EL ODIO
Por: Esteban Fernández
Sólo dos cosas me van quedando a estas alturas de mi vida: los recuerdos de una patria próspera y mi odio acérrimo contra los que la destruyeron. Y me quieren quitar las dos cosas.
Perdimos nuestra nación el mismo primero de enero de 1959. A veces sólo por unos instantes, me flaquean la fe y la esperanza de poder recuperar y reconstruir mi país física y moralmente. Pero mi repulsión por la tiranía se mantiene invariable. Es mas, es esa tirria contra los enemigos, contra los esbirros castristas, la que me sostendrá en pie de lucha hasta mi último suspiro.
Y la inamadversión también quieren quitármela. Resulta difícil que yo publique un artículo sin que no me salgan al paso algunos que critican mi desdén por el oprobioso régimen que impera en Cuba desde hace 52 años. No ganan nada con tratar de contradecirme, pierden su tiempo ( a veces hasta de buena fe) los que a toda costa intentan menguar mi menosprecio por el castrismo.
Lo único que quiero es que no se inmiscuyan con mi inquina; mi ojeriza es parte de mi existencia. Escucho a menudo decir cosas como que "los cubanos de allá no se merecen que luchemos por su liberación". Eso es un problema de ellos. Mi lucha, mi único interés, es por lograr que un día se haga justicia en Cuba por todos los crímenes cometidos.
Lo que pasa es que actualmente el exilio se ha llenado de personas que no sienten ningún tipo de resentimiento contra el gobierno cubano. Algunos hasta le agradecen a la dictadura que hayan podido estudiar algo y cien cosas más. Y entonces ven en mí, o en mis escritos, a un tipo con sed de venganza.
Sólo dos cosas me van quedando a estas alturas de mi vida: los recuerdos de una patria próspera y mi odio acérrimo contra los que la destruyeron. Y me quieren quitar las dos cosas.
Perdimos nuestra nación el mismo primero de enero de 1959. A veces sólo por unos instantes, me flaquean la fe y la esperanza de poder recuperar y reconstruir mi país física y moralmente. Pero mi repulsión por la tiranía se mantiene invariable. Es mas, es esa tirria contra los enemigos, contra los esbirros castristas, la que me sostendrá en pie de lucha hasta mi último suspiro.
Y la inamadversión también quieren quitármela. Resulta difícil que yo publique un artículo sin que no me salgan al paso algunos que critican mi desdén por el oprobioso régimen que impera en Cuba desde hace 52 años. No ganan nada con tratar de contradecirme, pierden su tiempo ( a veces hasta de buena fe) los que a toda costa intentan menguar mi menosprecio por el castrismo.
Lo único que quiero es que no se inmiscuyan con mi inquina; mi ojeriza es parte de mi existencia. Escucho a menudo decir cosas como que "los cubanos de allá no se merecen que luchemos por su liberación". Eso es un problema de ellos. Mi lucha, mi único interés, es por lograr que un día se haga justicia en Cuba por todos los crímenes cometidos.
Lo que pasa es que actualmente el exilio se ha llenado de personas que no sienten ningún tipo de resentimiento contra el gobierno cubano. Algunos hasta le agradecen a la dictadura que hayan podido estudiar algo y cien cosas más. Y entonces ven en mí, o en mis escritos, a un tipo con sed de venganza.
Me importa tres pepinos lo que crean sobre mi. Soy una persona noble y estimada por todos los que me conocen. Todo mi rencor se concentra en los fidelistas, en sus defensores y en los apaciguadores. Hay quienes no sienten ningún tipo de resquemor por los opresores, pero si alguien les tumba 20 dólares, entonces sí quieren que todo el peso de la ley caiga sobre el que los robó.
Otros tienen parientes cercanos - y en algunos casos hasta ellos mismos- comprometidos con el sistema imperante. Es decir, que cuando yo describo mi antipatía, ellos están pensando en su abuelita presidenta de un Comité de Chivatos, o en un querido primo perteneciente a los Tropas Especiales del régimen.
Algunos sostienen que el odio daña el alma. Discrepo: no hay un tranquilizante mejor para el espíritu que soñar con llevar a Ramiro Valdés agarrado de un brazo hacia al cadalso.
Nada es más sabroso que imaginar al pueblo cubano volcado en las calles arrastrando a una caterva de
esbirros. Mis amigos son los que si entra una mosca en sus casas tratan de espantarla y sacarla por algún lado sin matarla con un periódico, pero créanme que todos les darían el tiro de gracia a Raúl Castro sin que les temblara la mano mientras que en la otra tendrían una Jupiña para tomármela tranquilamente.
Ha habido tanta basura en esta contienda, he recibido tantas decepciones, he sufrido por tantos
planes fracasados, he escuchado a tantos abogando por borrón y cuenta nueva, que si no fuera por este aborrecimiento que siento contra los castristas, hace mucho rato que me hubiera mudado al Estado de Montana o al de Colorado y me hubiera ido a mil millas de la vorágine, de los chanchullos, y de la olla de grillos en que se ha convertido el destierro cubano. Estuviera en la nieve y rodeado de venados.
Y si alguien está en desacuerdo conmigo debe quejarse también con quien dijo lo siguiente: “El amor, madre, a la patria no es el amor ridículo a la tierra ni a la yerba que pisan nuestras plantas. Es el odio invencible a quien la oprime; es el rencor eterno a quien la ataca y tal amor despierta en nuestro pecho el mundo de recuerdos que nos llama a la vida otra vez" José Martí.
planes fracasados, he escuchado a tantos abogando por borrón y cuenta nueva, que si no fuera por este aborrecimiento que siento contra los castristas, hace mucho rato que me hubiera mudado al Estado de Montana o al de Colorado y me hubiera ido a mil millas de la vorágine, de los chanchullos, y de la olla de grillos en que se ha convertido el destierro cubano. Estuviera en la nieve y rodeado de venados.
Y si alguien está en desacuerdo conmigo debe quejarse también con quien dijo lo siguiente: “El amor, madre, a la patria no es el amor ridículo a la tierra ni a la yerba que pisan nuestras plantas. Es el odio invencible a quien la oprime; es el rencor eterno a quien la ataca y tal amor despierta en nuestro pecho el mundo de recuerdos que nos llama a la vida otra vez" José Martí.
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