Por: Iliana Curra
El Hombre Nuevo de la Cuba comunista vive ahora en las prisiones. En la mendicidad diaria de la búsqueda de alternativas para sobrevivir. Vive contando los días, las horas y los minutos para largarse, no importa a dónde. Vive en la desorientación plena de quien no sabe para qué nació. El Hombre Nuevo no vive. Sobrevive.
Ese Hombre Nuevo nació en una etapa nefasta que llamaron revolución. Le asignaron, revolucionariamente, un puesto en la historia. Le colgaron al cuello una pañoleta y una consigna recurrente de querer ser como alguien que, además de ser marxista, no era cubano. Creció entre marchas, maniobras y amenazas de intervenciones inventadas. Vivió entre carencias y desigualdades sociales que, supuestamente, habían eliminado. Contribuyó voluntariamente obligado en labores agrícolas en condiciones de esclavo medieval. Le sellaron la boca para evitar protestas verbales y le ataron sus manos para que no las levantara.
El Hombre Nuevo envejeció de sufrimiento. Conoció la muerte sin morir. Vivió en un infierno llamado paraíso. Aprendió a simular, a hablar en susurros y a leer entre líneas. A escuchar entre sombras y a reír para ahogar el llanto.
Unos, quizás persuadidos de su realidad, un día se rebelaron. Dejaron de ser parte del proyecto ideológico para convertirse en los indisciplinados hijos de una infortunada nación. Otros decidieron quedarse sin patria, pero vivir sin amo. Algunos decidieron seguir el camino del odio porque no pudieron sacudirse la maldad, y en sus mentes solo penetró el feroz adoctrinamiento de la muerte. Esa misma muerte a la que quieren llevar a la patria.
El Hombre Nuevo murió en el Estrecho de la Florida intentando dejar atrás su designio revolucionario. Se despojó de la vida para buscar la libertad que nunca conoció. Aprendió a conocer la verdad más allá de los estudios programados. Se ilustró de la franqueza y se arrancó de un tirón el fingimiento.
Ahora el Hombre Nuevo subsiste como un ente perdido en el surrealismo particular de un sistema aberrante. Se abraza a la nada porque no tiene sustento para su continuidad. Fracasó. Simplemente fracasó como propósito. Y en la intención de llegar, supo que nunca alcanzaría su meta.
1 comentario:
interesante lectura!
Publicar un comentario