer, lloré por la madre de Sigler Amaya que clama desesperada por su hijo que muere lentamente, lloré por las condiciones en que están hoy en las cárceles Ferrer, Biscet, Sigler Amaya, Hechemendía y un montón más... y por qué no?, lloré por mi familia, por mi hijo que no puede jugar con sus primos y sus amigos, en su barrio, en el que nació.
Y escuhando linda música llegué a Michael Jackson y su extraordinaria "Canción de la Tierra" y mirando el video con la traducción en español de la canción, que hoy les dejo de regalo acá, se reflejó aún más el panorama de esa tierra que ha sido olvidada por muchos: Mi Cuba.
Y llorando aún le he pedido a Dios por ella y por mi familia y mis amigos y en especial por mis hermanos de lucha, todos, los de allá y los de acá y le he hecho una vez más la firme promesa de no descansar hasta ver a mi tierra renacer.

MUCHO DINERO PARA ZELAYA...


Los comunistas son como son: simplemente corruptos, descarados y vividores. Ya existen pruebas convincentes de todo el dinero que ha estado circulando para apoyar al vaquero de pacotilla de Zelaya. Todo se descubrirá poco a poco, y veremos pronto todo lo que ha hecho la izquierda (llámese el comunismo latinoamericano) en función de imponer una dictadura, también en Honduras.

OTRA PENDEJADA DE OBAMA


El presidente de los Estados Unidos de América, Barack Hussein Obama, hace una nueva concesión a la dictadura militar de La Habana: apagó el panel de mensajes que difundía las noticias que el pueblo cubano no recibe por otras vías, ya que el régimen, no sólo no informa, sino desinforma cualquier tipo de noticia, sobre todo cuando se trata de la verdad. Sigue la dictadura recibiendo concesiones por parte del presidente Obama, quien no acaba de comprender que, con los regímenes totalitarios y comunistas no se puede andar con mano blanda, ni dar de forma unilateral regalitos a criminales como Fidel y Raúl Castro. Ya la tiranía seguirá dando su respuesta: represión y más represión contra el pueblo cubano.

¡QUÉ PAPELAZO, ZELAYA!


Ni los acólitos de Manuel Zelaya, ni los amos, ni los canchanchanes han podido hacer desaparecer la nube de papelazos que ha hecho este vaquero en la frontera de Nicaragua con Honduras, intentando entrar, pero sin entrar. Vamos, en echa para atrás y para alante, pero al estilo cangrejo. ¿Quién iba a decirle a este personaje que sus amos lo llevarían a cometer tanta ridiculez haciéndose el patriota? Pero todavía hay tiempo para seguir sus pasos de van y vienen, sabiendo que ni el gorila venezolano de Chávez, ni el vejete insepulto de Cuba, Fidel Castro, dejarán de enviarlo a la candela. Mientras, ellos desde la comodidad de su oficina (en Venezuela) y de la cama de su hospital privado (en Cuba) verán como éste estúpido hace de títere con sus hilos al partirse, y caerá como una caricatura barata.

viernes, 24 de julio de 2009

HA COMENZADO EL SHOW.


Vamos Zelaya, tu show mediático apenas comienza en la frontera de Nicaragua con Honduras, intentando entrar con tu estúpida caravana, llena de malas intenciones contra tu propia nación, vendido al comunismo latinoamericano y al terrorismo internacional. A partir de ahora es tu turno para el show.

¿QUE DICE LA OEA, LA ONU, EL DEPARTMENTO DE ESTADO Y TODOS LOS QUE TANTO SE PREOCUPAN POR LOS DERECHOS HUMANOS EN EL MUNDO?


MANUEL ZELAYA: ¿IMPRUDENCIA O ANSIAS DE PODER?

El depuesto presidente, Manuel Zelaya, intenta entrar por la frontera a Honduras, apoyado por el borracho violador, Daniel Ortega, el mismo que supiera dar su propio golpe de estado en Nicaragua para terminar con una dictadura y empezar otra: la suya. pero Zelaya no va solo, lleva en su asquerosa caravana a un traidor llamado Edén Pastora, vendido ahora al mejor postor. Va junto a él también el canciller venezolano, Nicolás Maduro, en franca injerencia en los asuntos internos de Honduras de un esbirro chavista a nombre del gorila, Hugo Chávez.
El grupo terrorista de las FARC estaría apoyando económica y físicamente a los zelayistas, apoyando los disturbios y hasta las muertes que pudieran haber en este pequeño país centroamericano. Todo está por ver.

jueves, 23 de julio de 2009

CONTINÚA HONDURAS EN SU CAMINO A LA LIBERTAD.


¡FUERA ZELAYA! ¡FUERA LA INJERENCIA EXTRANJERA!

¡VIVA EL PUEBLO HONDUREÑO!

TOMADO DEL LIBRO "TODO LO DIERON POR CUBA", DE MIGNON MEDRANO.


ESTRELLA RIESGO

La víspera del Día de Reyes, el 5 de enero de 1969, Estrella Riesgo se apresta a irrumpir por la fuerza en la Base Naval de Guantánamo, Cuba con 100 arriesgados cubanos. Con apenas 18 años había contraído matrimonio con el que sería el padre de sus dos hijitas. Al tomar el poder el gobierno de Fidel Castro, comienzan las desavenencias en el matrimonio y cuando Estrella decide irse del país, ya Lázaro Gustavo Gálvez, teniente de la Marina y funcionario del gobierno, se ha divorciado de ella y contraído matrimonio con su segunda esposa. Aunque él le promete darle el permiso para sacar a las niñas, le aclara a posteriori que el Partido Comunista le prohíbe darles el permiso.

El hermano de Estrella le avisa que un amigo suyo tiene un camión-rastra “para dar un viajecito” y realizan el primer intento de fuga la víspera de San Lázaro, el 17 de diciembre de 1963, pero llega una contraorden y tienen que regresar a La Habana desde Guantánamo, en el otro extremo de la Isla. Estrella había mentido, diciendo que llevaba a las niñas a Pinar del Río, donde vivía su abuela. Tan pronto regresaron, el padre de las niñas las abrumó con preguntas sobre el viaje que habían dado con su madre al campo, inquiría sobre le paseo en camión, el nombre del lugar y si había mar, tratando de confirmar sospechas.

-Nuevamente, el 3 de enero tomamos un ómnibus hacia Oriente. Estuvimos en esa guagua toda la noche del 3 y todo el día y la noche del 4; finalmente, llegamos a Santiago de Cuba al amanecer del 5. Allí estuvimos paseando hasta que se hizo de noche y nos montamos en la rastra que nos esperaba al fondo de la terminal de ómnibus, Hicimos un recorrido recogiendo gente que estaba en el mismo plan; éramos más de cien… ¡algo increíble! Pasamos toda la noche en el camino desde Santiago hasta Guantánamo…

…Nuestro propósito era entrar con la rastra, pero eso no fue posible porque ya casi en los albores del día 6 la rastra se cae en un zanjón y queda virada de lado. A la orden de “¡Todos al piso, tírese todo el mundo!”, yo agarré a la niña mayor, alguien toma a la pequeña y nos echamos a correr. Desde donde quedó virada la rastra no se veía la base. Yo estaba medio atontada, después de tres noches sin dormir con las niñas tiradas sobre mí, apretujada entre hombres, mujeres y chiquillos dando gritos…me tambaleo y pierdo tiempo en echarme a correr, tropiezo con unos palos y caigo al suelo con la niña sobre mí y que queda una pierna atrapada entre los palos…no es fácil levantarse de una situación así…una persona me ayudó a levantarme pero ha había perdido tiempo para brincar la cerca de la frontera…

…De pronto aparece un “fronterizo” (guardafronteras), metralleta en mano, gritando, “¡Que te pares te digo, que te pares, que te voy a tirar!”, y por ahí empezó a gritar las obscenidades más vulgares. Cruzaba junto a nosotras Carmita Alonso con su hija. El fronterizo logró echarnos para atrás y los demás que llegaron nos hicieron un cerco y nos tiraron al piso. Entonces empezaron a disparar a tiro limpio y yo sentía cómo las balas silbaban sobre mi cabeza…Tenía la boca reseca, con esa resequedad que da la pólvora. Yo pegué la cabeza a la tierra, abracé a mi hijita, empecé a rezar y mientras esperaba la muerte decía: “Aquí hay que morirse, dicen que los tiros no duelen, que no se sienten, ahora, a morirnos”…

…Cuando llegan los guardias, nos separan en tres grupos, a las mujeres de los hombres y de los niños. Rastrillan las metralletas y llega en motocicleta el que parece ser el soldado principal y manda a parar el tiroteo. Suena otro tiro y la sangre de un herido salpica a mi hermano que está en el suelo, y un señor santiaguero, ya mayor, le grita, “¡Asesino, lo mataste!” El jefe le da un tiro en la pierna y lo lanzan sobre un camión donde casi se desangra…

…De allí nos pasaron por dos o tres campamentos, nos retrataron varias veces, nos llevaron a Seguridad en Santiago y allí estuvimos tres días. Aquel cuartucho era lo más deprimente del mundo. El pañal con que mi hijita tuvo que revolcarse por la tierra de la base estaba más limpio que los colchones de aquellas literas. En ese cuartico éramos 25, entre niños y mayores. Para repartir entre cinco o seis niños, pasaban una latica de leche con agua. A nosotros nos daban un agua de chícharos o garbanzos repleta de gorgojos. Vivian me decía, “Mami, que rica la papa”, y aquella comida estaba llena de bichos enteros…

…Nos mandaron para Villa Marista en La Habana. Allí volvieron a retratarnos. Mi hermana vino a recoger la niña pero no pudo impedir que el padre se la llevara. Mi madre y yo estuvimos presas juntas en la granja el primer año. Logré, por medio de abogados, tener algunas visitas, pero la niña me rechazaba. Ya estaba tan adoctrinada por el madre y la madrastra que ella misma me decía: “Usted no es mi mamá, mi familia es ésta y usted no tiene que venir a verme. Y a mi hermanita que se llevaron para los Estados Unidos le van a sacar los ojos, porque allí matan a los niños y les sacan los ojos”. Y hasta el sol de hoy no he vuelto a ver a mi hija…

…El chofer de la rastra, Eufemio “Mane” Delgado, es el que se hacer cargo de la niña, la entra a la base y la trae con él para el exilio. La cuida durante varios días mientras mi papá desde Cuba localiza a una tía mía aquí y ella se hace cargo de la niña porque Mane tiene cuatro hijos y era mucho para él. Hasta que mi padre me hizo saber que mi hija estaba a salvo yo creí enloquecer. No hay palabras con las que pueda describir mi angustia…

…El padre de las niñas estaba obseso con reclamar a Estrellita hasta tal extremo que hizo una reclamación contra este gobierno y se celebró un juicio aquí en Estados Unidos ofreciendo mi libertad a cambio de que la niña fuese devuelto a Cuba. Hubo que custodiar a Estrellita, teñirle el pelo y mantenerla oculta para que no la fueran a secuestrar. Fue muy duro, pero por fin el juez le dio la patria potestad a mi tía…

…Mi tía tiene cinco hijos, todos varones, y de pronto llegó a esa familia una hembrita. Se encariñaron con ella como propia y le dieron una educación extraordinaria, como pocas niñas reciben…colegio de monjas, clases de piano, viajes…

…Mientras yo estuve presa le decían, “Si quieres a tu mamá reza por ella”. Pero cuando llegué yo, comenzaron los problemas con el consabido “¡Ay, si te vas con tu mamá me muero”. Era una verdadera odisea. La niña estaba en una edad muy mala, ya tenía 12 años y llevaba 10 sin verme. Yo me había hecho peluquera al llegar aquí pero nunca tuve el gusto de darle un recortito siquiera, la llevaban a otra peluquería. Nunca pude repasarle una tarea. Cada vez que quería verla, ella tenía que estudiar o que dar un viaje. Yo pude haberla obligado a pleiteado con abogados, pero consideré que iba a crearle un trauma muy serio y renuncié a tenerla. Pensé que algún día ella recapacitaría, que era mejor darle tiempo al tiempo…

miércoles, 22 de julio de 2009

EL CORRUPTO MANUEL ZELAYA QUIERE REGRESAR.


Ya dentro de pocas horas comenzará el show mediático del corrupto ex presidente de Honduras, Manuel Zelaya. Anda haciendo declaraciones en Nicaragua, junto al pedófilo y borrachín de Daniel Ortega, diciendo que regresará "acompañado de una multitud". Espero que no se lleve a Ortega junto con él, aunque sería una muy buena idea: así irían los dos a prisión a la misma vez. En fin, comienza el show del hijo bastardo de Fidel Castro y Hugo Chávez, un producto contaminado de una ideología nefasta, venenosa y podrida llamada comunismo, apoyado por la OEA de un Insulza vendido a los intereses de la región, así como de cuanta nación corrupta y sucia existe en el área. El pueblo hondureño tendrá una dura prueba en pocas horas, espero que lo resista.

DEL LIBRO "TODO LO DIERON POR CUBA", DE MIGNON MEDRANO.


ALBERTINA O’FARRILL

Alberto O’Farrill y Alvarez, abogado y notario, era el poseedor del último mayorazgo que ostentó su padre como descendiente del Rey de Irlanda. Con la fortuna familiar en ruinas tras la guerra, se dio a la tarea de trabajar y encausar en estudios a sus cinco hermanos. O ‘Farrill y su cuñado Miguel Angel de la Campa, diplomático de carrera, establecieron su propio bufete. Eventualmente, trabajaron juntos en la Liga de las Naciones y juntos firmaron el Tratado de Paz de la Primera Guerra Mundial. Y toda la familia regresó a Cuba para el nacimiento de la primogénita, Albertina.

Además de una esmerada educación recibida en Cuba y en los Estados Unidos, Albertina creció en un ambiente de refinamiento y cultura, colmada de todos los beneficios que disfrutaría una señorita de la alta sociedad. Nadie hubiera sospechado en aquel entonces que sus viajes y sus relaciones a niveles monárquicos y diplomáticos servirían un día para salvarles las vidas a ricos y pobres y a miles de niños cubanos, desatando con esto la ira de Fidel Castro.

Cuando Fidel Castro toma el poder, Albertina era la Secretaria particular del entonces Ministro de Defensa, su tío y padrino Miguel Angel de la Campa. Había trabajado con él en el Ministerio de Estado y viajado a importantes eventos oficiales en otros países, incluyendo México, donde vivió cuatro años y ayudó activamente a los franceses libres durante la Segunda Guerra Mundial.

A su regreso a Cuba, contrae matrimonio con el joven médico Rafael Montoro y continúa una intensa vida colmada de actividades sociales y obras benéficas, pero su trayectoria anterior y carácter inquieto la mantienen al tanto de la política y los pasos de Fidel Castro. Un ex presidente colombiano y contactos diplomáticos en Washington le cuentan detalles de varios hechos de sangre relacionados con Fidel Castro, el “Bogotazo”, el asesinato del líder estudiantil Manolo Castro, el asalto al Cuartel Moncada y otros. En sus frecuentes visitas a la capital de los Estados Unidos, se reúne con grupos de cubanos y americanos, alertando sobre el peligro que Fidel Castro representaría, tanto para Cuba como los Estados Unidos.

Los rosarios colgados del cuello de los barbudos de la Sierra no la engañarían. No obstante, mientras se producía el éxodo masivo de cubanos, Albertina decido permanecer en Cuba con su madre y sus tres hijos, conciente de que los cubanos necesitarían de ella y de sus contactos. Las amistades enraizadas a lo largo de su vida, en Cuba y en el exterior, servirían ahora para salvar vidas y le rendirían buenos frutos.

Los excesos cometidos por los barbudos y los líderes de aquella revolución “más verde que las palmas” teñían con sangre las cárceles, las calles y los campos, pero Albertina resistía junto a su madre y sus tres hijos sin abandonar Cuba. Su esposo permanecía como embajador de Cuba en Holanda, pero la separación termina por destruir el matrimonio. Asesorada por amigos y sacerdotes, pero desgarrado su corazón, accede Albertina a poner a sus hijos a salvo enviándolos a vivir con su padre y su nueva esposa Katherine Caragol, mujer muy distinguida y de extraordinarias calidades humanas, quien se convirtió en comprensiva madre para los tres.

Mientras tanto, Albertina protegía a los hijos de otras madres, y amigos diplomáticos comenzaban a cuidar de ella, cada vez más involucrada en la contrarrevolución. Desde el primero de enero de 1959 empezó a asilar adultos y a exiliar niños clandestinamente con la operación iniciada por Pancho Finlay y su esposa, Betha de la Portilla, y que luego, bajo el nombre de “Pedro Pan”, continuarían en forma más estructurada Polita y Mongo Grau.

Hasta caer presa en 1965, con los embajadores de Suiza, Bélgica, Brasil y Holanda, el encargado de negocios de España, que entonces no tenía embajador, y otros del mundo occidental, pudo interceder y salvar las vidas de muchos condenados a morir por fusilamiento. Por medio del embajador de México logró que a los hermanos Grau Sierra les fuera conmutada la pena de muerte por una sentencia de 30 años. El agradecimiento del pueblo de Cuba a estos amigos tendrá reconocimiento en su día y no ahora, porque desde la cárcel Albertina continuaba pidiendo asilo para los más comprometidos, y esquiva darnos más detalles para no comprometer a quienes tanto la ayudaron.

Un antiguo pretendiente, José Enrique “Cucú” Bringuier, entonces recién salido de la cárcel, visita a Albertina para llevarle recados de su primo preso, el valiente abogado y diplomático Andrés Vargas Gómez, nieto del prócer Generalísimo Máximo Gómez, así como varias peticiones de ayuda de algunos presos para salir del país. Albertina lleva a Bringuier a varias embajadas y a la Nunciatura Papal, más que todo para que él pueda detallarles a los presos los esfuerzos realizados. Ahí reverdece aquel primer amor de adolescentes y contraen matrimonio.

-En 1964 comienzan a caer los nuestros. Agarran a José Luis Pelleyá, a Alberto Belt, a Polita Grau y a Margocita Calvo. Mis amigos me aconsejaban asilarme pero traté de seguir siendo útil en la calle. Trataba de mantener frescos los contactos que había establecido durante tantos años, ya que cuando un embajador se retiraba se llevaba a su país con él. Uno de ellos me brindó asilo sin yo quererlo siquiera, pero el 27 de abril de 1965 caigo presa y me celebran juicio dos años más tarde, ¡algo inaudito! Como yo no confieso nada, no acepto los delitos que me quieren imputar y no pueden probarme nada, me condenan “por convicción”, que era un crimen peor que un atentado contra la vida misma de Fidel Castro…

…Me tuvieron seis meses en Seguridad del Estado y año y medio en la cárcel de Guanajay. El mes y medio que estuve incomunicada en Seguridad fue algo espantoso; sin saber cuándo era de día y cuándo era de noche; me decían que mi madre estaba presa y que mi esposo había sido fusilado, que iban a atentar contra mis hijos en Miami. Cuando me sacaban de allí para interrogatorio parecía una loca, llevaba semanas sin bañarme, sin peinarme, con los pelos parados, llena de morados en todo el cuerpo porque no eliminaba. Me llevaban al piso de los hombres donde todos los inodoros estaban tupidos para que yo orinara cuando no tenía deseos y viceversa, y a veces orinaba pero no podía dar de cuerpo. Contraje hepatitis y uno de los guardias me decía: “Usted se va a podrir, usted se está muriendo”. El único que me ayudó era un médico de Seguridad del Estado, el Dr. Márquez. Pero jamás lograron que yo hablara, nunca delaté a nadie.

Mucho afectó a Albertina el confinamiento a que estuvo sometida durante dos años. Este aislamiento y la falta de higiene, atención médica y alimentación, dejarían una huella indeleble en su salud. Durante su encarcelamiento comió harina con gusanos y gorgojos, y padeció glaucoma, hipertensión, envenenamiento de la sangre y un coma hepático, entre otras enfermedades. La autobiografía que recoge en detalles su extraordinaria trayectoria, “De embajadora a presa política”, es un documentado testimonio.

-Mis carceleros sentían un odio visceral contra lo que ellos llamaban “mi clase”, pero poco a poco fueron dándose cuenta de que habían sido engañados. Tras 12 años de conducta intachable en la cárcel y dos más en arresto domiciliario, sin ceder a presiones ni delatar a nadie, aprendieron a respetarme. Y cuando salí, yo, que antes hablaba hasta por los codos y metía un mitin relámpago en cualquier esquina, ya fuese en Lisboa, Washington o dondequiera por defender mi causa, había aprendido a ver, oír y callar, a no compartir la causa de Cuba con los que no la amaban, no la entendían o no la querían entender.

martes, 21 de julio de 2009

¡MUY BIEN POR HONDURAS!


ACABA DE SOLICITAR EL GOBIERNO DE HONDURAS EL RETIRO DE LA EMBAJADA DE VENEZUELA. LA INFORMACIÓN FUE CONFIRMADA POR LA VICE CANCILLER DE HONDURAS, MARTA LORENA ALVARADO, QUIEN MANIFESTÓ QUE "EN VISTA DE QUE EL GOBIERNO DE VENEZUELA HA HECHO AMENAZAS, AL USO DE LA FUERZA, SE HA ENTROMETIDO EN LOS ASUNTOS INTERNOS EXCLUSIVOS DE HONDURAS, HA IRRESPETADO NUESTRA SOBERANÍA, HEMOS SOLICITADO RESPETUOSAMENTE EL RETIRO...DE TODO SU PERSONAL DIPLOMÁTICO ADMINISTRATIVO EN SERVICIO DE LA EMBAJADA DE VENEZUELA AQUÍ EN HONDURAS".

ALVARADO INFORMÓ QUE LAS AUTORIDADES HAN DADO UN PLAZO DE 72 HORAS A VENEZUELA PARA HACER EFECTIVA LA RESOLUCIÓN Y QUE DE IGUAL MANERA, HONDURAS RETIRA SU PERSONAL EN CARACAS EN EL MISMO TIEMPO.

CARY ROQUE


Tomado del libro “Todo lo dieron por Cuba”, de Mignon Medrano

Una viva muestra del peso que cargó sobre sus hombres la juventud cubana es Cary Roque. Con solo 19 años de edad, trabajaba como locutora y actriz en CMQ Radio, actriz de telenovelas en CMQ Televisión y en la exitosa obra teatral “Los Malditos”. Además, estudiaba periodismo en la escuela Márquez Sterling. Como tantos otros jóvenes de su generación, Cary creyó honestamente que la revolución traería a Cuba un estado de derecho sin golpes militares y con un absoluto respeto a la Constitución de 1940.

Poco le duró la ilusión. Casi desde el primer día comenzó a ser testigo de la violencia desatada dentro de la propia CMQ. Se sintió defraudada por la revolución, pero aún más por las represalias en contra de quienes querían desligarse del sistema. El director de la escuela de periodismo, el Dr. Quintana, fue destituido y reemplazado por Carlos Rafael Rodríguez. Los alumnos que no simpatizaban con el nuevo régimen fueron depurados y hasta se les prohibió acercarse a la escuela.

Algo similar sucedía en la CMQ. A diario, las también actrices Violeta Jiménez, Raquel Revuelta y Maritza Rosales, presionaban a todas las demás para que se inscribieran en las recién estrenadas milicias. “¿Cuándo vas a unirte a las milicias, Cary? El domingo hay guardia”. Esta pregunta se repetía con marcada insistencia. Un día, en tono conminatorio, Violeta Jiménez la emplazó: “Estoy hablando contigo, Cary Roque, ¿cuándo vas a ser miliciana?” A lo que Cary ripostó: “Nunca, porque yo no nací para andar con un fusil arriba; yo tengo una carrera, una educación, y me gustan los pantalones sólo como ropa de sport, no como uniforme”.

Claro está que el círculo se le cerraba cada vez más, pero Cary había prometido a su madre no involucrarse en actividades contrarrevolucionarias y trataba de mantenerse alejada de éstas, aunque participó en alguna que otra reunión política. Pero las promesas se las lleva el viento cuando hay que tomar decisiones mayores. Conoció a Margot Roselló y a pesar de la cautela con que se movía entre tanto revolucionario arribista, se produjo una inmediata identificación política entre ellas. Margot y su hermana Mercedes conspiraban con el MRR, el Movimiento de Recuperación Revolucionaria, cuyo coordinador nacional en ese momento era Máximo Díaz Delgado. Cary comenzó a conspirar en acción y sabotaje; era un hermoso esfuerzo de entrega total y desinteresada, especialmente por parte del Directorio, el grupo estudiantil.

Las tres formaban parte de la misma célula y ayudaron al alzamiento de Lino Bernabé en la Sierra El Escambray. Su esposa, valiente mujer, a pesar de estar embarazada lo acompañó hasta el final. Esta fue una de las últimas operaciones que realizarían.

lunes, 20 de julio de 2009

AMIGA - (ARTÍCULO)







Por: Iliana Curra

Es, en mi opinión, la palabra más admirable del diccionario. La que concuerda con lealtad y afecto. Con respeto y admiración. Donde no cabe la altanería, ni la traición. Ni siquiera la duda.

Amiga no puede ser cualquiera. Es quien tolera tus defectos y valora tus virtudes. Es la persona con quien puedes contar en los peores momentos, porque siempre está ahí, aún viviendo lejos. Es quien puede regañarte cuando algo haces mal, pero acepta tus regaños, si es ella quien se sale del camino.

Amiga es quien sabe escuchar, pero también deja que hables. Quien jamás titubea en los momentos difíciles. La que dice presente cuando algunos te viran la espalda. Quien siempre tiene una sonrisa para atenuar tu pesadumbre,

Amiga es quien ríe contigo en las buenas, pero llora en las malas. Quien te aconseja y lleva por el buen camino. La que no duda por un instante estar ahí cuando te caes…para levantarte.

Amiga es el concepto específico de la integridad. Quien agradece tus palabras de consuelo, pero también tu silencio. Quien acepta tus disculpas cuando te equivocas, pero sabe disculparse también ante sus propios errores.

Es la persona indicada para cuidar tus secretos y te cuenta los suyos, sabiendo que estarán a buen recaudo.

Amiga es quien jamás te decepciona porque siempre te sorprende con lo mejor de sí. La que siempre te apoya cuando emocionalmente te hundes. Quien sabe cuándo callar, si es preferible el silencio.

Se es amiga cuando existe la tolerancia, pero sobre todo, la comprensión. Cuando no necesita que le expliques nada para entender tu problema. La que, al solo levantar el teléfono, entiende que algo sucede y, sin preguntar, te da su incondicional apoyo.

La amistad es la conexión entre la sencillez y la verdad. Donde no cabe la mentira, ni se corrompen los sentimientos. Donde el espíritu se fortalece a la par del tiempo, y es solo el tiempo quien determina quién se va, pero, sobre todo, quién se queda.

Tener una amiga, es una dicha. Más de una, es un privilegio. Y yo me siento privilegiada, pues Dios me ha concedido esa tremenda oportunidad.

RECUENTO PARA LA HISTORIA


Por: Ninoska Pérez Castellón:


Los que a diario hablamos ante las cámaras, nuestra credibilidad se basa en la seriedad y, por supuesto, los hechos que substancian nuestras opiniones. Cuando digo que Miami es una ciudad de victimas, 50 años de dictadura en Cuba avalan esa aseveración. Víctimas somos todos, por el simple hecho de haber perdido nuestra patria y cada cubano es una historia de dolor. La separación familiar, la privación de libertad, pero el ensañamiento del régimen castrista con sus adversarios es el verdadero reflejo de la crueldad llevada a extremos.Ningún hecho lo demuestra más que el presidio político de mujeres en Cuba. Nelson Rodríguez Diéguez, se ha dado a la tarea de documentar este crimen en pleno siglo XX, con las fotos de más de 350 mujeres que transitaron el difícil y tortuoso camino del presidio político en Cuba. Sus rostros, número de causa y años cumplidos bastan para decirle al mundo que en ningún otro lugar del planeta ha ocurrido semejante fenómeno de mujeres padeciendo 10, 15 y hasta 19 años en condiciones inhumanas. Cari Roque, una joven mujer que cumplió 16 años en prisión y salió para enfrentar la otra gran tragedia, una madre que el dolor de perder a su hija la había hecho enloquecer.Annette Escandon, una joven madre que le arrestaron a su esposo y cuando vinieron por ella en la madrugada y sus tres pequeños hijos de 5 y 3 años y el menor de seis meses quedaron solos y lo único que pudo hacer fue gritar en medio de la oscuridad, mientras era golpeada para que alguien se ocupara de ellos. Diez años permanecieron aquellos niños en casas de amistades y amigos mientras ambos padres cumplían sus condenas.Gloria Argudín, niña mimada que a los 19 años salió a pelear junto al líder estudiantil Porfirio Ramírez, fusilado, junto a cuatro de sus compañeros y se enfrentó como una fiera a los abusos, las golpizas y el sadismo de sus carceleros que para amedrentarla la fusilaron con balas de salva.Gladys Ruíz Sánchez, que fue a prisión junto a toda su familia.Carmen Veloso que fue separada de sus pequeños hijos y aun no entienden por qué el amor por algo llamado Cuba causó aquella lacerante separación. Nilda Díaz que cumplió 16 años. Nereida Polo 17 años.La Dra. Ana Lázara Rodríguez 19 años.Y, después, las nuevas generaciones como Carmen Arias, Iliana Curra y tantas otras que siguieron el valiente ejemplo de mujeres que han dejado sus nombres en la historia de Cuba, escritos con sangre.Entender la tragedia cubana es conocer a una Milagros Bermúdez, con su cara angelical y escucharla hablar del sufrimiento de sus compañeras sin mencionar el propio, solo para que una vez terminada la entrevista, me mostrara las cicatrices en sus senos de las heridas de operaciones producto de las secuelas de las veces que fue agredida con potentes chorros de agua en su pecho. Cuando Mignon Medrano dedicó su libro: “Todo lo dieron por Cuba” a la tragedia del presidio político de mujeres, incluyo en la portada la frase del jefe de prisiones de Cuba, Manolo Martínez: “Cuando estas mujeres salgan de este engaleramiento, van a salir en cuatro patas.” Error craso, salieron con la cabeza en alto y una estrella en sus frentes.Por eso, hoy celebro la publicación de “Recuento para la Historia”…para que aprendamos con esta lección estremecedora, para que nuestro pueblo recupere su dignidad…para que nunca más la mujer cubana sea sometida a semejante abuso.

viernes, 17 de julio de 2009

RECUENTO PARA LA HISTORIA: MÁS QUE UN LIBRO, UN DOCUMENTO HISTÓRICO (ARTÍCULO)
















Por: Iliana Curra

No importa lo que se hable a diario del dolor del presidio político cubano. No importa la indiferencia y la apatía de un mundo evasivo que solo le gusta escuchar otras noticias que no lo vinculen con el sufrimiento de los cubanos. A fin de cuentas, Fidel Castro sigue siendo para ellos el “líder” que se ha enfrentado al “imperialismo norteamericano”, a ese mismo que le piden tanta ayuda cuando la necesitan.

Pero la historia nadie la puede cambiar, está ahí siempre, presente en todo momento, y es por eso que presentes estaban en el Koubek Center de la 2705 SW 3rd. Street en Miami, decenas de mujeres que pasaron por las cárceles castristas en estos cincuenta años y medio de dictadura militar.

Sus cabezas encanecidas hablaban de los años transcurridos y el sufrimiento que se lleva eternamente en el corazón, sobre todo cuando la lucha aún no ha terminado porque el régimen totalitario todavía está allí, en esa isla empobrecida y esclavizada, enviando a prisión a las nuevas generaciones que siguieron el ejemplo de tantos y tantos cubanos que nunca se doblegaron.

“Recuento para la historia” no es un libro como tal, es un tremendo documento histórico que, con cientos de fotos, demuestra a ese mundo indiferente y cómplice a la vez, la verdad de una Cuba que todavía padece la represión, la cárcel y la muerte.

Rostros muy jóvenes de quienes envejecieron con el dolor del presidio político más aberrante y barbárico de América Latina y, posiblemente del mundo. No se conoce otro presidio femenino en tiempos de paz tan grande como el cubano.

Desafortunadamente, Cuba aún sigue cautiva a manos de una banda de facinerosos que la tomaron como rehén en 1959, pero todas esas mujeres, ya con su pelo blanco por los años y el sufrimiento, siguen dispuestas a liberarlas. No hay dudas de eso.

Particularmente quiero agradecer a aquellos que trabajaron intensamente en la confección de este documento, especialmente a Nelson Rodríguez Dieguez, un hombre que padeciera también los horrores del presidio político, y que no ha querido dejar a Cuba sin historia, especialmente sin la historia de miles de mujeres que pasaron por las cárceles, muchas de las cuales ya han muerto, y otras han enloquecido por las torturas a que fueron sometidas, como el caso específico de Zoila Aguila Almeida: La Niña del Escambray.

Gracias, Nelson, por tu sencillez, tu modestia y tu eterno amor por Cuba.

jueves, 16 de julio de 2009

PERDONAR. (ARTÍCULO)


Por: Iliana Curra

En el tema cubano mucho se ha hablado, y se habla a diario, de perdonar. Aunque realmente se perdona al que se arrepiente, esto en términos religiosos. En términos judiciales puedes arrepentirte cincuenta veces, y si asesinaste, violaste o cometiste un acto delictivo, no creo que haya perdón.

Entonces, ¿a quien perdonar? ¿A quienes fueron partícipes de los paredones de fusilamiento? ¿A los que fueron –y son- parte de las turbas al servicio de la dictadura contra los opositores y el pueblo? ¿A los que hundieron el remolcador 13 de Marzo? ¿A los hermanos Pérez Pérez que con tanto ensañamiento dispararon sus misiles contra dos pequeñísimas naves aéreas tripuladas por civiles pertenecientes a la organización de Hermanos al Rescate?

¿Deberíamos perdonar a los que masacraron a los presos políticos en la cárcel de Boniato? ¿A los que dejaron morir a Pedro Luis Boitel y hasta lo golpearon cuando agonizaba? ¿Perdonaríamos a los que les echaron los perros entrenados a Jorge Luis García Pérez (Antúnez) en la prisión? ¿A los que han golpeado ya varias veces al periodista independiente, Guillermo Fariñas? ¿A los que hostigan al Dr. Oscar Elías Biscet en su celda? ¿A los que han torturado por años a Arturo Suárez Ramos? ¿O es preferible perdonar a todos aquellos que patearon y usaron la fuerza brutal contra el presidio político femenino?

¿Quizás se debiera perdonar a los que impidieron a Mario Chanes de Armas ver el cadáver de su hijo de apenas 22 años, luego de que muriera de forma misteriosa, para darle un último beso de despedida? ¿Acaso correspondiera perdonar a quienes fusilaron al Coronel Cornelio Rojas en la forma tan bárbara que lo hicieron, y que además dejaron constancia sádica en un video?

¿O es que se perdonaría a todos aquellos que fueron responsables de la muerte del opositor, Miguel Valdés Tamayo, quien fuera sacado de prisión por una licencia extrapenal por razones de enfermedad y luego le hicieron brutales actos de repudio y golpearon con saña? ¿Habría que perdonar a los que quemaron a Tondike y luego lo fusilaron sin compadecerse?

¿Perdonaríamos a los que usaron métodos de tortura contra La Niña del Escambray hasta enloquecerla? ¿A los que dieron electroshock a los presos políticos en la Sala Carbó Serviá? ¿A los que persiguieron al escritor Reinaldo Arenas? ¿A los que torturaron a Julio César Morales en sus doce años de encierro injusto? ¿A los que golpeaban por ser negro y rebelarse al prisionero político, Ignacio Cuesta Valle, conocido como el “Pichi”?

¿Qué cosa es perdonar? ¿Eximir de responsabilidad a los criminales que han vivido al amparo del régimen por todos estos años?

Llevamos casi medio siglo de tiranía nefasta. Son muchos los muertos en este largo camino recorrido que no acaba. Muchos presos, mucho dolor. Una desesperanza imperdonable. Un pueblo que vive pensando en huir porque le arrebataron sus sueños a golpes de mentiras. Un país en ruinas material y espiritualmente. Una infancia perdida entre pañoletas y consignas enfermas de odio. Una juventud que solo mira hacia al norte porque ha perdido la orientación hacia otros caminos que pudieran liberarla. Una indolencia universal que lastima hasta lo infinito.

Pero se habla de perdonar como si las víctimas no contaran. Muchos no han podido, ni siquiera, llorar a sus muertos y darles cristiana sepultura, como a los que asesinaron en las lomas del Escambray y otros tantos lugares en los que se luchó con las armas.

Ahora que los desertores son casi héroes en la ciudad donde más víctimas existen, se habla de perdonar para calmar sus miedos. Se habla de tolerancia para evitar la justicia. Aunque todavía no los he escuchado decir: “me arrepiento”. Así de simple.

Aún así, cuando la justicia divina los perdone, si es que se arrepienten, tendrá que haber justicia legal en una Cuba libre. Porque, a pesar de todos los indulgentes y sentimentales que andan por ahí, a pesar de la reconstrucción de una Cuba nueva y sin odio, si no hablamos de justicia, jamás podremos hablar de patria.

UN DIA COMO HOY...

Hoy, 16 de de julio, hace exactamente 17 años que fui arrestada y conducida a Villa Marista, la sede de la Seguridad del Estado en La Habana. Solo quería recordarlo. Creo que los recuerdos, aunque sean malos, son fructíferos, sobre todo si de ello se aprende tanto como aprendí yo de aquellos momentos tan difíciles. Y no me arrepiento de nada. Justamente en ese momento me hice verdaderamente una opositora, sin vivir en la sombra ni el temor, sin clandestinidad para lanzar proclamas, ni poner carteles. A partir de ese 16 de julio de 1992 fui más libre que nunca.

martes, 14 de julio de 2009

EL CORONEL (ARTÍCULO)


Por: Iliana Curra

Fue un día cualquiera en la Villa de los Maristas, antigua escuela religiosa que los castristas tenían como sede de su cuartel general de la Seguridad del Estado en La Habana. Fui sacada de mi celda tapiada que olía constantemente a picadillo de soya, el mismo que nos servían a diario con un color verdoso que revolvía el estómago a cualquiera. La celda se encontraba justamente encima de lo que podía ser la cocina del lugar. Por eso el olor constante a salcocho y un calor insoportable.

Una vez más franqueaba los lúgubres pasillos camino al interrogatorio donde me llevaban con las manos detrás y la cabeza mirando hacia abajo. Un calor insoportable en pleno verano me hacía sudar como una cortadora de caña en pleno surco. Ir al interrogatorio se convertía –a veces- en lo mejor que pudiera pasarme, ya que al entrar al frío intenso del pequeño cuartico, me aliviaba inmensamente.

El guardia que me custodiaba entraba al pasillo de los cuartos de interrogatorio y cumplía un ritual que ya me sabía de memoria. Abría una puerta hacia fuera, tocaba la otra puerta, y al recibir la orden de entrar, abría la otra puerta hacia adentro. Se ponía tieso y casi a gritos decía: “Permiso teniente para entregar la detenida”. El teniente se sentía importante y la detenida no lo quedaba más remedio que entrar y sentarse en una silla atornillada al suelo. Creo que está demás explicar por qué estaba atornillada.

El primer teniente empezó a hablar sobre algo que ni recuerdo, cuando de pronto se abrió una puerta a sus espaldas. Se puso de pie a la velocidad de un misil y su cuerpo se estiró tanto que parecía partirse en dos. Su mano derecha se dobló como un resorte y realizó un saludo de corte militar tan tempestuoso que casi me asusto. Me mira azorado y me grita: “póngase de pie”. Yo, impávida y serena, le pregunto con la cabeza, y me grita nuevamente: “párese y salude”. Me sentí molesta en ese momento. Me encontraba muy cómoda sentada para tener que pararme y le dije: “no tengo por qué pararme. No soy militar”. Un hombre de alta estatura entraba por la puerta en cuestión. Por el color de su uniforme verde olivo me di cuenta que se trataba de un oficial de rango mayor. También el susto del primer teniente lo revelaba totalmente. Se trataba del Teniente Coronel Basilio Olivera Chile.

“Quédese sentada, no se preocupe. Quédese sentada”, me dijo el Coronel con una sonrisa sarcástica y divertida a la vez. Parecía un emperador romano al entrar al circo para echar su víctima a los leones. El teniente se relajó luego del permiso de su jefe, pero me miraba como queriéndome matar. Yo no había cumplido su orden, ni tenía intenciones de cumplirla. Y sobre matarme, tampoco me importaba.

El hombre vestía con traje verde olivo oscuro y sus dos grandes estrellas en el cuello de la camisa del uniforme descubrían su grado militar. Tenía una barriga prominente y su cara colorada, a pesar de ser trigueño de piel, revelaba lo bien comido que estaba, sobre todo si lo comparaba conmigo, que parecía salida de una película rusa en los campos de exterminio masivo.

El coronel Chile, como le llamaban, intentaba hacerse el gracioso. A su subalterno le daba tanta risa todo lo que decía que empecé a molestarme seriamente. Luego comprendí que no podía dejar arrastrarme por mi temperamento. Era preciso igualar su cinismo para poder defenderme de su monserga barata.

Empezó por decirme que la pureza no existía y otras tantas simplezas, hasta que dijo: “Aquí no hay nada puro en la vida. La única pura que hay eres tú. Como dice un poema de Nicolás Guillén: “lo único puro que hay en la vida es la pura mierda”. Le hubiera saltado al cuello aunque luego me fusilaran, pero no lo hice. Preferí buscarle un punto débil para contra-atacarlo. Entablamos una discusión con el tono más irónico que recuerde en mi vida. Me dijo que por allí había estado el “Lezca”, refiriéndose a Jorge Lezcano, quien en ese momento era el secretario general del Partido Comunista en La Habana. Al “Lezca” yo le había envíado unas cuantas proclamas que decían “Abajo Fidel”, y, aparentemente no le gustaron.

Le envié saludos a “Lezca” y le dije al Coronel que le preguntara si quería más proclamas. Me respondía siempre con el mismo sarcasmo. Nos dijimos hasta botija verde, pero con la sonrisa a flor de labios. Parecíamos actores de una parodia absurda. Me confesó ser un psiquiatra y que había estudiado mi carácter y demás. Me dijo que mi inteligencia estaba por encima de la media, cosa que me dio risa de veras y le dije que estaba feliz de saber que era un genio. Me respondió sin ironías que no era un genio, pero sí estaba por encima de la media.

Trataba de elevar mi ego al máximo, pero luego continuó con su sarcasmo característico, y la guerra de palabras siguió. Me ofendía para intentar sacarme de paso. Yo lo sabía y no quería darme por vencida. Sus ofensas íban envueltas en una aparente finura, con doble sentido incluído. Yo también hacía lo mismo. Le dije que su revolución era un total fracaso y él me dijo que tenían el poder, y luego cerrando el puño artísticamente repitió: “el poder del pueblo”. Le respondí que ese pueblo estaba dentro de ese puño sometido por la fuerza represiva y no le gustó mucho, pero se rió diciéndome algo. Yo trataba de no molestarme abiertamente.

Buscaba algo que me permitiera ganarle la contienda sarcástica. Le había dicho que se veía bien alimentado, mientras el pueblo se moría de hambre. Se rió alto y se tocó el vientre abultado como diciendo: “yo sí como bien gústele a quien le guste”. Le respondí que era evidente, pues para eso era un alto oficial, al igual que la clake dirigente. Eso no le gustó. Me dijo que esa palabra era muy fea y vulgar y entonces le dije que cada cual recibía la palabra merecida. La bronca continuó y yo quería decir lo último para cerrar con broche de oro. Pero, el Coronel era astuto y su capacidad como psiquiatra la estaba utilizando contra mí.

Lo seguí observando. Algo me decía que encontraría como sacarlo de paso. No sabía cómo, pero lo haría. El coronel continuaba con su burla estúpida. Era una pelea de león a mono, y el mono amarrado, como dicen en Cuba.

Lo miré detenidamente, pero tan detenidamente que me percaté de algo que ni él mismo sospechaba le estaba sucediendo. El prepotente oficial, jefe de instructores de Villa Marista, tenía nada más y nada menos que la portañuela del pantalón abierta. El zíper, aparentemente, no lo subió al ir al baño antes del cuestionario zumbón que me estaba dedicando.

Lo dejé coger fuerza con su burlita tonta para que se sintiera superior. En mi mente buscaba cómo decírselo de una forma simple, pero a la vez hacerlo sentir mal. El Coronel ya se creía un gladiador vencedor en las arenas de Roma cuando le dije: “Por cierto, Coronel, cuando pueda súbase la portañuela que la tiene abierta y no me interesa ver nada”. Su cara se puso tan roja, que tenía matices color púrpura. Creí que le daría un infarto, y es que, indudablemente, había sentido vergüenza. No esperó jamás que yo le dijera eso.

No sabía cómo explicar aquella situación tan embarazosa y me decía: “No creas que fue a ex profeso. Yo no me di cuenta”. Titubeaba nerviosamente y yo le dije sonriendo: “No se preocupe. Yo sé que es usted incapaz de algo tan bajo, es que parece que se le olvidó, ¿verdad?” Mi burla casi lo sacó de paso. Abrió la puerta por donde había entrado y seguía diciendo: “Por favor, no vayas a pensar...” “En fin, fue sin darme cuenta…”. Se despidió más rápido que como entró y desapareció para nunca más verlo en un cuarto de interrogatorio. Al pasar el tiempo me sacaron a tomar sol y lo encontré en el área, pero no era el mismo sarcástico que había conocido.

Al teniente instructor se le había congelado su risa, se había puesto muy serio. Su cara era ese mismo poema de Guillén que había mencionado el Coronel. Había apretado un botón que había debajo de su escritorio para avisarle al guardia que viniera a recogerme. En unos segundos estaba yo saliendo por la puerta del cuarto de interrogatorio con una sonrisa más sarcástica que la de Monalisa. El circo había terminado y el emperador había salido corriendo del lugar titubeando y subiéndose el zíper de su portañuela. Todo un verdadero poema de la pureza.

lunes, 13 de julio de 2009

EL REMOLCADOR "13 DE MARZO", UN CRIMEN IMPUNE


Por: Iliana Curra

Era la madrugada de un día 13 de julio de 1994. Hacía exactamente cinco años que Cuba había sido sacudida por el fusilamiento de altos oficiales del régimen. Hombres afines a un sistema que los devoró violentamente. Ironías del destino.

Todo estaba calculadamente preparado. No había temor por el fracaso. La nave marítima era un remolcador capaz de atravesar el estrecho de la Florida sin contratiempos. Todos llegarían a salvo al otro lado del mar. Donde la libertad prevalecía por encima de cualquier cosa.

El número 13 se repetía en el nombre del remolcador “13 de Marzo”. Su estructura, fuerte y segura, no hacía temer a sus navegantes a pesar de su dígito maldecido por versiones populares que decían atraer maleficios. No fue precisamente el destino quien provocó la espantosa muerte de hombres, mujeres y niños. Fue la soberbia de un sistema que no respeta los derechos más elementales de los seres humanos: la vida.

El remolcador salió de la bahía de La Habana, tal y como se había estudiado. Cada detalle era imprescindible para el éxito en una salida masiva de cubanos que querían ser libres fuera de su patria dominada por un déspota enfermo de poder. La garantía de llegar era total y absoluta. Pero no contaron con el odio impregnado en las mentes de cobardes sometidos que no lo permitirían, aunque tuvieran que matar. ¡Y lo hicieron!

Los gritos de las madres para que no les asesinaran a sus hijos fueron en vano. Los niños, levantados en sus brazos para decirles que no dispararan los cañones de agua, fueron blancos del odio más brutal que se puede sentir. No hay justificación para la masacre de gente inocente. Mucho menos de niños.

No es la primera vez que el régimen de Fidel Castro comete tal crimen. Otros no tuvieron la suerte de contarlo. Simplemente no quedaron sobrevivientes. Nadie conoce, quizás, la verdadera cifra de crímenes en alta mar.

La violencia es parte intrínseca de un sistema que odia a su pueblo por placer. La satisfacción de torturar es un elemento más para nutrirse de la maldad que necesita para mantenerse en el poder por casi medio siglo. No solo el Tirano es responsable de tantos crímenes. Los que han apretado el gatillo mortal, los que han golpeado en las cárceles, los que han violado a prisioneros políticos, y los que han hundido embarcaciones en el mar, son tan responsables como él de esa perpetua barbarie existente en Cuba. La indiferencia y la complicidad de países libres y democráticos son parte de esa componenda universal por la que deberían sentir vergüenza. También la prensa liberal demostró el desprecio que siente por las víctimas, mientras que endiosan al dictador.

Pero los muertos están muertos y ya nunca regresarán. Los cadáveres jamás fueron devueltos a sus familiares para darles cristiana sepultura. Tienen que haber sido recogidos, porque de lo contrario hubieran salido a flote en la propia bahía o en los alrededores del malecón habanero. Tampoco se sabe qué hicieron con ellos.

Es tanto el aborrecimiento por el pueblo que ni siquiera los sobrevivientes pudieron llorar sus muertos. A cambio tuvieron represión y encierro. Amenazas para silenciarlos y evitar que se conociera el crimen.

Pero la verdad salió a flote antes que los cadáveres para que el mundo conociera de la bestialidad cometida por sicarios de un régimen que no se mide para matar. Por el momento ha quedado impune el crimen. Queda pendiente en el futuro de una Cuba libre que los culpables sean llevados a tribunales donde la justicia predomine. Para ese entonces se conocerá qué han hecho con los que asesinaron sin compasión una noche de un 13 de julio en un remolcador con el nombre “13 de Marzo”.

Insisto. No fue el fatídico número trece lo que provocó el hundimiento y el caos en una oscura madrugada donde tantos cubanos perdieron la vida. No fue la vida, ni el destino, ni siquiera el presagio de una cartomántica o de un babalao. Fue la dictadura de Fidel Castro. El mismo que un día 13 de agosto viniera al mundo para traer la desgracia al pueblo cubano.

viernes, 10 de julio de 2009

ARRESTADAS MUJERES OPOSITORAS EN VILLA CLARA

Fueron arrestadas varias mujeres pertenecientes al grupo opositor "Rosa Park" de Villa Clara. Las misma realizaban una marcha pacífica para exigir la libertad de todos los prisioneros políticos que padecen los horrores de las cárceles castristas. La policía política del régimen, que no importa que sean mujeres para maltratarlas y arrastrarlas, tomó acción cuando ellas intentaban llegar a la sede de la Seguridad del Estado. Entre las arrestadas se encuentra, Iris Tamara Pérez Aguilera, esposa del bravo opositor y ex prisionero político, Jorge Luis García Pérez, conocido por Antúnez, quien a su vez realiza una protesta junto a otros opositores en la casa de la familia Sigler Amaya, pidiendo solidaridad ante el caso específico de Ariel Sigler Amaya, quien se encuentra en deplorable estado de salud cumpliendo una condena de 20 años de privación de libertad.
Todavía el Insulso de la OEA habla de falta de libertad en Honduras, de golpe de estado y de lo que siente por el dictador Fidel Castro, mientras que el pueblo cubano, sometido, pateado y encarcelado padece la peor dictadura de América Latina.
PRESENTACIÓN AUDIOVISUAL: ¿Por qué seguir luchando?
Por: Ninoska Pérez CastellónURL: http://www.youtube.com/watch?v=km9fGKp4yjc

Y SIGUE HONDURAS ADELANTE.


Para el comunismo latinoamericano, o como insiste el gorilón de Venezuela en llamarle: "socialismo del siglo XXI", ha sido un duro golpe la posición del pueblo hondureño, que no acepta componendas con ellos, ni al corrupto de Zelaya con su sombrero. Han dado una muestra de valor impresionante y, a pesar de la conspiración internacional en contra de su soberanía, las injerencias de los comunistas de la región, la burda posición de la OEA, la ONU y cuanto invento haya por ahí, el pueblo hondureño no se rinde. Y yo, desde mi posición de cubana libre en el Exilio, los felicito y les deseo que sigan adelante.

jueves, 9 de julio de 2009

LA NOCHE (ARTÍCULO)


Por: Iliana Curra

Las sombras llegan como eclipses opacando de forma siniestra el rectangular espacio donde tienes que estar. No hay forma de cambiar las cosas. La oscuridad se apodera del ánimo, y aunque te esfuerces en recuperarlo, te das cuenta que estás como muriendo. Vegetando en la negrura de la noche que acaba de llegar para traer con ella la nostalgia propia de la soledad. Esta vez, la soledad es impuesta por rigores autoritarios y abusivos. Estás presa y casi nadie lo sabe. A excepción de aquellos que les concierne.

Y las sombras continúan ampliándose en ese lugar, que por más que lo vivas, es ajeno a ti, porque lo vives de manera forzada. Y no puedes entender por qué la arbitrariedad se hace ley en un sistema que no funciona. Ni por qué exigen el encierro injusto solo porque piensas diferente. Pero la mente nadie puede confinarla tras los gélidos barrotes de una celda de castigo.

¿Y por qué el castigo? ¿Por qué la indiferencia de todos, o de casi todos? Nadie puede entenderlo. Son ya muchos años. Casi cinco décadas de flagelo permanente y a muchos no les importa. Habrá que estudiar profundamente algún día por qué.

Las sombras se ensanchan en el comprimido espacio como si quisieran aprisionarte aún más. Hacen que el castigo sea superior. Son como cómplices de la opresión y, para quedar bien, establecen su justicia. Tan ilícita como la oficial. Y es esa oscuridad la que reposa entre las paredes húmedas y frías como dueña del sufrimiento y la angustia indisoluble que se niega a abandonarte. Como si supieran del aislamiento y quisieran quedarse dentro del lugar para acompañarte en el recogimiento de tus ideas.

Y pasan los minutos como horas, y las horas como días, largos y tediosos. Como si les pesara andar y jamás quisieran llegar a su destino. Y la penumbra se instaura como si tuviera todo el derecho del mundo. Se hace dueña de la celda donde pernoctas ineludiblemente. Se aferra en el tiempo para pretender teñir de negro el área pequeña y sucia que tienes para vivir…o sobrevivir.

Solo te resta esperar. Y, en esa espera nocturna, cohabitas con ratas, insectos, y la desconfianza de lo que vendrá mañana. Rehúsas pensamientos negativos que solo lograrían atemorizarte y los sustituyes por los que, sabes, harán renacer tu confianza en el futuro. Y alzas vuelo entre las rejas oscurecidas que la noche oculta en su tenebrosidad indestructible. Vuelas alto. Tan alto como te lo permiten las alas de tu pensamiento.

Y ya eres libre. Y esa libertad nadie puede arrebatártela. Está dentro de ti. Corre por tus venas y sustenta tu mente. Oxigena tu cerebro y te das cuenta de que ya no mueres, que no vegetas en la inmensidad de una noche que pudiera ser monstruosa si no fueras libre.

Y la noche continúa lenta, cual si quisiera permanecer por siempre para sentir los estragos de la desolación. Pero ella también tiene alas, y entre la penumbra de sus oscuras sombras busca la luz. Esa misma luz que llega con un amanecer lleno expectativas. Se va. Finaliza su turno llevándose con ella el temor que inevitablemente se siente cuando ocupa su tiempo y espacio en un lugar llamado celda.

La noche, quieta y lúgubre, no dice adiós. Está segura que mañana regresará para continuar amilanando a quienes no pueden volar para ser libres internamente. Pero conoce, está convencida, que quienes están encerrados injustamente por sus ideas, no le temen. Ellos se elevan más allá del miedo y de la propia muerte. Y la noche lo sabe.

miércoles, 8 de julio de 2009

¡ADELANTE HONDURAS!


Y sigue el pueblo hondureño empeñado en ser realmente libre, sin intromisión del gorila venezolano, ni del viejo insepulto comunista que no acaba de irse al Infierno, y sin la injerencia de cuantos comunistas hay en la región. Espero que se mantengan en su firme posición y no caigan en la trampa de ningún envíado de Washington.

ME IDENTIFICO CON ESTE ESCRITO DE OSVALDO RAYA, POR ESO LO COPIÉ PARA MI BLOG.

YO SOY INTOLERANTE por osvaldo raya
No, no voy a negarlo. Efectivamente, yo no sé discutir: En verdad he resultado ser un tipo intransigente, intolerante, radical, extremista. Yo no quisiera pero es así: no puedo evitarlo. Es algo que va conmigo, que me fue sembrado poco a poco y cada día por la educación revolucionaria. No puedo olvidar las sesiones de odio ‒que eran como las que cuenta la famosa novela de 1984 de George Orwell‒ en cada reunión de los Comité de Defensa de la Revolución, aquella organización de la vecindad que debería vigilar y atacar cualquier resquicio de contrarrevolución y en donde se atizaba rabiosamente el rechazo a todo pensamiento disidente. Y me fui acostumbrando al blanco y al negro («Con la Revolución todo, contra la Revolución nada»). Y así fui adoptando una postura rígida e implacable. Por eso es que tengo que admitir que hoy por hoy no soporto escuchar a nadie que no opine como yo en asuntos de política. Todavía siento la necesidad de armarle un circo al que se me atraviese y se me oponga con un punto de vista medio blandito y paliducho en relación con los problemas de la situación cubana de hoy. No aguanto tener ni por dos minutos delante de mí a nadie que apoye a la dictadura comunista de los Castros. Me lo quiero comer vivo. Pero los comunistas me enseñaron a ser así y así soy. De ahí que siempre quiera tirarle huevos a mis oponentes y me vengan de pronto esas ganas de gritarle al tipo que manifiesta simpatía por la Revolución: «¡muérete, hijo puta comunista, traidor, escoria!» y hasta me domine un instinto como de ir a destrozarle su casa; tal y como aprendí viendo aquellos famosos y desaforados actos de repudio de mi barrio cuando alguien hacía saber su deseo de abandonar el país y venirse a vivir a Miami donde estaba el enemigo de la Revolución. No sé, es algo que está en mí. ¡Mira que lucho contra eso pero coño me domina! Es que estos comunistas le dejan a uno el cerebro bien ‒pero bien‒ lavado. Son demasiado eficientes en eso de envenenarle el espíritu a los niños y a los jóvenes, en entrenarlos para la soberbia, la rabia, el terror. En formar con ellos las turbas de porristas que asalten la libertad y la dignidad de los opositores.Aun a mis 54 años, mantengo dentro de mí a una bestia que fue alimentada y estimulada desde niño y durante toda mi adolescencia y juventud. Yo soy ese hombre nuevo ‒hombre bestial‒ que querían hacer de mí; es decir, alguien incapaz de escuchar al que tiene una opinión diferente a la de uno, que no sabe discutir y que reacciona con rigidez casi militar ante aquellas opiniones que considera adversas y totalmente equivocadas.
Ya no hay remedio. Entonces, heme aquí así, todavía, igualito: intolerante, agresivo, radical, medio sordo. Pero en el otro bando, defendiendo mis ideas de la única forma que aprendí a defenderlas. Por eso admito que sí, que tengo ganas de tirarle huevos y piedras y romperle la cara a Francisco Aruca, a Max Lesnik, a Edmundo García y otras ratas que sirven de voceros de la dictadura cubana, aquí en Miami… ¡que ni se les ocurra pararse delante de mi! Y, por eso mismo, tampoco quiero oír a los trovadores oficialistas Silvio Rodríguez y Pablito Milanés. Creo que si me encuentro con uno de sus discos, soy capaz de picotearlo o de darle candela en la misma pira donde colocaría también todos los libros de marxismo que tenga a mi alcancce y todos los discursos del Gran Usurpador de la República de Cuba. ¿Qué tal eh? ¿Me van a acusar de intolerante y extremista aquellos que me entrenaron precisamente para ser intolerante y extremista? ¿No querían que odiara, que fuera combativo e intolerante con la opinión de los que disienten de mis ideas? ¡Pues aquí tienen al intolerante que querían: ahora, entonces, que se jodan!Nada, que mi intolerancia vino conmigo desde Cuba y no la aprendí en Miami ni oyendo Radio Mambí sino leyendo el Granma y Juventud Rebelde y escuchando Radio Progreso, Radio Liberación, Radio Reloj.(Y a ti, so comunista ‒después de leer esto‒: ¿cómo te quedó el ojo?)

martes, 7 de julio de 2009

PASAJE CON DESTINO A LA HABANA, UN SUEÑO SIN DESCARTAR (ARTÍCULO)


Por: Iliana Curra

Llegué temprano. Casi al amanecer. Cuando los rayos del sol hacían todo lo posible por introducirse entre las nubes que cubrían un amanecer apacible y elegante. Un fresco agradable hacía mi llegada más confortable.

Bajando las escalerillas del avión pude ver y sentir a una ciudad que hacía mucho me quedaba lejos, pero a la vez muy cerca. Allí, donde nadie puede cambiar las cosas, ni siquiera el tiempo. Estaba impregnada en mi mente y en mis sentidos.

Me sentí libre de tomar un taxi. No había avisado a nadie, ni siquiera a mi familia, de que llegaría ese día. Quería disfrutar a solas mi llegada. Rememorar cada detalle sin que nadie perturbara mis pensamientos. Recordar los pormenores de una Habana que comenzaba a parecerse a aquella que tanto me habían contado. La que nunca conocí.

Le pedí al taxista que no tuviera apuros en llegar. Recorrí despacio las calles de una ciudad que apenas despertaba. Muchos, quizás, ya colaban el café cubano que tanto nos ayuda a estimularnos después de una noche profunda. Esa cubanía innata y predominante nadie la puede cambiar. Ni siquiera a mil millas de allí. Sentí el aroma de un café nada mezclado con chícharos, y el perfume de las rosas de cada jardín que apenas comenzaban a abrir sus hojas para regalarle al día la belleza natural de sus colores. No podía negarlo. Ya estaba en casa.

En mi recorrido tuve el enorme privilegio de ver la llegada del sol, ese astro rey que nos permite vestir de forma ligera en una isla donde Dios puso su mano cuando fue creada. Estoy convencida de que Adán y Eva fueron cubanos, aunque luego hayan cambiado la historia.

Transité mis calles, respiré mi aire, y me sentí libre. Una sensación que jamás había tenido en mi propia patria, esa misma que había vivido esclavizada por tantos años. Cuando cambiaron la historia y perdió la candidatura al paraíso. Cuando inyectaron a algunas de sus gentes de un odio infernal que los llevó a gritar “¡paredón!”, aún sin saber por qué. Cuando sus niños tuvieron que ponerse al cuello una pañoleta que nada se diferenciaba de un grillete esclavo y tenían que gritar consignas corrompidas y absurdas.

El cielo, ya clareado y con su intenso azul celeste, se impuso sin pedirle permiso a la noche. Llegó el día, y con él, la profunda convicción de que todo había cambiado en un país donde ahora la libertad imperaba. No más lemas, ni mandatos al estilo militar. No más simulación, ni generales corruptos. Ni encarcelamientos injustos por preservar la dignidad. Se acabaron las mentiras y los desganos, el alcoholismo consumidor de una generación frustrada que ahora se levanta de sus propias cenizas. Se terminaron las carencias materiales, pero sobre todo, las espirituales.

Decidí bajarme del taxi para seguir mi recorrido a pie. Quería hacerlo para respirar profundamente el olor de esa Cuba que ahora era diferente. ¿O quizás ahora es cuando realmente era Cuba? Caminé despacio, como reconociendo cada detalle de algo que me pertenecía pero había dejado de ser mío porque un opresor decidió determinar quién podía vivir o no en ese espacio que, muchos reconocemos como patria, otros la consideran su finca privada.

Un periódico local anunciaba el encuentro de centenares de prisioneros políticos con sus familiares. Las cárceles se abrieron para darle paso a la vergüenza. Muchos delitos comunes dejaron de serlo y todo volvía a la normalidad de forma acelerada.

Inhalé cada átomo de aire, me llené del impresionante paisaje del Malecón habanero. Sentí el chocar de sus olas y divisé la luz del sol que adornaba sus crestas azuladas. Subí a su muro y me acosté a todo lo largo mirando al cielo. El sol cubano me daba la bienvenida a una patria libre de recelos y de temores fundados. El paraíso había regresado a la isla perdida por casi cinco décadas. Era como el nuevo descubrimiento en un siglo moderno y computarizado. Tuve la sensación de volver a nacer y no era ficción. Había nacido nuevamente.

La paz y la quietud del momento era justamente la armonía precisa para el letargo mañanero después de un viaje madrugador. Me quedé dormida, y en mis sueños, nuevamente vislumbré a una Cuba libre.