LOS CLAVOS
Por: Esteban Fernandez.
Con tremenda alegría los soviéticos recibieron la buena nueva de que "un loco" les quería arrendar una bella isla a 90 millas del país representativo del sistema capitalista por excelencia que ellos querían destruir y eliminar de la faz de la tierra. El trastornado era Fidel Castro, un tipo que ellos venían camelando desde hacía mucho tiempo.
La realidad es que estaban haciendo un pacto increíble: de diablo a diablo. Y la renta, la gran inversión en Cuba, les resultó tan cara que contribuyó muchísimo a llevarlos a la bancarrota. Los soviéticos se convirtieron en protectores del castrismo, y para alcanzar su objetivo, dejaron que Castro los desangrara como una sanguijuela. Cuba resultó ser un barril sin fondo. Cuando se acabó la U.R.S.S. se terminó el subsidio y se secó el torrente de rublos que corría hacia nuestra nación. Ante la hecatombe, ante el desastre inminente, los líderes castristas se reunían, se miraban unos a otros aterrorizados y se preguntaban: "¿Y... ahora que hacemos?"
La solución del problema no fue idea de Castro. Es más, costó muchísimo trabajo convencerlo de que la única forma de salir del atolladero era acudiendo a los exiliados cubanos e incrementar sus viajes a Cuba. Fidel gritaba: "¡Ustedes están locos!". El General José Abrantes era el más ardiente defensor de esa descabellada idea. El dictador llegó al extremo de insultarlo: “Pepe, tu estás demente ¿cómo te vas a atrever a decirme que esa gusanera inmunda nos va sacar las castañas del fuego?”. Pero poco a poco, no le quedó más remedio que entrar por el aro. Y Cuba terminó creando -y copiando- un método, que a través de los años, ha resultado ser uno de los sistemas de manipulación humana más sofisticados y refinados en la historia del mundo.
Y de ahí en adelante los revolucionarios, los cuerpos de Inteligencia, y todos los castristas se convirtieron en usureros, negociantes y en buscadores de dólares. De guerreros, de generales, y de “internacionalistas”, pasaron a ser gerentes y empleados de hoteles españoles.
Uno de los tragos más amargos para el tirano fue aceptar que los desterrados viajaran a Cuba. A duras penas, y con desprecio absoluto, aceptó la teoría de que: “Aquí lo que hace falta es buscar dinero para salvar la revolución, sea como sea”...
Lograron algo increíble: que los fidelistas rabiosos aceptaran la llegada de los gusanos, de los vende patria y del lumpen que regresaban a visitar desde “el Norte Revuelto y Brutal”. Después del odio que les habían inculcado contra nosotros desde el mismo enero de 1959, se vieron obligados a aceptar la avalancha de "apátridas".
A los fervientes militantes los convencieron diciéndoles la verdad: que todo era un tumbe, un paripé para buscar billetes. Crearon todo tipo de negocios y al mismo tiempo se convirtieron en traficantes de drogas. Mandaron médicos para el exterior cobrando por sus servicios y lanzaron al exilio a miles de “hombres nuevos” que trece meses más tarde regresaban como las golondrinas con dólares y vituallas.
Se creó la industria de exportar música y artistas. Los cantantes recorren medio mundo presentando sus actuaciones - principalmente en USA- y trabajan al servicio del gobierno cubano depositando una abundante tajada en las arcas del castrismo. Las llamadas telefónicas y los celulares es otro negocio redondo.
Se promueve el chantaje a los exiliados con ruegos y exigencias de sus familiares en la Isla. A veces los que piden ayuda se han pasado 45 años sin querer comunicarse con sus parientes en el exterior. Los mismos monstruos que provocaron la separación de la familia y destrozaron cruelmente esos lazos, nos tratan de acomplejar con la muy sonada hipocresía de “la unidad familiar”.
Los miembros de los Comités de Defensa han recibido órdenes de ser amables y hasta cariñosos con los visitantes portadores de los billetes verdes. Esos visitantes son los mismos que ellos chivatearon, enviaron a las cárceles y les hicieron inventarios en sus casas para después adueñarse de ellas. Son los mismos que escupieron y les echaban los perros cuando abandonaron el país por el Mariel, y que ahora abrazan sumisamente. Pero... lo más importante: si mañana la tiranía da una contraorden, a dentelladas y latigazos sacan a los mercaderes del templo fidelista. Y vuelven a llamarlos lame botas del Imperio.
Y la mayoría de los cubanos exiliados han caído en la trampa. Son muy poquitos los que pueden decir: YO NO LE DOY, NI LE HE DADO, UN SOLO QUILO PRIETO AL RÉGIMEN OPRESOR.
Hace muchos años Lenin dijo: “Vamos a ahorcar a todos los capitalistas”. Alguien le preguntó: “¿Dónde vamos a conseguir tantas sogas” Y Vladimir contestó: “Ellos nos van a vender las sogas” En el caso cubano, parece que dijeron: “Vamos a clavar a los desterrados cubanos, ellos nos van a suministrar los clavos”...
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