"AY DE MI SI NO EVANGELIZARA". POR MANOLO POZO.

"Ay de mí si no evangelizara" (1ra de Corintio 9-16).

Por: Manolo Pozo

La muerte siempre llega, es la última parte de la vida. No la esperamos, aunque por ahí viene. Nuestros seres más queridos, esos que nuestros pensamientos los hicieron inmortales de pronto nos hacen pensar en el desprendimiento. Comenzamos a sentirlos vulnerables y cada acontecimiento mortal en nuestro universo madura consentido para que podamos entender mejor ese final.

El pasado miércoles 11 de abril todo Miami reaccionó con aflicción ante la noticia de la repentina muerte del Obispo Auxiliar Agustín Román. El consagrado religioso cubano murió donde vivía y donde crecía cada día con su labor pastoral, entregada con denuedo desde el momento que recibió ordenanza sacerdotal en el año 1959, en la parroquia de San José de Colón, en la provincia de Matanzas.

Monseñor Agustín Román fue elegido obispo auxiliar de Miami en el año 1979. Asumió su compromiso con Dios y con su pueblo en el exilio, dándoles todo su empeño y enseñanzas hasta el último momento de su vida, precisamente cuando iba a catequizar en su Ermita de la Caridad. Murió en plena obra de Cristo, a quien se entregó con la pasión del genuino pastor. Así llegó a los suyos. De esa manera fue paño de consuelos y apoyo espiritual dentro y fuera de la iglesia.

Leí un comentario de una feligresa que resume la austeridad elevada con la que vivió Agustín Román: "Nos deja un enorme legado espiritual. En cuanto a cosas materiales, cuando revisen sus pertenencias, posiblemente encontrarán dos pares de zapatos, unas pocas camisas y el traje negro que se compró para la instalación como Obispo de San Agustín de Monseñor Estévez y que usaba siempre".

Las comparaciones históricas lo acercan al venerable Felix Varela. Nuestros los dos, cubanos fundidos en una integridad nacional y cristiana que aceptan la semejanzas que los distinguen. Aunque Monseñor Román es ese humilde güajiro de nuestra época, al que vimos en decenas de homilías y empresas del destierro al que perteneció hasta morir en él. De su pueblo natal, San Antonio de los Baños, se llevó la humildad familiar y toda su cubanía para tomar votos en la Iglesia Católica de la que fue su mejor parte en cada santuario, congregación y misión en la que hizo presencia.

Devoto consagrado de de La Virgen María, a la que invitó a imitar "en su confianza y obediencia". Precisamente una imagen de la patrona cubana, La Virgen de la Caridad del Cobre, guió la última comitiva que lo acompañó por las calles de su querido Miami hasta la Catedral St. Mary. En este camino luctuoso el cortejo se detuvo unos minutos en el Monumento a los Mártires de Bahía de Cochino, en la Calle 8. La patria, sus mártires y hermanos del destierro honraron a Monseñor Román con el más sentido adios, desde ese símbolo de la lucha de su pueblo contra el ateísmo y la barbarie castrista.

Ese sistema de odios lo expulsó de Cuba en el año 1961. El 17 de septiembre fue apresado y embarcado en el buque Covadonga con rumbo a España junto al desaparecido Obispo Eduardo Boza Masvidal y otros 130 religiosos. Pronto llegó a Miami para iniciar junto a su pueblo -de acá- lo que fue el resto de su vida.

Monseñor Agustín Román actuó siempre bajo el enunciado "ay de mí si no practico el Evangelio", capítulo de la primera carta de Pablo a los Corintios y con ese principio trabajó durante casi 4 décadas en la Arquidiócesis de Miami. Y aunque retirado se mantuvo activo hasta el último día.

Sus vínculos con el exilio histórico y con todos los cubanos que llegaban a tierra de libertad fueron significativos, pero su asistencia a los refugiados en diferentes Fuertes y cárceles americanas cuando los hechos del Mariel subrayaron sus virtudes. En ese entonces se le vio como un negociador brillante para los suyos. Llevó paz al conflicto y sus intervenciones en Atlanta Y Arkansas determinaron los resultados positivos de aquella lamentable historia.

La congresista Iliana Ros-Lehtinen habló de "la pérdida irreparable que tuvo la Iglesia Católica en el sur de la Florida", señalando que "falleció la conciencia del exilio". Líderes, personalidades de cada ambito de nuestra comunidad y de otras ciudades e iglesias manifestaron sus condolencias por el Padre de la Ermita de la Caridad, ese recinto que le pertenece aún en su distancia celestial y así lo sentiremos todos los que asistimos alguna vez a alguna de sus misas. Ese fue su legado y no se irá jamás de su pueblo desterrado.

"Yo no tengo interés en que se recuerden nada de lo que he hecho, porque todo lo que he hecho ha sido por Jesucristo". "Mi interés es que cuando yo llegue al cielo haya cumplido lo que he tenido que cumplir. Desde mi infancia he trabajado por la otra vida, que es la importante".

Descansa en paz, en tu sitio en el cielo, Monseñor Agustín Román.